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25/12/2001
Portada de hoy

Depredadores de buenas costumbres

FELIX LOPEZ

Sus huellas están en todas partes. De noche y a la luz del día, como si la barbarie pudiera pasar inadvertida, escriben nombres, apodos, frases vulgares y toda suerte de signos que nada tienen que ver con las pictografías que nos legaron culturas milenarias. Los de esta historia, novísimos hombres de las cavernas, niegan la civilización y desconocen de buenas costumbres...

¿A quién pudiera interesarle que "Mario ama a Farah", "Lazi es una loca", o "Isa es mala hoja"...? ¿Quiénes dejan esos mensajes desagradables por paradas, teléfonos, ómnibus y toda suerte de lugares públicos? ¿Acaso son fantasmas, seres transparentes a los que nadie ve, requiere, regaña, hace pasar una pena o se les impone una multa?

El tema sugiere tantas interrogantes como lugares escritos, rayados y maltratados existen a nuestro alrededor. Y lo más triste no es solo descubrir el daño (estético y económico) que hacen al entorno, sino la incultura y desconocimiento de las más elementales normas de urbanidad que demuestran algunos correligionarios.

Más de una vez hemos visto llegar a la Isla, fruto de la solidaridad, un ómnibus que rodó durante diez años en las calles de una lejana ciudad europea. Y en menos de un año se ha convertido en un churro, con asientos rotos, paredes garabateadas, los mismos nombres y frases que se repiten en el "Camello", la lancha de Regla, el tren de San Antonio de los Baños, el baño de Coppelia, las lunetas del cine Yara, o el muro del Malecón.

La mayoría de las veces es el propio chofer del ómnibus, que no es el dueño, quien coloca en el parabrisas la primera frase y cuelga a su alrededor fotos de mujeres en poses provocativas, anuncios y gangarrias del peor gusto. Es la primera condición para que otros hagan lo mismo con lo que queda de la guagua... ¿Lo duda? Mire a su alrededor y no tardará en encontrar un mal ejemplo.

Todo es cuestión de costumbres. Buenas y malas. Usted se ha preguntado por qué una empresa como ETECSA, con uno de los mayores parques automotores que circulan en el país, no tiene un solo vehículo con los dichosos letreritos, o promociones gratuitas a Castrol, Marex o Sony... La fórmula es sencilla. Un reglamento lo prohíbe. Y un cuerpo de inspectores hace cumplir la ley al pie de la letra.

Cuando la cordura triunfa en un lugar, además de sembrar una esperanza, la gente termina preguntándose por qué no es igual en otras partes.

Ahora mismo, un moderno tren circula a toda velocidad entre La Habana y Santiago de Cuba. Tiene alfombras y todas las comodidades de un expreso de lujo. Se imaginan cuánto desentonarían en sus vagones los susodichos mensajes, "escritos" con objetos punzantes... O cómo quedarían las cortinas de las ventanillas si dejáramos a los niños jugar con el mecanismo automático que las sube y baja... O qué será de su limpieza si al tercer mes se deja el camino abierto a fumadores y depredadores.

Decenas de veces hemos escuchado quejas públicas sobre este tema. Ninguna, que yo recuerde, habla de la multa que le impusieron a uno de los que no cuida los mismos servicios que utiliza. Ninguna se refiere al juicio ejemplarizante que se siguió contra el que se dedicaba a desprender los auriculares de costosos y modernos teléfonos. Ninguno de los graffitis reconoce que "aquí hicieron talco a fulano".

25/12/2001

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