El gran poeta nacional rumano Mihai Eminescu
(1850-1889) ya tiene un sitio suyo en La Habana. Hoy, a las 4:00 p.m., frente a la
Embajada de su país natal, en el parque Víctor Hugo, de la calle 21 en el Vedado,
quedará inaugurado un busto suyo. Su hermosa cabeza escultórica verá pasar la gente y
los autos, y su melena romántica sentirá en el bronce los vientos, las lluvias y el
calor cubanos.
Sus poemas reflexivos, llenos del drama de la
existencia humana, versan sobre la presencia y el destino del hombre en la Tierra, cantan
al amor, a las relaciones humanas, a la virtud, a la eticidad, y a su propia tierra natal.
Poeta de la identidad, hizo del idioma rumano un bello instrumento literario, desde la
expresión culta y sobre todo desde la popular. Su propia exis-tencia como gran poeta
prestigió a Rumanía entre aquellas naciones europeas en las que el movimiento lírico y
prosístico del romanticismo ofrecía nombres cimeros, obras imperecederas. A los 19 años
ya había alcanzado un sólido prestigio en su país, cuando se fue a Viena, y luego a
Berlín, para completar sus estudios académicos.
En tanto su cultura y su obra aumentaban, fue un
intenso investigador del folklore rumano. Al morir tempranamente, a los 39 años, era un
consumado artista de la palabra y un sabio conocedor de la intimidad de su tierra, patria
también de numerosos poetas de relieve mundial.
A Eminescu puede estudiársele comparándolo con
algunos románticos de la lengua española, en especial con Gustavo Adolfo Bécquer, pero
para los cubanos tiene una significación especial el hecho de que puedan hallarse en sus
páginas relaciones notorias con el pensamiento y la obra poética de José Martí, como
pueden ser: el amor y el canto a la naturaleza, el sentido de ser hijo de una nación muy
definida y que ambos ayudaron a definir mejor, e incluso la propia mirada ética de su
circunstancia y de su tiempo, con los ojos avizores puestos en un mañana de redención
para su pueblo.
Aunque en Cuba no se han publicado aún amplias obras
del poeta, en espera a que esto ocurra, la Editorial Arte y Literatura publicó en 1991,
traducido por el poeta Alberto Acosta Pérez, su famoso poema Hiperión (también conocido
como El Lucero, en versión del chileno Omar Lara, o como Hyperion, según la traducción
de los grandes españoles María Teresa León y Rafael Alberti). Es necesario que
conozcamos al menos Cartas o Epístolas, y que le recordemos desde algunos versos de uno
de sus poemas mejores: Emperador y proletario, donde dice: "Si después de la muerte
no existe recompensa, / haced que en el mundo os den la parte justa. / Igualdad para todos
y vivid como hermanos!"