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18/11/2001
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El Cuba-Japón de semifinales fue un béisbol excelso
¡CONTRERAS! el pitcheo eres tú

Oscar Sánchez

Solo un lanzador de la talla de José A. Contreras podía vencer al único equipo que llegó a la penúltima fecha del XXXIV Campeonato Mundial de Béisbol sin la sombra de un revés.

Pero aún así hasta un Contreras tenía que sacar el extra ante un Japón de mucho oficio sobre el terreno y que explota tácticamente todas las posibilidades que tiene este deporte.

Japón y Cuba solo por la suerte del calendario no estarán disputando el título del planeta del año 2001. Sin embargo, creo que pocos en Taipei de China, y donde quiera que se siguió esta lid del orbe, podrán olvidar el desafío que llevó a los caribeños a luchar por el banderín y a los nipones a discutir las medallas de bronce, que en sus pechos deben brillar cual color áureo.

En definitiva el duelo entre Contreras y Shugo Fujii mereció ser la clausura de un certamen que ha multiplicado su calidad varias veces. Y lo mereció, además, porque difícilmente el Estados Unidos-Cuba, por el cetro este domingo, pueda alcanzar la estatura beisbolera que fijaron japoneses y cubanos en la semifinal.

VIAJE ATREVIDO POR UNA RUTA EXCELSA

La reseña de este encuentro tal vez exija de una valoración académica altamente especializada. Mas, nos toca a nosotros, los periodistas, hacer el viaje, atrevido sí, pero obligado por 11 entradas de excelso béisbol.

Fujii, lanzador zurdo de envidiable control apareció en la tabla de lanzar y comenzó a transitar entre los bateadores rivales con una tranquilidad asombrosa, que al propio tiempo fue convirtiéndose en una potentísima arma frente a la desesperación, incluso desconcierto de algunos oponentes.

Esa serenidad estaba bien sustentada. Una screwball frente a bateadores derechos (lanzamientos que rompía rapidísimo hacía abajo y hacía afuera), una buena curva ante los zurdos y una recta rondando las 90 millas por horas, que supo combinar muy bien, fueron armas letales.

Pero el zurdo, ganador del juego decisivo de las Ligas Mayores japonesas en la pasada temporada, tuvo solo dos momentos débiles en el choque, y ambos le costaron. En el quinto, jit consecutivos de Omar Linares y Yobal Dueñas se mezclaron con dos errores de la tercera base Higashide y un wild para el empate a una. A partir de ahí fueron cayendo cero tras cero, y parecía que cada vez que se corría un inning los lanzadores venían todavía más herméticos.

Y llegó el capítulo 11 con imparables en línea de Michel Enríquez y Orestes Kindelán, que dejaron la escena lista para que el Capitán de capitanes, Antonio Pacheco, elevara largo al jardín derecho impulsando con sus brazos la decisiva.

Ya con dos outs y ante el relevista Katoh, Omar Linares y Yobal Dueñas pegaron de jit para la tercera, que apuntaló la extraordinaria faena del que sin dudas es hoy el mejor pitcher cubano, José A. Contreras, que como Fujii se presentó con toda la ecuanimidad que le proporcionaba su control en las esquinas, su velocidad y una potente bola de tenedor que causó mucho más estragos que la screwball de Fujii, pues los japoneses por más que trataron no encontraron la forma de pegarle.

Una base al primer hombre del juego, Ibata, le bastó a Japón para que con ese sentido racionalizador del béisbol, que podrá parecer raro, pero es preciso y muy productivo, hacer una carrera. Al boleto le añadieron robo de segunda, que provocó el error del receptor Pestano, suficiente para que llegara a tercera Ibata y obligar al cuadro cubano a venir por dentro tratando de impedir una temprana ventaja. Así Iguchi soltó una inofensiva línea, que en posición normal hubiera perecido a manos del torpedero, y abrió el marcador.

Lo que no sabían los japoneses en ese momento es que allí mismo se cerró el paso hacia home.

A la labor de Contreras, como pieza clave del triunfo cubano más importante en este mundial, pues no solo daba el pase a disputar la corona, sino que servía de desquite (Japón había vencido en preliminares) y al propio tiempo se vencía al mejor rival de la competencia, hay que agregar que, aunque tardaron, sí los bateadores antillanos pudieron inclinar la balanza hacía ellos, fue porque comprendieron que al lanzamiento en screwball había que darle más tiempo de desarrollo, es decir, dejarla llegar para que perdiera su efecto hacia abajo y solo quedara él que describe hacia la esquina más lejana, o le que es lo mismo, que se convirtiera en una bola afuera. Cuando lo hicieron, aparecieron los batazos, por supuesto del centro de home hacia la derecha, sin hacerle mucho swing al envío, pues ese es el principal error ante una screwball.

Fue así que Michel Enríquez (después de tres ponches) y Orestes Kindelán pegaron jit al derecho en el once. Y por ahí mismo elevó Pacheco para decidir.

La victoria dio al mundial la misma final olímpica de Sydney, Cuba-Estados Unidos, solo que esta versión cubana, incluso con algunos nombres repetidos, no es la misma que la de hace un año, y la prueba es que este Japón es, pero por mucho, muy superior al Estados Unidos que se llevó el lauro australiano.

De cualquier forma la última palabra la dirá el terreno, y allí los cubanos han demostrado tener un vocabulario mucho más rico y amplio que todos los conjuntos de este reñídisimo torneo, porque justamente ese glosario tiene el lenguaje renovador de las doce caras que ven un mundial por primera vez y el de aquellos que no solo siguen aportando, decisivamente, al triunfo, sino que también guían el lógico y normal tránsito de los futuros campeones.

18/11/2001

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