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![]() Predilección bien disfrutada Una mujer lleva casi la mitad de su vida en una ocupación que no escogió, aunque le viene "como anillo al dedo": delegada del Poder Popular MARIA JULIA MAYORAL "Dejar de hacer muchas cosas para uno, a cuenta de vivir pendiente del bienestar de los demás". La matancera María Cristina Sotomayor Gumá caracteriza los últimos 27 años de su vida sin arrepentimientos, aunque el empeño le haya traído algunos sinsabores en la vida familiar, que luego el tiempo, el amor y la inteligencia le han permitido subsanar.
Cuando me veo en situaciones difíciles, me gusta pedirle consejos a mi mamá, aunque a veces tengamos puntos de vista diferentes. No niega la predilección por ese camino de entrega al prójimo, pero nunca pensó permanecer tanto tiempo con la misma encomienda; primeramente en el barrio de su infancia —en el centro de Jovellanos— y luego en el reparto Horacio Rodríguez del mismo municipio, donde continúa viviendo junto al esposo y a los dos hijos, frutos de una unión por casi tres décadas, que supieron consolidar sobreponiéndose a incomprensiones y reproches debido a sus tantas horas dedicadas a cuestiones ajenas al hogar. Entre los fundadores del Poder Popular en Matanzas (allí comenzó dos años antes que en el resto del país, a modo de prueba), ella es la única mujer en activo, ocupando el mismo mandato de entonces. Cada dos años y medio, en época de postular candidatos y elegir delegados, no pocas veces ha pensado en tomarse un receso, sobre todo cuando los hijos eran pequeños y sus labores como metodóloga de Educación le imponían un ritmo de vida intenso. Sin embargo, después de todo siempre ha dicho sí a los reclamos de sus electores, aunque tuviera que levantarse de madrugada a lavar ropa, preparar comida y encaminar otros tantos quehaceres domésticos o hacer lo indecible para no faltar a las reuniones de padres. "En mi vida solo dejé de ir a dos encuentros con los maestros en la escuela de los muchachos, uno por razones inaplazables en el trabajo y otro porque estaba en el extranjero cumpliendo tareas como diputada", nos confiesa, pues integró la Asamblea Nacional durante 10 años, en las dos primeras legislaturas. VISION INTIMA Ser delegada —afirma María Cristina— requiere de mucha sensibilidad humana, quizás más de la que uno es capaz de tener. Yo aparento ser una persona tranquila, sedada; pero por dentro siempre tengo una lucha constante conmigo misma por resolver los problemas. No me gusta tener planteamientos de los electores sin respuesta. Cuando la cuestión es por falta de recursos —precisa—, uno comprende y explica. Sin embargo, te confieso, en este puesto de delegada a veces se sufre mucho, porque en algunas dependencias administrativas dan explicaciones superficiales, maltratan al público o los trabajos quedan sin calidad, y uno como representante del pueblo tiene que estar arriba de todo eso, buscándose "problemas". "Son incontables las veces que hemos discutido el asunto en la Asamblea Municipal a lo largo de todos los mandatos; ahora mismo, el pasado 28 de septiembre, analizamos la atención a las quejas de la población en nuestra sesión ordinaria, exigiendo una mejor gestión. Para mí, el Estado, el Gobierno y las entidades administrativas han mejorado sus mecanismos y estructuras para enfrentar las inquietudes de la gente; sin embargo, todavía no veo una cultura consolidada; sí, se solucionan los casos, pero siguen cometiéndose errores similares." PRIMERAS HUELLAS DE UNA VOCACION No había cumplido todavía los 12 años. El pequeño engaño al padre había resultado: firmó la planilla para que la hija fuera a alfabetizar sin darse cuenta, en el apuro por regresar a sus deberes en La Habana como primer teniente del Ejército Rebelde; luego, no podía echarse para atrás. El padre había inculcado en la chiquilla el sentimiento de estar entre los primeros para lo que le hiciera falta a la Revolución. A Palma Sola y a Hoyo Colorado, dos poblados del municipio matancero de Martí, fue María Cristina con su cartilla y el farol chino a cuestas, vistiendo el uniforme de alfabetizadora, demasiado holgado para la delgadez de su cuerpo, y con la promesa sagrada a los padres de "no rajarse". "Mis primeros alumnos fueron milicianos, enfrascados en la lucha contra los bandidos en el lomerío de esa zona. Venían con sus fusiles a aprender a escribir y a leer; la situación no permitía tomarse un descanso. Cuando terminé de alfabetizar, mis padres dejaron de dudar sobre mi madurez. Sin pensarlo mucho, al año entrante, me dejaron ir como movilizada a recoger café. En aquellos momentos no pensaba que mi futuro sería el magisterio ni mucho menos estudiar Filosofía, como lo hice después en el Instituto Superior Pedagógico de Matanzas." Aunque desde hace algún tiempo María Cristina es la directora de la Biblioteca Municipal, a cargo también de la supervisión de las otras instituciones de ese tipo en Jovellanos, no ha dejado de impartir clases a adultos cuando se lo han solicitado. En todas esas ocupaciones, y en especial en su mandato como delegada, encuentra
—según dice— un motivo íntimo de realización, porque "brindar a los demás un poco de felicidad, amor y tranquilidad, es hacerse un gran favor a uno mismo". |
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