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Campañas contra Cuba en el Capitolio de Washington Ratas en el Congreso NICANOR LEÓN COTAYO
Se trata de Ileana Ros-Lehtinen, Lincoln Díaz-Balart y Bob Menéndez, los dos primeros representantes de la extrema derecha de borroso origen cubano asentada en Miami y el tercero de la radicada en Nueva Jersey. Campañas de ese tipo surgieron desde el triunfo de la Revolución, cuando, por ejemplo, el senador Wayne Morse dijo a principios de 1959 que en esta nación se llevaba a cabo "un baño de sangre", debido a sanciones aplicadas contra quienes torturaron y asesinaron a miles de cubanos. Luego de ello fueron impulsadas truculentas versiones sobre Cuba, reproducidas por órganos norteamericanos de prensa y sus domesticados seguidores en el mundo, genuino manual respecto a cómo desfigurar la realidad de un país. Los casos al respecto ocupan un espacio demasiado largo como para caber en un artículo periodístico, pero algunos ejemplos resultan suficientes para lograr una aproximación al tema. En los últimos meses de 1997, Ros-Lehtinen, Díaz-Balart y Bob cocinaron la denominada Enmienda Graham, que establecía una grave amenaza militar contra Cuba porque supuestamente amenazaba la seguridad nacional de los Estados Unidos. Algo después, el entonces secretario norteamericano de Defensa, William Cohen, remitió un informe al Congreso donde puso en duda lo manifestado en la referida enmienda del senador floridano. El 4 de noviembre de 1999 sufrieron otro revés durante una muy anunciada audiencia realizada en la Cámara de Representantes para examinar la supuesta participación de militares cubanos en la aplicación de torturas a pilotos norteamericanos en Viet Nam. Uno de los nombrados en este espectáculo, Fernando Vecino Alegret, nunca ha estado en ese país asiático, y dos representantes del Pentágono citados a declarar negaron las acusaciones formuladas por Ros-Lehtinen contra La Habana. Robert Jones, subsecretario de Defensa, declaró que Cuba colaboró con Viet Nam durante la guerra, pero "no tenemos documentos en los que se pruebe que los cubanos torturaron a prisioneros de guerra estadounidenses". Otro hombre del Pentágono, Robert Dostatte, jefe de la División de Análisis en Asuntos de Prisioneros de Guerra, planteó en esa audiencia que no existían pruebas sobre la participación de cubanos en la aplicación de torturas, "no tenemos ninguna evidencia que lo ratifique". Junto a lo anterior ha existido una furibunda campaña sobre lo que denominaron la vinculación de la Isla con el narcotráfico internacional, asunto respecto al cual también han realizado audiencias en el Congreso. Estos encuentros tuvieron lugar después que el Departamento de Estado norteamericano reconoció públicamente que La Habana hacía considerables aportes a la lucha contra el narcotráfico. El 25 de mayo de 1999 el periódico The Washington Post mencionó al jefe de la Oficina Anti-Narcóticos del gobierno de los Estados Unidos, Barry McCaffrey, como favorable al diálogo con Cuba respecto a la cooperación en ese tema. Pero según la publicación, McCaffrey "ha estado bajo el fuego de legisladores cubanoamericanos" opuestos a esa idea, y una carta firmada por Ros-Lehtinen y Dan Burton lo había emplazado a enfrentar la participación del Gobierno cubano en el narcotráfico. El referido funcionario les respondió a fines de enero del 2000 con el argumento de que "no hay evidencias concluyentes de que las autoridades cubanas están involucradas en esa actividad criminal". A esta cadena de falsedades recientemente sumaron un eslabón aún más vil y repugnante: el intento de mezclar a Cuba con los ataques terroristas del 11 de septiembre en Nueva York y Washington. La síntesis de esa maquinación quedó grabada en una audiencia realizada el pasado 24 de octubre en el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, bajo los auspicios de Ileana Ros-Lehtinen. Esta última y Bob Menéndez insistieron allí en machacar esa mentira con la esperanza de que el secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, invitado al encuentro, repitiese la misma afirmación. Pero no lograron su objetivo. ¿Hasta dónde ha descendido el sentido ético de estos congresistas de la extrema derecha de origen cubano? Han llegado tan bajo que emplean el dolor del pueblo estadounidense para vender sus groseras falsedades contra Cuba en el Capitolio de Washington. |
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