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25/12/2001
Portada de hoy

Pudiera dejar de ser anónima

Pedro de la Hoz

Una nueva generación de trovadores está pidiendo un lugar en la canción cubana. Poseen —algunos más que otros— voz propia, huyen —también unos más que otros— de estéticas acomodaticias; continúan y, a la vez, transgreden la herencia de más de un siglo de juglaresca cubana. El Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau los ha prohijado en su espacio A guitarra limpia, tal como lo hizo Casa de las Américas hace tres años con motivo del cuadragésimo aniversario del Encuentro de la Canción Protesta, en el ciclo La rosa y la espina, y como lo hará, ya restablecida como sede de la Asociación Hermanos Saíz en la capital, La Madriguera, en la Quinta de los Molinos.

Fotos: JUVENAL BALAN

Mas no se trata de un fenómeno habanero: la trova joven —y en esto la AHS ha puesto sus mayores empeños— se dilata a lo largo y ancho de nuestro archipiélago: entre los que protagonizaron la sencilla pero significativa cantada del último sábado en el Centro Pablo —en el público un asistente excepcional, el Comandante en Jefe Fidel— hubo juglares de Pinar del Río, Ciudad de La Habana, Villa Clara, Cienfuegos, Ciego de Avila y Santiago. Y eso que solo fueron los que, con mucho oído avizor, el sello Bis Music, de ARTEX, fichó para el disco colectivo trov@nónima.cu, con el que prosigue una nueva línea editorial destinada a diversificar las opciones promocionales de la cancionística de nuestro tiempo. Aires seriamente renovadores se respiran en el quehacer de Postrova, de Santiago; el Trío Enserie, de Villa Clara; en Manolo Argudín, un representante de la otra Habana; en Fernando Bécquer, Silvio Alejandro, Rochy Ameneiro, por citar algunos nombres.

Las propuestas más interesantes del concierto corrieron por cuenta del santiaguero William Vivanco y el cienfueguero Junior Navarrete. "Barrio barroco", del primero, repasa, en una tónica entre agresiva y amable, un fragmento del paisaje social urbano que se ha ido fraguando en esta época de difíciles desafíos vitales. La forma de manejar musicalmente la conflictividad temática verifica, una vez más, cuán interesante se hace la canción cubana cuando abandona estereotipos y bebe de diversas fuentes. "La loma del Cucuyé", de Navarrete destaca por el desprejuiciado, perturbador y, a fin de cuentas, revolucionario reciclaje de los tópicos afrocubanos.

Fiel a la tradición lírica de la Nueva Trova, se nos presentaron el avileño Pavel Poveda y el habanero Samuel Aguila. Sus canciones en el disco sostienen una proyección vocal que en el concierto se echó de menos. Una variante dentro de esa vertiente lírica fue recorrida por el villaclareño Diego Gutiérrez, que en "Adriana" logra brindarnos una canción para niños disfrutable para todas las edades.

Desde que Silvio compuso "La canción de la trova", no hay juglar cubano que no haya puesto alguna vez la mirada en las formas cultivadas por Corona, Sindo y Ballagas, y ese fue el caso de Ariel Díaz con "Trova de las flores". Otro cienfueguero, Ariel Barreiro, ostensiblemente asaltado por los nervios, hizo que pareciera más ingenua aún su transparente y aparentemente nimia "Mientras mi novia y yo". La pinareña Yamira Díaz, junto a Poveda los de mayor veteranía en el grupo, hizo valer su manejo de recursos estilísticos sonoros y textuales bien probados en "Basado en hechos reales" —seducida por el blues— y "Contracorriente", cantada por todos, con un fuerte sabor a Tom Jobim que se fue aderezando, para buenaventura nuestra, gracias a la intervención de sus colegas y, sobre todo, del Trío Trovarroco, que llevó el peso de acompañamientos y arreglos con sus proverbiales oficio e imaginación.

Estos trovadores de hoy pudieran dejar de ser anónimos. Rostro, cuerpo, estatura ya tienen. Solo necesitan conquistar el mundo.

25/12/2001

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