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25/12/2001
Portada de hoy

Shakespeare entre las bombas

ROLANDO PEREZ BETANCOURT

Aunque sin abandonar responsabilidades referidas a la información y tratamiento de asuntos culturales, los periódicos del mundo no son por estos días el mejor ejemplo en cuanto al desbordamiento del tema.

No es culpa de la prensa, por supuesto, sino de lo que está sucediendo en los cielos y en la tierra y de esa sombra sin nombre ni contornos precisos que es el miedo.

Aunque alguien tan abarcador y profundo como el poeta Heine dijo que el humor es mostrar el rostro en llanto y acto seguido el trasero, lo cierto es que muchos humoristas sin ningún deseo de hacer reír estarían dispuestos a decirle al gran alemán "estabas equivocado", o al menos, "no viviste momentos como estos".

Los psicólogos en los Estados Unidos y en otras grandes urbes de Europa amenazadas por esta guerra portadora de tantos frentes definidos como imprecisos, recomiendan distracción.

Pero el camino que a ella lleva pasa antes por demasiados obstáculos de la mente.

Público y artistas no pueden concentrarse en sus habituales preferencias y son atrapados por las incertidumbres que hoy a todos embargan.

Incertidumbres que promueven una urgente incumbencia de opinión ante los hechos.

Un sinnúmero de escritores han dejado momentáneamente a un lado las obras en que trabajan para tratar de arrojar un poco de luz sobre este presente inquietante. John le Carré, el novelista inglés que se hiciera rico y famoso gracias a sus novelas de espionaje teniendo a la Guerra Fría como telón de fondo, escribió un artículo en El País el jueves pasado, donde ofrece la visión de un hombre capaz de tomarle el pulso a su tiempo, de hilar fino en ciertos aspectos, más allá de sus viejas ficciones anticomunistas.

Estos son dos párrafos de ese artículo:

"Lamentablemente, más que el merecido castigo, EE.UU. añora en estos momentos más amigos y menos enemigos. Y lo que se está reservando, como nosotros los británicos, es aún más enemigos; porque tras todos los sobornos, amenazas y promesas con que se ha remendado esta coja coalición, no podemos evitar que, cada vez que un misil mal dirigido se lleve por delante un pueblo inocente, nazca otro bombardero suicida, y no se ve cómo eludir este endiablado ciclo de desesperación, odio y, de nuevo, venganza."

"Y los miedos compartidos —¿me atrevo a volar?, ¿debería llamar a la policía para hablarles de esa pareja tan rara del piso de arriba?, ¿sería más seguro no conducir por Whitehall esta mañana?, ¿ha vuelto mi hijo sano y salvo del colegio?, ¿se han hundido mis ahorros de toda la vida?— son justo los miedos que nuestros atacantes desean que tengamos".

El vínculo arte y cultura con los días que corren tiene en ocasiones perfiles singulares, como es el caso de la banda de rock metálico Anthrax, que así se bautizó este grupo neoyorquino veinte años atrás.

Según ellos, hace dos décadas el nombre les pareció "¡bonito, agresivo!", una evocación destructora responsable de que las grabaciones de mayor éxito llevaran títulos como Spreading the Disease (Propagando la enfermedad) y The Threat is Real (La amenaza es real).

Buenas ventas que sin embargo se vinieron abajo de la noche a la mañana.

Este 11 de octubre, cuando los sobres conteniendo el sombrío polvo comenzaron a darle mayor volumen al expediente de terror que vive la humanidad, los músicos de Anthrax se apresuraron en emitir una declaración en la que se establecía que se nombraban así desde hace 20 años, ¡quién iba a saber esto, Dios!, y que no querían cambiarlo "no porque vaya a incomodar a la gente, sino porque esperamos que no se produzcan otros hechos negativos y no será necesario".

Los días se han encargado de demostrar la equivocación de los desconcertados rockeros y es difícil que el Anthrax artístico le gane la pelea a su símil asociado al terrorismo.

Es en medio de este ambiente desordenado en el mundo de la cultura, que una noticia proveniente de Inglaterra informa del hallazgo de los restos de los edificios que rodeaban el teatro Rose, ¡el escenario de Shakespeare!, centro de las programaciones teatrales de Londres entre 1587 y 1605 y único escenario isabelino del que aún quedan restos.

Una noticia ignorada o tratada con discreción en los medios debido a los tiempos que se viven.

Pero una noticia que nos ayuda a recordar que siempre, a pesar de la locura de los hombres, tendremos el arte para no morir de la realidad.

25/12/2001

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