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Antes del primer aplauso

AMADO DEL PINO

Esta noche se abre el telón. El X Festival de Teatro de La Habana es ya una realidad palpable. Varios factores permiten adelantar la palabra optimismo en relación con la cita. A primera vista, la muestra internacional ofrece variedad y rigor, aunque habrá que seguir luchando porque regresen a nuestra capital compañías y figuras que hicieron época en otros festivales.

Saludo también el concepto de programación por circuitos, lo cual ayuda a caracterizar y promover. Aunque se presentará un número respetable de funciones, la cartelera de la fiesta no llega al gigantismo ni padece la abrumadora dispersión de otras ocasiones.

Muy estimulante para los teatristas y su público resulta el regreso a los espacios más codiciados de espectáculos producidos fuera de la capital. Pueden servir de ejemplo la presencia de Teatro Escambray en la legendaria sala Hubert de Blanck los días 27 y 28. También gratifica la presencia del Guiñol de Santiago y el de Guantánamo en la acogedora sala de la compañía nacional de este género.

Ahora que La Habana se inunda de montajes y comentarios, de actores y espectadores en fecundo diálogo, es bueno recordar algo de la historia de estas citas. En enero del 80: la primera edición significó un síntoma de la mayoría de edad de nuestra escena. El encuentro se proponía también abolir divisiones artificiales entre las distintas formas de ver la creación teatral en Cuba. Durante todos los 80 estuvieron sobre las tablas habaneras figuras tan importantes como el ahora Premio Nobel italiano Darío Fo o la electrizante actriz brasileña Denisse Stoklos.

Ahora vuelven a tener una presencia significativa países que han aportado mucho al Festival de La Habana. Argentina está con varios colectivos y de ese país quedan recuerdos imborrables como el formidable juego teatral del Clu del Claun, que pudimos disfrutar en el 87. Por cierto, mucho se espera esta vez de Por mis alas, una puesta del Teatro de las Nobles Bestias que podrá verse este sábado y domingo en la sala El Sótano.

Apoyo que la muestra nacional sea más breve en esta ocasión, aunque puede caracterizarse aún más. Todo parece indicar que no hay una definición precisa del ciclo creador que el Festival acoge y estimula. Junto a títulos casi antiguos, se anuncian otros muy recientes y hasta alguno que se estrenará en el Festival. Fijar esos límites y distinguir bien los objetivos de este evento internacional y los del Festival Nacional de Camagüey, debe ser una meta para este y, sobre todo, para las próximas confrontaciones.

Hasta el 30 La Habana será un hervidero escénico. Por suerte en esta ocasión el gran banquete llega después de una intensa temporada escénica. No haríamos nada con repletar espacios cada dos años si día a día no estalla en todo el país la irrepetible magia del teatro.

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