 A pocos días de los Grammy Demanda latina en el pentagrama ROLANDO PEREZ BETANCOURT A pocos días de celebrarse en la ciudad de Los Angeles la ceremonia donde se entregarán los Grammy Latinos, vuelve a relucir un viejo y polémico tema: en sentido general, los artistas hispanos ganan mucho menos que los norteamericanos.
No solo sucede en esa gran industria que es la música tejana, afirman los implicados, sino también en las esferas del pop y en la llamada salsa.
Los antecedentes del conflicto se remontan a los años 50, cuando quedaron establecidos unos contratos que si para la época parecían
"aceptables", han perdido por el camino buena parte de sus tintes más decorosos.
Algunas disqueras cumplen los postulados de aquel Acuerdo de Sellos de Grabaciones Fonográficas de hace medio siglo, pero otras, como Sony Discos, EMI Latin y Wea Latina lo olvidan, dijo a la AP Michael Muñiz, director para la organización de músicos latinos de la Federación Norteamericana de Músicos.
Los acuerdos comprenden honorarios profesionales según el talento, pago de los impuestos del seguro social, parte de las ventas, pensiones y seguro de salud.
"Los artistas tejanos y latinos han hecho ganar mucho dinero a los sellos y vamos a llamarlos a contar", fueron las palabras del representante demócrata Ciro Rodríguez, quien ha convocado una audiencia para el próximo 8 de septiembre en Los Angeles.
Según la misma fuente, los músicos tejanos se quejan de que hay disqueras que contratan a productores intermediarios y esto les abarata los presupuestos en detrimento de los artistas.
Por el momento hay sellos interesados en participar en la audiencia prevista por la bancada congresional hispana, pero otros, quizá apoyados en el hecho de que esta no dispone de autoridad reguladora, se han hecho los desentendidos.
"Ellos miran a los músicos de aquí como ciudadanos de segunda clase que acaban de salir del establo", dijo el percusionista Henry Brunt, quien trabajó junto al desaparecido Tito Puente y con Marc Anthony.
La polémica trae a la palestra el impacto que en los Estados Unidos tiene la música latina.
Según datos de la Asociación de la Industria Discográfica de América (RIAA en inglés) el nivel de venta anual se mantiene en un promedio de 50 millones de unidades. Contrario a lo que pudiera pensarse, a juzgar por la explosión de la industria disquera en Miami y el mucho ruido de la propaganda que en esa ciudad se origina, allí solo se consume el 4,2 por ciento de las ventas totales de la música latina en los Estados Unidos.
El gran comprador sigue siendo el público de Los Angeles y Nueva York. La primera con un alto por ciento sustentado en la adquisición de música regional mexicana.
Lo cierto es que detrás de las figuras ya establecidas de la música hispana en los Estados Unidos, ese gran rostro integrado en un primer nivel de publicidad por los rasgos de un Julio Iglesias o Ricky Martin, marcha una legión de más de
110 mil artistas latinos integrados en la Federación Norteamericana de Músicos.
El descontento de una parte apreciable de ellos debe enarbolar verbos en esa audiencia moral, aunque sin autoridad, que tendrá lugar el día 8, a setenta y dos horas de los Premios Grammy.
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