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25/12/2001
Portada de hoy

Las trampas de la memoria

Un mural para el amor

FREMEZ

Viernes 5 de octubre del 2001, patio del Teatro Nacional, alrededor de las ocho de la noche. Después de dos días de tensiones y trabajos infinitos se estaba terminando el mural que al día siguiente estaría en la Plaza de la Revolución rindiendo homenaje a los mártires de Barbados y defendiendo los derechos de nuestro pueblo y de todos los pueblos del mundo. En ese momento mientras valoraba el estado del trabajo con Diana Balboa y José Omar Torres, la memoria y los azares concurrentes me tendieron una trampa: De pronto me transporté al inicio de la década de los sesenta, rumbo a Guane, en Pinar del Río, con otro grupo de artistas consagrados que integraban los pintores Mariano Rodríguez, Servando Cabrera Moreno, Salvador Corratgé, Luis Martínez Pedro, Sandú Darie, Raúl Martínez, el caricaturista Guerrero y el escultor Tomás Oliva. Eran los tiempos fundacionales, todo estaba por hacer y querían —queríamos— los artistas fundirnos con el pueblo, dar lo mejor y ser reconocidos por nuestros conciudadanos, en fin, ser profetas en nuestra tierra. El objetivo del viaje era absolutamente inédito, nos habíamos propuesto ambientar con obras de arte la primera Escuela en el Campo en Guane. Lo insólito, sin embargo, no radicaba solamente en poner obras de arte originales en las escuelas, sino que íbamos a pintar directamente en las paredes de las primeras construcciones, que se conocían en la jerga de los constructores de la época como "facilidades temporales", que eran de madera rústica. Yo iba asustado durante el viaje. ¿Cómo esos artistas —importantes muchos de ellos y otros que ya estaban en la historia del arte en Cuba— iban a afrontar esa propuesta que les había hecho yo, un joven principiante?

¿Qué saldría de ahí?

De pronto, los personajes de las dos historias se fueron superponiendo en mi memoria. El entusiasmo juvenil de Fabelo, Nelson, López Oliva, Pedro Pablo, Alicia, Moreira, Ever, García Peña y Flora —ya cincuentones todos — era el mismo de Mariano y Sandú, las bromas de Corratgé y Guerrero con Martínez Pedro eran reeditadas por Nelson y Fabelo con Ever y López Oliva. La época y los escenarios eran distintos pero sería, como lo es ahora más que nunca el mismo afán de dar lo mejor, de fundir las individualidades en un gran objetivo común: la Revolución.

Las "facilidades temporales" de Guane hace muchos años que fueron sustituidas por modernas edificaciones, los trazos que dejamos en ellas fueron borrados por el tiempo, pero la esencia de vocación social de los artistas plásticos no solo sobrevive sino que se acrecienta con "el tiempo, el implacable, el que pasó"...

El mural de la Plaza, quedará como un nuevo hito de la cultura plástica cubana y estoy seguro de que se multiplicará por todo el país, con estos mismos artistas y con otros, de todas las generaciones —como en los sesenta— para demostrar, una vez más, que en nuestro país, vanguardia artística y política van de la mano hacia el futuro.

25/12/2001

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