|
|
Las trampas de la
memoria
Un mural para el amor
FREMEZ
Viernes
5 de octubre del 2001, patio del Teatro Nacional, alrededor de las ocho de
la noche. Después de dos días de tensiones y trabajos infinitos se
estaba terminando el mural que al día siguiente estaría en la Plaza de
la Revolución rindiendo homenaje a los mártires de Barbados y
defendiendo los derechos de nuestro pueblo y de todos los pueblos del
mundo. En ese momento mientras valoraba el estado del trabajo con Diana
Balboa y José Omar Torres, la memoria y los azares concurrentes me
tendieron una trampa: De pronto me transporté al inicio de la década de
los sesenta, rumbo a Guane, en Pinar del Río, con otro grupo de artistas
consagrados que integraban los pintores Mariano Rodríguez, Servando
Cabrera Moreno, Salvador Corratgé, Luis Martínez Pedro, Sandú Darie,
Raúl Martínez, el caricaturista Guerrero y el escultor Tomás Oliva.
Eran los tiempos fundacionales, todo estaba por hacer y querían —queríamos—
los artistas fundirnos con el pueblo, dar lo mejor y ser reconocidos por
nuestros conciudadanos, en fin, ser profetas en nuestra tierra. El
objetivo del viaje era absolutamente inédito, nos habíamos propuesto
ambientar con obras de arte la primera Escuela en el Campo en Guane. Lo
insólito, sin embargo, no radicaba solamente en poner obras de arte
originales en las escuelas, sino que íbamos a pintar directamente en las
paredes de las primeras construcciones, que se conocían en la jerga de
los constructores de la época como "facilidades temporales",
que eran de madera rústica. Yo iba asustado durante el viaje. ¿Cómo
esos artistas —importantes muchos de ellos y otros que ya estaban en la
historia del arte en Cuba— iban a afrontar esa propuesta que les había
hecho yo, un joven principiante?
¿Qué saldría de ahí?
De pronto, los personajes de
las dos historias se fueron superponiendo en mi memoria. El entusiasmo
juvenil de Fabelo, Nelson, López Oliva, Pedro Pablo, Alicia, Moreira,
Ever, García Peña y Flora —ya cincuentones todos — era el mismo de
Mariano y Sandú, las bromas de Corratgé y Guerrero con Martínez Pedro
eran reeditadas por Nelson y Fabelo con Ever y López Oliva. La época y
los escenarios eran distintos pero sería, como lo es ahora más que nunca
el mismo afán de dar lo mejor, de fundir las individualidades en un gran
objetivo común: la Revolución.
Las "facilidades
temporales" de Guane hace muchos años que fueron sustituidas por
modernas edificaciones, los trazos que dejamos en ellas fueron borrados
por el tiempo, pero la esencia de vocación social de los artistas
plásticos no solo sobrevive sino que se acrecienta con "el tiempo,
el implacable, el que pasó"...
El mural de la Plaza, quedará
como un nuevo hito de la cultura plástica cubana y estoy seguro de que se
multiplicará por todo el país, con estos mismos artistas y con otros, de
todas las generaciones —como en los sesenta— para demostrar, una vez
más, que en nuestro país, vanguardia artística y política van de la
mano hacia el futuro.
|