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![]() El reto de bailar bien TONI PIÑERA Con el ánimo de presenciar otra buena función de la corta temporada concierto del Ballet Nacional de Cuba sobre las tablas de la sala García Lorca —la del viernes, según contaron los espectadores, fue excelente— ocupé la butaca de la prensa en la tercera fila del lateral izquierdo (nada buena para los críticos) pues se ven muy de cerca las imprecisiones y no se acapara, a veces, de conjunto el espectáculo. En abril de 1997, la primera bailarina María Elena Llorente, vestida de coreógrafa por segunda ocasión, entregaba su versión sobre la original de Petipá del grand pas de La bayadera. Atractiva puesta, cuyo ambiente está enriquecido con los diseños de Salvador Fernández y donde emerge un saber plantear ideas. Lástima que el cuerpo de baile, en particular el elemento femenino, estuviera tan desafortunado en esa función, así como la labor de conjunto, lo que hizo opacar el espectáculo. No así los muchachos que sin llegar a la perfección hicieron una mejor labor en sus solos. En los papeles protagónicos, la destacada bailarina principal que es Anissa Curbelo (Gamzatti), dio, como es costumbre, todo en la escena pero mostró ciertas imprecisiones en el baile —algo extraño en una artista tan segura como ella—, debido en parte a la sustitución de última hora ya que en el programa rezaba el nombre de otra pareja: Galina Alvarez/Oscar Torrado. A su lado, el joven Maikel Acosta fue un seguro acompañante, quien destacó, además, en su baile. El reto, obra de Hilda Riveros, fue sin duda uno de los momentos altos de la función, que alcanzó gran vuelo en la interpretación de Idania La Villa, quien ofreció una excelente labor donde combinó técnica-actuación. El muy joven Harold Quintero vistió también sus mejores galas en el protagónico, aunque debe hacer más hincapié en el terreno interpretativo para lograr un personaje más perfecto. El cuerpo de baile, integrado en su gran mayoría por los más noveles bailarines del BNC, hizo un esfuerzo loable y tuvo algunos instantes destacados, pero como factor esencial de la puesta no logró transmitir las distintas "temperaturas" de la obra que van desde la fuerza hasta el lirismo. El pas de deux del tercer acto de La bella durmiente vino de la mano de los bailarines Laura Hormigón/Nelson Madrigal quienes, a pesar de entregarse a la difícil prueba, no se hicieron sentir, además de que el baile de ambos resultó por momentos lento, falto de coherencia, siendo muy visible la incomodidad en las cargadas (fish). Sin pretender hallar justificaciones, era la segunda ocasión que ambos lo interpretaban y la primera que bailaban juntos un papel de muy reciente incorporación, que deben acomodar más. Para cerrar la función pasó
el tercer acto de Don Quijote, esa fiesta de colorido, música y baile,
donde han dejado sus mejores huellas las figuras del BNC. La joven Hayna
Gutiérrez volvió a demostrar desenfado y seguridad en la Kitri,
comportándose como toda una experimentada artista. Lo más significativo
de la pareja protagonista, al lado de Víctor Gilí, fue la alegría
desplegada y el baile de conjunto. El atento y solícito partenaire, todo
un artista en mayúsculas sobre la escena, debe comprender que hay
físicos que no soportan estar pasados de peso, algo en lo que debe poner
más atención para seguir siendo una de nuestras más importantes figuras
del ballet. |
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