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25/12/2001
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Lecturas

Sometidos por placer

ROGELIO RIVERON

A la sombra de una paráfrasis emergente, quiero escribir que Al cielo sometidos, novela de Reynaldo González recién publicada por las Ediciones Unión, es un libro de recorridos largos. Primero, claro, saltará a nuestra vista el viaje, el desplazamiento real por escenarios casi vírgenes en nuestra narrativa. Después podremos intuir otro simbolismo: lo acertado que resulta en este caso un alargamiento de la estética de González hasta la España del siglo XV en sus finales. Dos Antonios, uno de Avila y el otro de Extremadura, deambulan como pueden por la tierra española, y nosotros con ellos. Dos miserables que hurtan el optimismo del pícaro clásico —un optimismo a la cañona— y pueden actualizar, por obra de la buena literatura, una tradición escabrosa por su tendencia a lo superficial.

Refugiados tras ciertas peripecias en un burdel, los dos Antonios de Reynaldo González siguen viviendo a lomos de un destino aventurero, salteado con sexo, peligros, intrigas y desorden. Pero lo que he enumerado son apenas ingredientes. No es por gusto que a la novela actual solemos pedirle pensamiento, o sea, que entreteja la acción con otro tipo de desplazamientos, con asociaciones culturales, de matiz histórico, también con la filosofía. Al cielo sometidos atina con una personal dosificación de anécdotas y tesis ensayística que un breve esfuerzo mental nos ayudará a descubrir.

Prefiero suponer que Reynaldo González no pensaba en un manso homenaje a la clásica novela picaresca. Me gusta más la idea de un filial cuestionamiento, de ofrecerle al género, como en broma, una tensión reactualizada, alegórica. Aunque esto poco importa a la hora de la lectura. Solo es bueno para después, para el momento de asombrarse en torno a los milagros de las asociaciones artísticas. El lector que vaya al grano, aquel que, con todo su derecho, ordene de inmediato el placer anecdótico, el disfrute lingüístico, por muy inconsciente que este pueda ser, no ha de aburrirse. Superado el malentendido que negaba al disfrute estético un lugar en las categorías de apreciación, no nos ruborizamos al hablar del gusto.

Reconozco, sin embargo, que no hay muchos autores cuyo único fin sea entretener. La recia tarea de escribir quiere a menudo otra resonancia, por lo que también se debe hablar de Al cielo sometidos como de un sagaz ejercicio de opinión cultural. Escrita con mano traviesa, con mano revoltosa, como diría el entrañable José Lezama Lima, esta novela requiere de una lectura tan abarcadora como su propia concepción.

25/12/2001

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