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25/12/2001
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Martí, Che y el ALCA

MARIO JORGE MUÑOZ

La estrategia de la tan anunciada Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), es historia vieja. Los nombres han variado, las épocas y los autores también. Pero detrás de cada uno se evidencian intenciones similares: el interés de Washington de implantar su hegemonía en el continente.

Para comprenderlo solo hay que desempolvar la historia de las relaciones de América Latina con Estados Unidos. En especial, sus "tentadoras ofertas" para "salvar" las economías de la región. Sin embargo, en todos los tiempos Nuestra América ha contado con sus grandes hombres para guiar el rumbo que debían llevar los vínculos entre las naciones del hemisferio.

José Martí, esa referencia infinita que nos acompaña, ya en 1891, durante la Conferencia Monetaria Internacional, advertía que "quien dice unión económica, dice unión política". Ahí está para demostrarlo la Carta Democrática Interamericana, aprobada recientemente por los países del área, a partir de la cual se certificará quién se porta bien o mal en el hemisferio.

Han transcurrido 110 años. Y ya entonces el Maestro ponía el dedo en no pocas llagas, relacionadas con las posibles consecuencias de la dependencia económica latinoamericana de los designios de la Casa Blanca:

"Cuando un pueblo fuerte da de comer a otro se hace servir de él. El pueblo que quiere ser libre, sea libre en negocios. Distribuya sus negocios entre otros países igualmente fuertes. Si ha de preferir alguno, prefiera al que lo necesite menos", decía entonces el Apóstol.

En otra parte de su intervención, el Héroe cubano sentenciaba que "el pueblo que compra manda, el pueblo que vende sirve; hay que equilibrar el comercio para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse vende a más de uno".

La vida le ha dado la razón a Martí. Lamentablemente, servilismo y anexionismo han caracterizado las políticas de no pocos gobiernos de la región durante todos estos años, deseosos de compartir la suerte de las colonias convertidas en trofeos de la bandera de la Unión.

Por suerte, la dignidad ha sido estandarte de los pueblos latinoamericanos, verdaderos defensores de su identidad a pesar de las constantes crisis y el embate demoledor de las fuerzas del imperio.

Palabras de hoy las del Maestro, como salidas del más actualizado análisis sobre los problemas de Latinoamérica y algunas soluciones posibles: "la unión —comentaba entonces—, con el mundo y no con una parte de él contra otra. Si algún oficio tiene la familia de Repúblicas de América, no es el de ir de arria de una de ellas contra otra. Si algún oficio tiene la familia de Repúblicas de América. No es de ir de arria de una de ellas contra las Repúblicas futuras".

70 AÑOS DESPUES

Bien lo conocía el Comandante Guevara. Por eso llevó su letra a Punta del Este, Uruguay, 70 años después. Sabía que a pesar del tiempo transcurrido desde la Conferencia Monetaria Internacional de 1891, las palabras de Martí mantenían su vigencia.

Con ellas inició su discurso del 8 de agosto de 1961, ante la Conferencia del Consejo Interamericano Económico y Social de la Organización de Estados Americanos (OEA). Las intenciones de Washington no habían cambiado. Por el contrario, con el tiempo su ambición crecía.

Esta vez, la zanahoria se conocería como Alianza para el Progreso, nueva estrategia para evitar que se extendiera en la región el ejemplo de la naciente Revolución cubana. Con tal propósito deslumbraron a algunos gobiernos anunciando prebendas e invadiendo las maltrechas economías de sus países bajo estrictos condicionamientos.

"Tengo que decir que Cuba interpreta que esta es una Conferencia política, que Cuba no admite que se separe la economía de la política y que entiende que marchan constantemente juntas. Por eso no puede haber técnicos que hablen de técnicas, cuando está de por medio el destino de los pueblos", subrayaba Ernesto Guevara de la Serna al principio de su intervención.

Luego de descubrir los planes norteamericanos de aislar a Cuba de la comunidad latinoamericana, Che desnudó cómo aquel proyecto solo beneficiaría a Washington y no resolvería los graves problemas de América Latina.

"Yo no sé, pero lo calificaría como una condición colonial. Me da la impresión de que se está pensando en hacer una letrina como una cosa fundamental. Eso mejora las condiciones del pobre indio, del pobre negro, del pobre individuo que yace en una condición subhumana; vamos a hacerle letrinas y entonces, después que le hagamos letrinas y después que su educación le ha permitido mantenerla limpia, entonces podrá gozar de los beneficios de la producción. Porque es de hacer notar, señores delegados, que el tema de la industrialización no figura en el análisis de los señores técnicos. Para los señores técnicos, planificar es planificar la letrina. Lo demás, ¡quién sabe cuándo se hará!".

Con toda razón, Che se burló públicamente de la llamada Alianza para el Progreso. Ironizó sobre los "regalos" que contenían sus páginas. Hizo una radiografía y trató, por todos los medios posibles, de "abrirle los ojos" a sus colegas latinoamericanos en la Conferencia.

"¿No se tiene un poco la impresión de que se les está tomando el pelo? Se dan dólares para hacer carreteras, se dan dólares para hacer caminos, se dan dólares para hacer alcantarillas; señores, ¿con qué se hacen alcantarillas? No se necesita ser un genio para eso. ¿Por qué no se dan dólares para equipos, para maquinarias, dólares para que nuestros países subdesarrollados, todos, puedan convertirse en países industriales, agrícolas, de una vez? Realmente, es triste."

La Conferencia transcurría tres meses después de la invasión y posterior derrota de Playa Girón. La situación era difícil para Cuba. Unos meses después fue aprobado el plan Mangosta, el mayor operativo de subversión interna realizado por Washington contra una nación extranjera.

Sin embargo, Che, en nombre de la Isla rebelde, decía la verdad sobre aquel engendro anexionista ante los representantes del continente. Y la historia se repite: Cuba vuelve a decir lo que piensa sobre el nuevo proyecto hegemónico del imperio, ahora con otro nombre.

¿Premoniciones? ¿Profecías? Nada más ajeno a la realidad. Martí y Che se percataron de las evidentes pretensiones imperiales de Washington y sus futuras consecuencias. Comprendieron la necesidad de luchar con todas sus fuerzas —como escribiera el Apóstol— para "impedir que Estados Unidos caiga con esa fuerza más sobre nuestras tierras de América".

25/12/2001

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