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25/12/2001
Portada de hoy

Caprichosa Historia

FELIX LOPEZ

Un cuarto de siglo es un segmento mínimo de la Historia. Toda una eternidad cuando se vive con el dolor a cuestas. Lo dicen los rostros de quienes 25 años atrás se reunieron en la Plaza de la Revolución, inesperadamente, convertidos en hijos y familiares de mártires.

Un cuarto de siglo después, frente al mismo pedestal de virtud, honor y luz, un poeta —símbolo de la "necedad" y la ternura— proclama frente a un silencioso y conmovido mar de pueblo: "La gloria es esta levedad intensa".

Han pasado más de 24 horas de ese instante, y todavía no estoy seguro de poder cumplir con el encargo de mi editor. De las Madres Crónicas, como en la naturaleza, solo nacen pequeñas criaturas, que pueden ser bellas, pero tardan en adquirir el alma y el espíritu que las engendran.

La verdadera crónica de este 6 de octubre ya está escrita. Con un millón de estilos diferentes. Todas, eso sí, inspiradas en sentimientos de amor y paz, rindiendo culto a la memoria y la esperanza, forjadas en la solidaridad y en el dolor propio, o la desgracia ajena. Así es Cuba.

Cómo contar lo que ya una vez te estremeció hasta los huesos. Un toque de silencio que se antoja eterno, poco después de que Fidel, como un vigía, apareciera en lo alto de la Plaza, extendiendo su mirada al infinito. Y desde allá, en el lejano horizonte donde los apretados hombros no permiten avistar tierra, regresa el eco perfecto del Himno de Bayamo.

Un líder universitario viene a recordarnos la verdadera dimensión de la memoria. Y sus palabras llevan de fondo el ir y venir de pinceles y canciones. El arte, como nos enseñó John Lennon, puede ser un símbolo universal de paz y de diálogo, donde el hombre encuentre su realización más plena y trascendente.

De ese mundo de sensibilidad, pero matizado de orfandad y dolor, vienen los recuerdos de Carlos Alberto Cremata. Más de una vez estuvo en esa Plaza cargado sobre los hombros de su padre. La persona más alegre y amante de la vida que él había conocido. Uno más entre las 73 víctimas de aquel horrendo crimen de la contrarrevolución y el odio.

Pero tanta maldad e intimidación fueron inútiles. Nada pudo impedir que cada uno de los hijos de esos mártires siguiera el camino de sus seres queridos: amar, construir y ser ¡libres! ha sido brújula y susurro eterno en aquellos adolescentes y niños que crecieron con dolor y rabia, pero sin sed de venganzas.

Los homenajes son imposibles sin los símbolos. Lo sabemos quienes enmudecimos ante las palabras de Giustino Di Celmo, padre de Fabio, el joven italiano que murió el 4 de septiembre de 1997, en uno de los atentados terroristas a los hoteles de La Habana.

Los homenajes son también imposibles sin los héroes. Los vivos y los muertos. Desde los cinco patriotas encerrados en una cárcel de Miami por luchar contra el terrorismo (maldita ironía), hasta el Juan Miguel de pueblo que le recordó al mundo toda la dimensión de la palabra Padre.

Al homenaje de este sábado, nos convocó también la más humana cualidad de un revolucionario: la de sentir en lo más profundo la injusticia cometida contra cualquier ser humano de este mundo. No es nada casual que al fondo de la Plaza, como quien se dispone a librar el próximo combate, el Che Guevara siga advirtiéndonos que solo existe un lugar y un tiempo posibles para el reencuentro: "Hasta la victoria siempre".

Es la Historia, caprichosa..., como nos advirtió Fidel al inicio y final de su discurso, la que nos impone el reto de estos grandiosos homenajes. Homenaje a nuestros hermanos muertos en Barbados, convertidos de mártires en símbolos de la lucha contra el terrorismo. Homenaje a las miles de personas inocentes que murieron en Nueva York y Washington.

Mientras repaso mis notas y otros recuerdos del histórico sábado, una noticia indeseada me causa dolor y desconcierto. La guerra contra Afganistán ha comenzado. Y esta vez no es por capricho de la Historia.

25/12/2001

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