![]() |
|
Jardiel Poncela vuelve del olvido Luis Suardíaz MADRID.— Entre homenajes a Campoamor y Clarín, dos asturianos de fuerza en las lides literarias de la península, este otoño nos ha traído una suma de artículos, testimonios, anécdotas y el retorno a los escenarios de algunas obras que abordan o rescatan al humorista Enrique Jardiel Poncela (1901-1952). Apenas con 18 años publica sus primeros cuentos, relatos y artículos — hoy casi desconocidos — y estrena en colaboración con Serafín Adame una pieza teatral sobre un príncipe inevitablemente exótico. Desde ese momento no se concede tregua, lo mismo lanza al mercado una novela menor como El plano astral,que estrena en México con éxito Mi prima, Dolly o adapta y escribe guiones originales para el cine, y aunque no se le considera propiamente un autor de la promoción de 1927 ese año escribe su primera pieza significativa: Una noche de primavera sin sueño. Poco después aparece su primer libro: Pirulís de La Habana, y su primera novela buena, como hubiese dicho Macedonio Fernández, que lo hace célebre en Hispanoamérica: Amor se escribe sin hache. Ya en 1934, en medio de la eclosión social que vive España, hace circular otras dos de impacto: Espérame en Siberia, vida mía —y la de título deliberadamente provocativo: Pero ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?— cuya fama se mantenía intacta en la Cuba de los años cincuenta, aunque en este caso —como antes ocurrió con la mayoría de las obras de Vargas Vila— muchos de los que citaban conocían el título y no el contenido. Un dramaturgo conocido en Cuba, Alfonso Sastre, en su artículo Jardiel o el arte de la risa, apunta que en su juventud disfrutaba escuchándolo, no obstante las distancias generacionales e ideológicas, y revela que le oyó decir con toda seriedad: sin duda, la verdad es cómica. |
|