Hace algunos años, la Federación Internacional de
Voleibol (FIVB), hoy con 218 instituciones nacionales afiliadas, inició un plan para
llevar este deporte a los más recónditos lugares del planeta, especialmente a
continentes bien atrasados en su práctica, como Africa.
Voleibol 2000 significaba una luz de esperanza para
naciones de escaso desarrollo en su interés por estrechar la brecha que las separa de los
líderes. Ayudas técnicas y de otra índole salieron a la palestra, apoyadas por la
propaganda, pero en nuestros días la posibilidad de integrar la nómina de la Liga
Mundial, aún cuando aumentó de 12 a 16 contendientes, continúa vedada para los
africanos.
A la luz de aquellas promesas de impulsar el voli en
todo el planeta es contradictorio lo que acontece en la actualidad: destacados jugadores
de países sin renombre son comprados por selecciones de alto rango, en una carrera por
escalar a posiciones de lujo en competencias internacionales.
Habló, por ejemplo, del venezolano José Matheus. Por
primera vez el plantel sudamericano aparece en el listado de la Liga, pero Matheus, su
mejor hombre con 24 años de edad, no vestirá la camiseta de la tierra en que nació,
porque accederá a un contrato en España.
Sin embargo, según lo estipulado por la FIVB, el
hispano-venezolano deberá esperar hasta el 2003 para unirse a la selección nacional de
España.
No queda descartada la posibilidad de que Matheus siga
los pasos de algunos antecesores que, contrayendo matrimonio en otro país, consiguen que
la correspondiente federación nacional les acorte el tiempo de espera para acceder a su
liga. ¿Acaso un joven de 24 años, en plenitud de condiciones, aguardará fuera de la
cancha la llegada del 2003?
El nacimiento de diferentes ligas profesionales y la
participación en ellas de voleibolistas de distintas latitudes trajeron aparejado un
cambio en las relaciones interpersonales, mas ello no debe servir de pretexto para ignorar
el esfuerzo realizado por un país en la formación de sus deportistas. Es lógico que
quienes contribuyan a forjar esas figuras también quieran verlas brillar en favor de su
pabellón patrio.
Si la FIVB proclama la necesidad de impulsar el voli en
las naciones pobres, ¿cómo puede esta idea abrirse paso si cuando surge un José Matheus
en algunos de nuestros pueblos quieren llevarlo de inmediato a Europa? Es precisamente
Europa el continente más poderoso en el contexto internacional de este deporte.
¿Se respeta hoy a las federaciones nacionales cuando
se oponen a que les roben sus talentos? La propia FIVB debía amparar el derecho de los
países sobre sus deportistas, porque por este camino de regateo internacional, las
selecciones fuertes y con recursos económicos siempre dispondrán de los débiles, que
suman una inmensa mayoría en la entidad rectora de la malla alta.
De las 16 selecciones escogidas para participar en la
venidera Liga, no llegan a diez las integrantes del grupo puntero en el orbe, otro tanto
indica el listado de las escuadras femeninas en el Grand Prix. Igual ocurre en campeonatos
mundiales, copas de campeones o copas del mundo.
Hace años que el voli internacional lo liderean pocos
equipos, pero el camino para un desarrollo más parejo no será el de seducir con dinero.