![]() |
Una cubana en Belice La muerte se aleja en Orinyua Freddy Pérez Pérez
Descubrí a Gisela, por pura coincidencia del azar periodístico, cuando realizaba un trabajo en el hospital rural de Salgacero, del municipio de Jesús Menéndez, al preguntar por la cifra del colectivo. Me dijeron: son 122; pero falta una doctora de esta plantilla, que se encuentra en cumplimiento de una misión en Belice" Era obligado, entonces, comenzar el reportaje con ese noticioso dato, que establecía un puente de solidaridad y de amistad entre ambos países. Así empezó lo que ahora ve la luz pública, tras una larga espera por las fotos, para ilustrar su colaboración. Parece que la casualidad fue cómplice para lograr mis propósitos reporteriles: entrevistar a la galena en Medicina General Integral (MGI) de Vedado -6, cuando viniera de vacaciones a Cuba. La inmensa suerte coronó el objetivo. Un día establecí contacto telefónico con esa instalación asistencial, única de su tipo en la provincia, para indagar la evolución de un paciente ingresado, y Sandy Parra, jefe de Recursos Humanos en el centro me dijo: ¿Sabes quién está aquí en estos momentos?, Gisela. Le estamos ofreciendo un modesto homenaje de recibimiento, con un motivito sencillo; pero grande, como es la ayuda que le presta a los hermanos beliceños". No quería interrumpirle ni un segundo el ágape de cariño y de ternura que brindaban sus compañeros de faena en esperado reencuentro; mas no podía perder la oportunidad de saber, aunque fuera brevemente, de sus vivencias en aquella nación. Apenado, porque no la conocía personalmente, solicité que viniera al teléfono y accedió a dialogar unos minutos. Me va bien, a pesar del enorme sacrificio; pero una se siente satisfecha cuando le tiende la mano a los más pobres y necesitados de otras partes del mundo, que no tienen los niveles de salud de nuestro país. He vivido experiencias inolvidables en las inhóspitas aldeas beliceñas. Primero recicibimos en la capital una caracterización de la geografía donde actuaríamos, del cuadro epidemiológico, el idioma, de las costumbres y de las tradiciones de las comunidades hacia donde sería desplazado el primer grupo de hombres y de mujeres de batas blancas, recién llegados a aquella isla hermana. ¿Cómo fue el encuentro con la realidad? Enseguida comenzamos a conocer enfermedades inexistentes acá, que solo dominábamos por el estudio de la literatura médica cursada en la Universidad. Caminábamos enormes distancias para atender a enfermos sin recursos económicos en las más apartadas zonas rurales. ¿Y los resultados? En la misma medida en la ayuda cubana se fue consolidando, comenzó a disminuir la elevada tasa de mortalidad infantil y materna, debido a la desatención sanitaria y a la carencia de centros asistenciales y de profesionales dispuestos a subir y bajar lomas frías y calientes para luchar contra la muerte. En aquel casi impenetrable medio hostil, lo mismo te encuentras con un paciente con crisis hipertensiva, con una embarazada que pare en su "casa", que con un herido o asmático a cualquier hora del día o de la noche... La joven Médico de la Familia recuerda la nostalgia por la lejanía de los suyos y la alegría al recibir correspondencia de Cuba pues "mantengo una constante comunicación con Rubén Escalona, mi esposo, con mi hija Lisbet, de siete años, con mis padres y demás familiares y compañeros de labor. Esos son sentimientos que se conjugan con la satisfacción de hacer algo útil por los más desposeídos de la Tierra". ¿Piensas en el retorno? Ya estoy casi preparando las maletas para regresar, después de llevar seis años en este hospital de Salgacero y volver a experimentar la ausencia del colectivo laboral y de las numerosas amistades; pero allá también me necesitan. Efectivamente, días después, Gisela retornó a Orinyua, paraje en el cual lleva 19 meses, lo suficiente para erigir un monumento a la solidaridad y la amistad entre los pueblos, que el paso del tiempo no podrá destruir. Periódico 26. http://www.periodico26.cu/ |