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El primer show mediático del siglo MARIO JORGE MUÑOZ Otra vez, las más modernas técnicas de manipulación andan de fiesta. En esta ocasión, el "teatro" de ensayo es la primera guerra del siglo XXI. Los entendidos consideran, incluso, que el bombardeo informativo —y desinformativo, como era de esperar— le ha robado el protagonismo a las más sofisticadas armas de exterminio utilizadas hoy en el campo de batalla.
Reportes de radio y televisión en tiempo real desde los más diversos escenarios, Internet... nos "ponen al día" con su versión de los hechos: la mayoría de las veces, la versión norteamericana de los hechos. De ahí que la objetividad, una de las premisas fundamentales en el ejercicio de un periodismo serio, están más en crisis desde el 11 de septiembre. Los sentimientos de la humanidad están siendo manejados, cual marioneta, por los resortes modernos de la publicidad. El proceso de "ablandamiento" de la opinión pública estadounidense a favor de esta cruzada es uno de sus grandes y primeros éxitos. Incitación a la venganza, llamados al patriotismo, constantes advertencias ante la posibilidad de nuevos ataques... han invadido las programaciones habituales de emisoras y canales de televisión de todo el país. Igual ha sucedido con periódicos y revistas. Aparecieron los resultados esperados: encuestas y sondeos de opinión confirmaron que la mayoría de la población estadounidense estaba lista para aceptar la supuesta ofensiva contra el terrorismo. Pánico, soberbia, habían sido condicionados por repetidas imágenes, indiscutiblemente conmovedoras: dos aviones que en pocos minutos acababan con las torres gemelas —dos aviones que cambiaban la historia—, seres humanos que se lanzaban de los moribundos edificios, el dolor de los familiares de las víctimas, los testimonios de los pocos sobrevivientes... Así también nació el odio. Entonces decidieron aumentar las dosis de inseguridad. El peligro ante posibles nuevos ataques sacudió a toda la nación. La gente acapara alimentos enlatados y agua. No quiere salir a la calle. Colas interminables en los aeropuertos, barreras antiterroristas delante de estaciones y oficinas, y miles de personas con problemas de sueño, ansiedad y pesadillas, son algunos de los resultados de la propaganda. Las máscaras antigás son un artículo de lujo por su escasez, y los más hipocondríacos han convertido sus sótanos en refugios resistentes a las armas químicas y biológicas, siguiendo los consejos de los "expertos" de la televisión. Norteamericanos coinciden en que ya nada es lo mismo. Las madres evitan dejar mucho tiempo solos a sus hijos. Las grandes corporaciones han prohibido todos los viajes innecesarios y hasta los fanáticos del fútbol o el béisbol se lo piensan dos veces para ir a los estadios, ante la duda de que sean objetivos terroristas. Los deseos de venganza, la sobresaturación del tema en la prensa y los "emprendedores" del mercado —carentes de escrúpulos— han provocado la aparición de productos que van desde piñatas y papel higiénico con la imagen de Osama bin Laden hasta pelotas de golf o ropa interior inspirada en los atentados. La imagen del terrorista saudita "vivo o muerto" aparece en carteles, pulóveres... "Estados Unidos contraataca", anuncian las televisoras. En la larga lista de artículos aparecen también pegatinas para los vehículos, broches, calendarios, tazas... y más de una docena de juguetes. Muchos de ellos incluyen frases como "Recuerda las Torres Gemelas" o "La Guerra contra el Terrorismo". Mucha gente se pregunta hasta qué punto el patriotismo se está convirtiendo en negocio. Y apareció el ántrax. En los últimos días, las noticias sobre sus víctimas, posibles infectados, lugares donde se ha reportado el mal y los métodos para enfrentarlo —incluida la danza de cipro, el antibiótico de moda—superan al número de informaciones sobre la verdadera y única guerra, la que se libra desde el aire y los portaaviones contra Afganistán. ¿Casualidad? Es cierto que en estos momentos el "principal problema" para los norteamericanos no es la guerra, sino su propia seguridad. También lo es que el peligro existe: el ántrax es real. Pero, ¿tal inyección de pánico, la manera en que está siendo magnificada la amenaza, no será parte de una estrategia para desviar la atención de los sucesos en Asia central, de los "errores" cometidos por la aviación estadounidense, del repudio en varias naciones a esta guerra? Sin saberlo, el mundo asiste al primer show mediático global del nuevo siglo. Cordura y sensatez, los llamados al cese de la guerra y a la búsqueda de otras maneras para acabar con el terrorismo quedan relegados a las páginas interiores, son historias secundarias, soluciones
"absurdas" para una campaña militar y política que nadie sabe cómo concluirá. |
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