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El automóvil, una lectura
cultural
Quizá sea el mito por
antonomasia del siglo XX, en tanto en sí mismo encarna el progreso y su
negación, la velocidad y el despilfarro, la notoriedad y el anonimato, el
poder y la nada. La posesión del último modelo, por obra y gracia de los
arrebatos de la sociedad de consumo, se ha convertido en una desenfrenada
carrera que va dejando atrás cementerios de chatarra y la atmósfera
contaminada de hidrocarburos. En una fantasía futurista, nada
descabellada, el combustible era la sangre del conductor y el vehículo
una versión mecánica de Drácula.
Tal es la gloria y la miseria
del automóvil. El ciclo de su diseño, construcción, uso y desuso
constituye una referencia cultural inevitable para entender el perfil de
las sociedades contemporáneas. Y de eso trata justamente el empeño del
fotógrafo italiano Martino Fagiuoli y el crítico de arte cubano
Alejandro G. Alonso al concebir el ensayo gráfico y literario Automóviles
del sueño americano en Cuba, publicado por CV Export, Divisione
Libri, y que se hará acompañar, en su presentación el próximo martes a
las 10:00 a.m. en la Plaza de San Francisco, bellamente restaurada y
cuidada por la Oficina del Historiador de la Ciudad, por un desfile de
vehículos de época.
Fagiuoli ejerce el oficio
fotográfico con la contumacia de un entomólogo y la capacidad lírica
del amor. Tanto ojo foráneo ha hecho de ese museo rodante que circula por
nuestras calles y carreteras una especie de estigma jurásico, que llega
el momento en que el estereotipo, por serlo, se descalifica. Portadas de
libros, carátulas de discos, anuncios turísticos, películas, menciones
publicitarias han asociado Cadillacs, Dodges, Plymouths, Pontiacs y
Chevrolets a meros referentes folclóricos, cuando no a síntomas de
decadencia en un entorno social que supuestamente se fagocita a sí mismo.
Al margen de las imágenes, el
artista, en este caso, pone sus reglas de juego: "Las personas, con
su ritmo y alegría de vivir, a pesar de las dificultades para superar sus
múltiples problemas, dispuestas siempre para tirarte un cabo o
para organizar una fiesta o una comida, con mucha facilidad para hacer
amistad, me hacen sentir incómodo ya que estoy acostumbrado a la frialdad
de nuestra sociedad". Fagiuoli entra en el calor y el color
cubanos mediante su pesquisa. El automóvil es la punta del iceberg de
unas relaciones socioculturales en las que valores como los de la
solidaridad y la creatividad salen adelante, incluso hasta en el delicioso
delirio que Alonso subraya al describir, entre los usos actuales, la
escena de un casamiento: "Llega una pareja decidida a legalizar su
relación; él viste pantalón y camisa de mangas largas, a lo sumo porta
un traje de calle con corbata al cuello. Siempre atuendos informales si se
comparan con el de la novia que va de vestido largo, tules, gasas,
encajes, velo y larga cola; desciende ceremoniosamente de un enorme y
espléndido automóvil americano —descapotable— producido hace más de
40 años, que se ha abierto paso entre la multitud que vitorea a la novia,
gracias a una estruendosa bocina que toca la Marcha Nupcial de Lohengrin,
de Wagner". ¿No es acaso esta una estampa del barroco cubano, digna
de la recreación del mismísimo Carpentier? (P. de la H.)
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