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25/12/2001
Portada de hoy

El golpe más duro a mi familia

Diálogo con la hermana de uno de los laureados esgrimistas, víctima de aquella vil "estocada" por la espalda, en pleno vuelo

Texto y foto: PASTOR BATISTA VALDES

LAS TUNAS.—Con 44 años de edad, ahora Carlos Leyva González pudiera ser un destacado entrenador de esgrima en la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar (EIDE) de Las Tunas. Y —desde luego— en tal caso esa escuela no llevara hoy su nombre. Pero también pudiera ser Comisionado del deporte o quién sabe si hasta uno de los tantos cubanos que forman como deportistas a niños y jóvenes en otras partes del mundo...

A simple vista lo anterior pudiese parecer mera suposición. Pero cerebros enfermos, adictos al terror, tejieron el crimen que hace 25 años (6 de octubre de 1976) terminó haciendo estallar en pleno vuelo a un avión de Cubana, con 73 inocentes personas a bordo.

Carlos —al centro— al finalizar una sesión de entrenamiento.

Carlos fue uno de los que devoró el mar, dentro de la saboteada aeronave, frente a una playa paradójicamente llamada Paradise (Paraíso), en las costas de Barbados.

NI CON EL TIEMPO SE COAGULA EL DOLOR

"Ha pasado un cuarto de siglo, pero siempre estos días me ponen extremadamente mal —reconoce Maricela Leyva González, una de las hermanas de Carlos— me deprimo mucho, sobre todo cada vez que imagino la explosión del avión en el aire o escucho la interrumpida comunicación de los pilotos con la torre.

"Es el golpe más duro que ha recibido mi familia —prosigue con sombrío acento en la voz— Mi mamá quedó traumatizada para siempre; recuerdo que después no pudo seguir en su trabajo: afirmaba que veía a mi hermano en la puerta de la oficina, tal y como él acostumbraba a hacer cuando iba a verla allí. Finalmente mamá murió, con todo ese dolor por dentro, hace seis años... hizo una trombosis cerebral.

"Mi padre había muerto desde 1979, tres años después del sabotaje; sufrió un infarto masivo. Tampoco había logrado reponerse nunca. Recuerdo que antes del viaje a Venezuela, Carlos me pidió que me sentara sobre la maleta para cerrarla. Mi padre pasó cerca, se detuvo y le aconsejó dulcemente: Ten cuidado en todo el viaje Carlos Chicho (como él le decía), mira que el mundo está convulso y revuelto...

"Mi hermano le respondió que no se preocupara, que la muerte llega por sí misma en cualquier momento, sin uno buscarla. Y mi padre se quedó mirándolo así, de una manera muy triste, con una expresión extraña, como si se estuviera despidiendo de él para siempre."

¿HASTA CUÁNDO?

El diálogo tiene lugar en la pequeña sala del hogar: la misma donde cientos de veces Maricela ha dejado todos los quehaceres pendientes para sentarse a escuchar al hombre que más admira en este mundo: a Fidel... la misma sala donde por estos días, a raíz de los últimos sucesos en Estados Unidos, se ha preguntando hasta cuándo habrá en el mundo terrorismo: ese fenómeno hasta hace poco tan abstracto y desconocido para miles de madres y familias norteamericanas que ahora, en cambio, gimen con el pecho desgarrado.

"Estamos invitados —me dice tras liberar un hondo suspiro— a la tribuna de este sábado. Mi esposo y yo estaremos allí. Aquel día, hace 25 años, cuando habló Fidel luego del crimen en Barbados, estábamos juntos en la Plaza mi madre, mi padre y yo. Ahora ya no es posible, pero será como si estuviéramos todos allí, escuchando lo que tiene que enseñarnos y decirnos el Comandante en Jefe."

Media un brevísimo intervalo de silencio, al cabo de cual agrega que para este sábado —triste, pero oportuno para que la injusticia no deje de temblar— de algún modo estarán espiritualmente allí también sus hermanos por parte materna y paterna, los demás familiares y ese hijo suyo, William, nacido precisamente un 6 de octubre (de 1975) y quien a lo largo de los 26 años que completará ese día no recuerda haber saboreado jamás —como otros niños— el placer de una fiesta de cumpleaños...

Y todo porque justamente el día en que el pequeño William se disponía a celebrar su primer añito, la maldad humana —posada en los carriles de la muerte y del terror— cobró otras 73 vidas, entre ellas la de su tío Carlos, a quien ahora él sólo puede alcanzar con el recuerdo, mirando aquella foto, rodeada siempre de ternura, en lo alto de la sala del hogar.

Publicado: 6-10-2001

25/12/2001

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