Desde que se produjo el colapso
del socialismo en la desaparecida Checoslovaquia, la actitud de los nuevos dirigentes
políticos procedentes en su mayoría de la desaparecida disidencia
antisocialista estuvo caracterizada de manera sistemática por una marcada actitud
anticubana. Y ello es comprensible si se tiene en cuenta que el mencionado colapso en ese
país, al igual que en otros países ex socialistas europeos, tuvo lugar en el contexto de
una profunda histeria antisocialista.
Esta actitud se mantuvo permanentemente durante todo
los gobiernos postsocialistas en este país que estuvieron encabezados por fuerzas
de derecha y anticomunistas hasta 1998 e incluso después de su desmembramiento el
1ro. de enero de 1993 en que surgen la República Checa y la República Eslovaca y a esta
posición inicial fundamentada ante todo por las razones ideológicas antes
señaladas se le agrega con posterioridad razones políticas que tienen que ver
básicamente con sus relaciones internacionales y en primer término con los estrechos
vínculos que se establecen con los Estados Unidos.
Sin embargo, el gobierno checo tiene bastantes dolores
de cabeza y múltiples razones para concentrarse en agudos problemas surgidos en la
sociedad checa como consecuencia del tránsito al capitalismo. Ello se refiere de modo
particular a la situación de la población del país de origen gitano, sector que en los
últimos tiempos se ha convertido en la víctima principal de los ataques racistas y
xenófobos que se han producido por parte de bandas de jóvenes neonazis que proliferan
desde hace algún tiempo en diversas ciudades. Ello ha determinado un importante éxodo
hacia diferentes países europeos de ciudadanos de origen gitano y la condena por parte de
la Unión Europea y de organizaciones internacionales de Derechos Humanos.
De otra parte, al pasar balance a la situación
socioeconómica cabe destacar que a pesar de que durante los primeros años posteriores a
1989 las nefastas consecuencias sociales que el paso al capitalismo conlleva se
manifestaron, ciertamente, de manera mucho menos acentuadas que en otros países europeos
ex socialistas, logrando avanzar en los primeros años hacia el mencionado objetivo
mostrando positivos resultados macroeconómicos (crecimiento del PIB de un 0,6% en 1993,
2,7% en 1994 y 6,4% en 1995), desde 1996 la economía checa viene mostrando, de manera
reiterada, desalentadores indicadores en su evolución.
Así, en el primer trimestre del año 1999 la economía
checa tuvo su peor resultado desde la separación de Eslovaquia en 1993, mientras que la
recesión iniciada en 1998 se agudizó aún más, el PIB cayó durante el primer trimestre
de 1999 en un 4,5% respecto a igual período del año precedente, la producción
industrial tuvo igualmente una caída de un 6,1%, y la actividad inversionista descendía
más de un 7%.
Esta situación económica determinó la ulterior
agudización del problema del desempleo. En efecto si en los primeros años posteriores a
1989 este flagelo de los trabajadores tuvo un comportamiento más bien modesto, su ritmo
de crecimiento se aceleró a partir de 1997, año en que la tasa de desempleo crecía
continuamente en una tendencia que en 1998 se profundizó aún más y en noviembre de 1999
alcanzó un nuevo récord con 9% (465 545 personas) y en el 2000, 9,4%, lo que significa
que uno de cada once ciudadanos aptos para trabajar no tiene empleo, fenómeno que está
acompañado del creciente riesgo de aumento masivo del desempleo a largo plazo, que afecta
sensiblemente y de manera particular a las mujeres (59,8% del total de desempleados en
septiembre de 1996; en tanto la relación entre población activa femenina y mujeres en
edad de trabajar ha pasado del 46% al 40,2%), y a los jóvenes (31,0% en la misma fecha).
La forma abrupta en que ha evolucionado en los años
más recientes ha elevado sustancialmente el temor de la población ante este fenómeno,
frente al cual las tres cuartas partes de todos los checos han expresado inseguridad y la
creencia de que habrá de empeorar en el futuro. Este amplio segmento de la sociedad, como
consecuencia de la frustración por la transformación, manifiesta añoranza por una
seguridad social antes existente, sin que ello deba identificarse con una nostalgia por el
"socialismo real".
A la crisis económica debe agregarse la negativa
proyección en la sociedad de los frecuentes casos de corrupción. Según estimaciones, el
82% de los ciudadanos están convencidos (totalmente o más bien convencidos) de que en el
país las personas se hacen ricas ante todo mediante el empleo de métodos poco honestos,
en tanto el 57% sustenta la opinión de que la venta de las propiedades estatales estuvo
acompañada en gran medida por sobornos y estafas. Los resultados de encuestas realizadas
muestran que está muy firmemente arraigada la opinión de que la deshonestidad y
corrupción son "normales" en el país, a la vez que el 85% de las personas
relaciona la corrupción y el trabajo sucio con los políticos, en tanto el 83% están
convencidas de que la mayoría de los políticos actúan de forma inmoral y persiguiendo
fines lucrativos.
Como consecuencia de la crisis económica, social y
política, unido al sensible descrédito ante la sociedad de los partidos e instituciones
políticas, diez años después de la "Revolución de Terciopelo" la
satisfacción general de la población por los resultados de la misma se encuentra en el
punto más bajo, con el consiguiente ascenso de la frustración y la apatía política en
amplias capas de la población. Como expresión de ello, según encuestas solo el 14% de
los checos considera que en la actualidad su situación es mejor que hace 10 años, en
tanto dos tercios opinan que el nivel de vida ha empeorado desde entonces.
Por otra parte, la aludida frustración general que
experimenta la sociedad checa se debe no solo a los resultados generales de estos años de
transición capitalista, sino también a factores más concretos e inmediatos como son el
incumplimiento de las promesas electorales por parte de los socialdemócratas, los ya
mencionados frecuentes casos de corrupción política y administrativa y las luchas
intestinas entre los diferentes partidos políticos, lo que ha contribuido adicionalmente
al descrédito de las instituciones de las organizaciones políticas con excepción
del Partido Comunista de Bohemia y Moravia y generado una profunda apatía política
en sectores importantes de la población.
En resumen, cabría preguntarse cómo es posible que la
clase política de un país cuya sociedad se caracteriza por la frustración generalizada
ante los cambios acaecidos, el profundo descontento por el funcionamiento de sus
instituciones políticas y el proceder de sus políticos, así como por los preocupantes
niveles de corrupción y de criminalidad que azota el país, a lo que debe agregarse los
casos de xenofobia y racismo, tiene tiempo y oportunidad para supuestamente preocuparse
por la situación de los Derechos Humanos en países de otras latitudes.
La respuesta a la anterior interrogante guarda
relación con el hecho antes mencionado de que la política exterior checa se encuentra
desde hace años muy supeditada a sus vínculos con los EE.UU., los cuales para el
gobierno checo actual que no es de derecha, sino socialdemócrata, pero muy
dependiente también de la oposición anticomunista en ese país debido a que es un
gobierno de minoría son percibidos como una garantía para lograr sus objetivos de
política exterior, como son la incorporación a la OTAN ya lograda y a los
procesos integracionistas de la Unión Europea.
El reiterado protagonismo del gobierno checo en el
intento de lograr una condena a Cuba por supuestas violaciones de los derechos humanos, se
explica precisamente por la necesidad de agradecer a los Estados Unidos el reciente
ingreso a la OTAN, en lo que constituye un ejemplo de una política exterior totalmente
dependiente de los intereses de otro país, en este caso, de la potencia que ejerce hoy la
unipolaridad política y militar en el planeta.
Los actuales gobernantes checos, consecuencia y
resultado del colapso del socialismo en ese país, y también de la cultura política que
le caracteriza, se adaptan a las circunstancias tal y como lo haría el Bravo soldado
Svejk1, ahora mediante la adopción de una actitud servil y de sometimiento a
los dictados procedentes de Washington.