A 25 años del crimen de
Barbados
El terrorismo también
azota al deporte
OSCAR SANCHEZ
Junto a la lógica y esperada
reacción mundial de solidaridad y dolor por los atentados que sacudieron
y enlutaron al pueblo estadounidense, se ha destapado otra reacción a
escala universal: la casi total vulnerabilidad de las naciones o entidades
ante ataques de esa naturaleza.
El Comité Olímpico
Internacional (COI) ya anunció que tomará medidas muy severas que
garanticen la seguridad durante los Juegos Olímpicos, tanto de verano
como de invierno. Por cierto, una ciudad estadounidense, Salt Lake,
acogerá la justa invernal el venidero año.
Lo cierto es que el movimiento
deportivo ha sido blanco de embates fuera de sus reuniones cuatrienales.
Cuba sufrió la pérdida de su
equipo juvenil tras el atentado terrorista, organizado por la Fundación
Nacional Cubano Americana en el propio territorio de Estados Unidos, y
cuyos autores aún no han recibido el peso de la justicia. Los sueños de
aquellos muchachos, ganadores de todas las medallas de oro en el
campeonato centro caribeño, celebrado en Venezuela, estallaron en el aire
cuando el avión que los conducía de regreso a la Patria cayó en el Mar
Caribe.
Lo que se conoce como el
crimen de Barbados, del cual se cumplirán 25 años este sábado, si bien
ha sido el más horrendo atentado contra el movimiento atlético mundial,
lamentablemente no es el único.
Los deportistas cubanos
tuvieron que enfrentar bajo amenaza de bombardeo una travesía para llegar
a las costas de San Juan, Puerto Rico, en 1966 con el único objetivo de
defender su derecho de competir como lo consignan la reglas del COI.
También han tenido que
soportar verdaderos acosos, que rozan con el abuso y atentan contra el
descanso en sus competencias, con el fin de lograr la deserción dentro de
sus filas.
El panorama actual del
deporte, con la exagerada comercialización, ha desatado un verdadero
terror, expresado en la migración deportiva y en el uso de sustancias
prohibidas, las que por cierto ya han cobrado varias víctimas al alterar
el funcionamiento del organismo humano.
Como si fuera poco, el señor
dinero ha convocado a las sobreventas de estadios para presenciar un
espectáculo deportivo y avalanchas humanas han sembrado en diversas
latitudes del planeta verdaderos campos de cadáveres. Agregue, además,
que la xenofobia y el racismo en esos recintos cargan a sus espaldas la
responsabilidad de incidentes fatales.
El terrorismo, en cualquiera
de sus formas, es censurable venga de donde venga; sus motivos no
justifican la crueldad, mas una verdadera lucha contra ese flagelo que
azota a la humanidad no solo tiene que ser universal en su enfrentamiento,
sino también en cualquier resquicio social por donde puedan brotar
sentimientos tan irracionales como los que acabaron con la vida de miles y
miles de estadounidenses el pasado 11 de septiembre en Nueva York y
Washington.
El deporte debería acudir a
su función de paz, dado su arraigo y su expresión de las más diversas
nacionalidades, para tanto o más que proteger la reunión cumbre, meditar
en cómo aportar a una batalla universal que, sin armas ni a costa de más
vidas, tiene la histórica misión de vencer al terrorismo.
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