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 Novela teatral ROGELIO RIVERON Las ediciones Alarcos, patrocinadas por la revista Tablas, del Consejo Nacional de las Artes Escénicas, han asumido con gran tino la necesidad de publicar teatro en forma de libros. Este esfuerzo periódico permite recuperar textos que, de otro modo, entrarían, tras la puesta en escena, en un sueño corrosivo, olvidadizo. Los dramaturgos cubanos, que carecían de esta opción, pueden ahora ver sus obras en letra impresa, mientras que el lector
—esa especie de testigo y juez— tiene otra posibilidad: la de mover él mismo a los personajes, en un juego a través, exclusivamente, de la palabra.
El baile, obra en un acto de Abelardo Estorino, publicada en el 2000 por las Ediciones Alarcos, es una admirable pieza, vista también como literatura. Prescindiendo de la escena, nos quedan el texto y la poesía
—patética, sobrecogedora— de un verbo que sabe a dónde se dirige, que no se hace a un lado para ceder la senda a los efectos literales de la dramaturgia.
Leer teatro, ya se sabe, puede empujarnos al deseo de verlo. Lo que se urdió pensando en la escena tiene otro tipo de
vida, quizás más inmediata, pero esa verdad no anula esta otra: la dramaturgia leída nos deja el tiempo de la imaginería y el de la reflexión retroactiva. Nos da, además, otro ritmo, personal, aplacado. Leer
El baile se convierte en un ejercicio novelístico, gracias a sus caracteres de nitidez precisa, a las contradicciones en que Estorino los enrola y a la atmósfera libresca que uno intuye en cada vuelta de página.
Se ha dicho que esta es una obra sobre la soledad. Que se detiene, por demás, en el choque del individuo con las frustraciones y consigo mismo. Y quizás tendría que añadirse que alude a lo tremendo de buscar lo que no merecemos y, al mismo tiempo, aquello que tampoco nos merece. Los personajes de este libro, empeñados por momentos en parecer fantasmas, arrastran una vida que desciframos en lo que tiene de símbolo y en lo que tiene de espejo, aún cuando nuestros rostros no hayan entrado de lleno en el cristal.
Publicar teatro, quiero decir, libros de teatro, es un acto que debe superar la intención bibliográfica. No se hace únicamente para preservar un patrimonio, sino también, para prolongar el movimiento más allá de la escena. La lectura de
Hamlet es ahora tan importante como ver representada Hamlet. Las Ediciones Alarcos, de la revista Tablas, y el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, no parecen haber surgido con la única idea de hacer justicia al texto teatral. En su gestión se ve implicada igualmente la decisión de hacer cultura.
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