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Premios, entre humor y reflexión

TONI PIÑERA

Arístides Hernández, más conocido como ARES, repitió la "hazaña" de la décima edición, cuando en esta 12. Bienal Internacional del Humor de San Antonio de los Baños ganó el Gran Premio, por los dibujos presentados en el encuentro, y el conjunto de obras concursantes, de la cual el jurado valoró la originalidad de los temas y su excelente factura.

do6-1.jpg (11866 bytes)Ares obtuvo el Gran Premio por su conjunto de obras en la Bienal, Tomy el de sátira política, con Milenium, y Calarcá (Colombia) el de caricatura, por la pieza Cantinflas.

Un jurado internacional presidido por el laureado artista cubano Manuel Hernández e integrado por otras personalidades de Italia, Estados Unidos, España, Irán y Cuba decidió entregar los galardones a: Tomás Rodríguez (Tomy), de Cuba, por la obra Milenium, en sátira política; Juan Francisco Aloy (Cuba), por Reflejos traicioneros, en humor general; José A. Herrera (Calarcá), de Colombia, por la pieza Cantinflas, en caricatura personal; Janler Méndez (Cuba), por la obra s/t, en historieta, mientras que en fotografía quedaron desiertos los tres primeros premios.

El segundo y tercer lauros en sátira política de esta duodécima edición fueron para Angel Boligán (Cuba), por La trampa, y para el ruso Pyotr Kulinich, por su pieza s/t, respectivamente; en humor general correspondieron a Julio A. Ferrer (Cuba), por Me llaman La ley de ajuste, el segundo, mientras que el tercero fue compartido entre Vladimir Kazanevsky, por la serie Descabezados, y el colombiano Raúl Fernando Zuleta, por su trabajo s/t. En caricatura personal se lo adjudicaron a David Pugliese (Argentina), por Jimmy Hendrix, y Angel Boligán (Cuba), por Fox, respectivamente; mientras que en historieta recayeron en Alfredo Martirena (Cuba), por Ironía, y en Raimundo Rucke (Brasil).

 

UN RECORRIDO POR LA MUESTRA

El tiempo ha pasado, y aquel proyecto de la villa del humor, a pesar de las dificultades, se ha podido sostener gracias al esfuerzo del Gobierno, el Partido de la región, de la UPEC y el propio pueblo de San Antonio. Hay, en primer lugar, que aplaudir su contiuidad, pero es necesario reflexionar si esta Bienal es una ceremonia reedificada que se repite como un hábito, o un encuentro que crece.

Una mirada por la muestra-concurso, abierta nuevamente en el Museo del Humor de San Antonio —primera institución de su tipo en Cuba y en América Latina—, deja ver sin ningún chouvinismo, la abrumadora participación de los creadores cubanos en ese mar de humor. Aunque más allá de la factura técnica de la mayoría de estas obras que destacan en el envío, no siempre los temas abordados son los más interesantes. Hay incluso, escasez de temáticas importantes de sucesos acaecidos en este período.

La Bienal convoca irremediablemente a recordar encuentros anteriores, principalmente en la década de los 80. Hay que caminar y "registrar" exhaustivamente el Salón para encontrar esa pieza extraordinaria, en la que vibre el verdadero concepto del humor. Las obras llegadas de los otros países socialistas casi son inexistentes, y sus temas inocuos. Abundan los chistes de almanaque y hasta trabajos triviales, de pobre realización que no debieron ser seleccionados en un encuentro de renombre internacional, además de que son evidentes las ausencias de firmas reconocidas en este terreno —salvo raras excepciones.

Tampoco faltan los trabajos de destacado valor, en los que salen a flote soluciones y metáforas gráficas, donde saltan a la vista la relación contemporánea del humor con formulaciones de la pintura, la artesanía, el diseño gráfico, el grabado y hasta el séptimo arte. Sumando las exposiciones abiertas en diversos puntos de la capital, los ciclos de humor en el cine, los talleres internacionales, las conferencias de los jurados y los espectáculos humorísticos se conforma el rostro de una Bienal de pueblo y única en el continente que debe mantenerse viva.

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