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RICARDO LOPEZ |
Lo más importante que podría contar le sucedió hace
ya cuatro años. Después, Gisel González, un esgrimista matancero que entonces solo
había pasado por 22 almanaques, tuvo un período 1998-2000 distinto a lo deseado.
En 1997 entró muy joven a la historia. Se las ingenió
para incluirse dentro de los ocho selectos finalistas en dos Copas del Mundo. Ello le
sirvió de paso para buscarse una plaza entre los cuatro integrantes del equipo de espada
que viajó al Campeonato Mundial de Ciudad del Cabo-97. Y... ¡ganaron las medallas de
oro!
Un año antes, en 1996, obtuvo bronce en el
Centroamericano y del Caribe de Esgrima, celebrado en La Habana, donde solo perdió con su
compatriota Nelson Loyola, el monarca, y uno de los tres grandes de los últimos tiempos.
Entonces...
La hepatitis lo afectó en el tramo final de 1999.
No es todo: ha pasado también por dificultades con una
rodilla, y se estaba tratando de resolver la situación con tratamientos y ejercicios que
evitaran la necesidad de ir al quirófano.
OBSTACULOS DIFICILES
Se le escapó una sonrisa cuando le pregunté por
ambiciones, y tomó unos segundos para ordenar la idea.
"Este año creo que mi competencia fundamental
serán los Juegos Mundiales Universitarios."
Ha estado, según nos contó, en dos de ellos. En los
de Sicilia-97 quedó en el cuadro de los 16 primeros. Y en la de Palma de Mallorca-99
perdió en su primer combate: "Tiré pésimo, estaba muy cerca de desencadenarse la
hepatitis", recordó.
Gisel González reconoce que no son pocos ni fáciles
los obstáculos a vencer. El fenómeno pasa por falta de competencias, escasez de armas
(no hace mucho se pasó un fin de semana soldando en casa las puntas de unas hojas que le
regalaron), o la misma alta calidad de sus compañeros.
"Tenemos un equipo muy fuerte, estable, sólido,
con resultados en Campeonatos Mundiales y en Juegos Olímpicos. Es muy difícil entrar en
él."
Las condiciones físicas de este esgrimista saltan a la
vista:
"Parece un italiano, es alto, tiene los brazos
largos...", nos comentó nuestro colega Oscar Sánchez, quien alguna vez empuñó
armas de esgrima para competir y hasta enseñar.
A pesar de los pesares, en los duros entrenamientos, y
a veces con la almohada, Gisel González seguro recuerda aquel momento en el cual se vio
en lo más alto del podio con una medalla de oro mundial colgada al cuello.
No es difícil tampoco imaginarse que en un principio
le tiene echado el ojo a la cuarta plaza de la selección. O quizás más...
¡Y todos conocemos el impulso que pueden dar los
sueños!