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Rubia, hay mucho sol El día que el cuartel Columbia se convirtió en Ciudad Escolar Libertad, Ana Rosa era uno de los 25 000 niños que llenaban de algazara la explanada, pero ella tenía un fin: abrazar a Fidel. Octubre trae a la memoria, inevitablemente, los recuerdos sobre Camilo porque esa vez, también, el Héroe de Yaguajay le brindó su sombrero IRAIDA CALZADILLA RODRIGUEZ "Yo era muy `parejera' de niña y tenía la porfía con mi hermana Ildelisa de cual de las dos iba a llegar primero a Fidel. Eso lo discutíamos en casa a menudo y en septiembre de 1959, cuando el cuartel Columbia fue convertido en Ciudad Escolar Libertad, estaba allí junto con mis amiguitas de quinto grado de la escuela pública Sofiel Riverón, de Marianao. Apenas una podía moverse entre la multitud y el calor era inmenso, pero mi idea fija era abrazar al Comandante".
Al cabo de 42 años, Ana Rosa Gómez Leiva retoma el tiempo sin prisas para describir un día memorable de su vida: "Entramos por la calle 74, yo estaba lejos de donde hablaría Fidel y, en un momento determinado, me encontré en el sitio por donde tenían que pasar los abanderados para llegar a la tribuna. Como era tan pícara, me escondí detrás de un hombre grande y fui marcando el paso de su marcha para que no me viera la escolta. Cuando estuve frente por frente a Fidel, lo llamé: `Quiero darte un abrazo', le dije, y él tomó mi mano izquierda y me izó. "Ya a su lado, muy cansada, me recosté en su pecho, tomé aire. Después lo abracé fuerte, por el cuello, y finalmente Fidel hizo que traspasara la tribuna: `Rubia, te le escapaste a las garras del diablo', dijo, y tan campante le contesté que sí. A mi me dio por tocarle la barba, algo que llamaba poderosamente la atención a los niños de aquella generación. Me preguntó qué iba a estudiar, cómo había llegado hasta allí, y yo con una felicidad que no me cabía dentro. —¿Cómo hablaste con Camilo Cienfuegos?
"Bueno, él también estaba en la tribuna y el calor era insoportable. De pronto le oigo: `Rubia, hay mucho sol', se agachó y puso su sombrero en mi cabeza. El material interior estaba húmedo de sudor. También me preguntó que cómo había llegado hasta ellos: `Me escapé y vine corriendo', y recuerdo su risa, sus ojos alegres, porque Camilo trasmitía vida. Aún así, pequeña, lo podía percibir claramente".
—¿Qué pasó después? "Estuve todo el tiempo con su sombrero, hasta que acabó el acto. Luego se lo devolví, nos abrazamos y dimos un beso. ¿Sabe?, siempre me he arrepentido de no habérselo pedido como regalo, pero en aquellos momentos de felicidad ni me acordé". —¿Nadie te sermoneó por escaparte del grupo? "Fue tanta la emoción por haber estado en la tribuna que mis maestros no me regañaron y en casa todo el mundo estaba con tremenda contentura". —A poco más de un mes, Camilo desapareció el 28 de octubre... "Tenía entonces nueve años, pero recuerdo el momento exacto de la noticia y el dolor que sentí. Eso marcó mi vida. Las personas mayores creen que los niños no sienten con profundidad; no es así. Yo oía lo que se hablaba en la calle, cómo primero había esperanzas de encontrarlo y cómo el pueblo tuvo que resignarse con la desaparición de un héroe querido. Siempre estaba pensando que había estado muy cerca de él y evocaba su voz cariñosa, tierna". Ahora trabajadora del hotel Siboney, del Ministerio de la Construcción, y antes miembro del MININT, de la Marina de Guerra, Vanguardia FAR (1981-1982), guía de pioneros y también en labores en el sector del turismo, Ana Rosa guarda entre sus más queridas preseas dos distinciones Servicio Distinguido y las dos condecoraciones de su hijo como internacionalista en Angola. Es una mujer que ha transitado la vida con alegrías y también con dolor, encarnado en los seres más próximos. "Pasan cosas curiosas. Por ejemplo, en momentos difíciles, miro la fotografía y me da fuerzas. Uno ama a las personas como él aunque nunca más la vida las ponga frente a frente. Y también se llena de detalles como la felicidad que reflejaba su rostro, tal cual yo, con nueve años, la percibí, la recogí y guardé en la memoria. Definitivamente, siento que estoy unida a Camilo como si un pedacito de mi persona fuera suyo". Ya en la retirada, me vuelvo: ¿Ildelisa nunca saludó a Fidel? Ríe franca de haber vencido,
en cierto modo, a la hermana: "Pudo verlo en un juego de pelota en
Topes de Collante. Él le dio el tabaco que entonces fumaba para que se lo
sujetara y ella lo guardó. Pero con el tiempo se echó a perder y,
además... no tiene fotografías". |
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