Discurso pronunciado por el Ministro de Relaciones Exteriores de la República de Cuba, Felipe Pérez Roque, en el 57 Período de Sesiones de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Ginebra, 27 de Marzo de 2001

  • La Comisión de Derechos Humanos continúa siendo un instrumento al servicio de los intereses de dominación de Estados Unidos y sus aliados.

  • ¿Por qué no se puede aceptar la existencia de diversos modelos de ordenamiento civil y político? Cuba no dejará de batallar mientras no se respete el derecho de todos los países.

  • No existen violaciones de los derechos humanos en Cuba.

  • Estados Unidos es el país con menos autoridad moral para juzgar a Cuba en materia de derechos humanos y de democracia.

  • ¿Alguien en esta sala puede mencionar un solo caso de tortura, asesinato o desaparecido en Cuba?

  • En Cuba luchamos por una sociedad cada vez más tolerante y humana.

  • ¡No aceptamos ni aceptaremos presiones ni amenazas!

  • Quien secunde a Estados Unidos en su inicuo proceder contra Cuba, no tiene autoridad moral para hablarnos de derechos humanos.

  • No se puede rechazar el bloqueo a Cuba y al mismo tiempo ser cómplice de Estados Unidos en la maniobra con que intenta justificarlo.

  • ¡Cuba no va a renunciar a ser cada vez más libre y más independiente!

  • Estados Unidos quiere organizar en una Cuba fragmentada y débil el partido que pida la anexión a Estados Unidos.

  • Disfrutamos hoy del raro privilegio, casi único, de poder decirles toda la verdad y destruir cada una de sus mentiras, desde esta o cualquier otra tribuna.

  • Acusamos a un sistema hegemónico de dominación.

Señor Presidente:

Hablo en nombre de Cuba.

Venimos a acusar a los que mienten; a decir nuestras verdades. Y venimos armados de razones: un arsenal de ideas justas y la historia de luchas de nuestro pueblo, al que nada ni nadie puede doblegar en su empeño de conquistar toda la justicia, y al que agresiones, bloqueos y difamaciones no le han podido aplastar su férrea voluntad de lucha, ni mellar siquiera su plena independencia.

La Comisión de Derechos Humanos está hoy más dividida que nunca y amenazada de llegar a un punto irreversible de descrédito. De un lado estamos los representantes del Tercer Mundo: somos los rehenes de la deuda, víctimas del injusto desorden implantado en el mundo, sólo dueños de nuestra miseria y postergación; somos los que aportamos los millones de hambrientos, de pobres, de analfabetos, de niños y madres que mueren, los que hemos cimentado con nuestro sufrimiento la opulencia de nuestros explotadores. Somos siempre, en esta Comisión, los acusados. De otro lado están los representantes de los países desarrollados y ricos: son los acreedores, los que consumen casi todo lo que se produce, los que derrochan, contaminan y olvidan que nos deben su riqueza. Y son, además, los que pretenden convertirse en acusadores y jueces de nuestros países.

Es hora ya de barrer de los trabajos de esta Comisión la hipocresía y el doble rasero. ¿Podría Estados Unidos explicar por qué vota en contra de considerar al hambre, que hoy afecta a casi mil millones de personas, como un ultraje y una violación de la dignidad humana?. ¿Podría explicar que mientras pretende acusar a Cuba, a la vez se opone a condenar las flagrantes y masivas violaciones de los derechos humanos perpetradas por el ejército israelí contra el valeroso pueblo palestino?

Ha llegado el momento de exigir que se ponga en práctica un amplio proceso de reforma y democratización de esta Comisión. Cada año lo discutimos, y se han aprobado con ese propósito varias resoluciones. Pero lo cierto es que la Comisión de Derechos Humanos continúa siendo un instrumento al servicio de los intereses de dominación de Estados Unidos y sus aliados.

¿Podría cambiar esta situación? Por supuesto. Pero requerimos que ustedes, los representantes de los países desarrollados, acepten con modestia la justeza de nuestras demandas. Se requiere que ustedes reconozcan que no son los dueños absolutos de la verdad. Es preciso renunciar a la noción racista de que los pobres no podemos también tener razón.

Necesitamos un mundo más democrático y tolerante. ¿Por qué un pequeño grupo de ricos y poderosos países quieren imponer un mundo cada vez menos democrático y plural? ¿Por qué no luchamos por mayor tolerancia no solo dentro de los países sino en las relaciones entre los países? ¿Por qué no se puede aceptar la existencia de diversos modelos de ordenamiento civil y político? ¿Con qué derecho se intenta consagrar un único modelo de democracia? ¿No acordamos ya en la Conferencia Mundial de Derechos Humanos que todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación y en virtud de este derecho establecen libremente su condición política?

Sólo de la colaboración respetuosa pueden resultar útiles los trabajos de esta Comisión; jamás de la imposición dogmática y la arrogancia.

Cuba seguirá exigiendo que esta Comisión deje de ser rehén de intereses injustificables. Cuba no dejará de batallar mientras no se respete el derecho de todos los países, mientras no se garantice un funcionamiento plural, transparente, objetivo y democrático en los trabajos de esta Comisión.

Señor Presidente:

Estados Unidos acusa a Cuba de violación de los derechos humanos. Como todos sabemos, en esta acusación no se dirime una genuina preocupación por la situación de los derechos humanos en Cuba. Se dirime, realmente, si un pequeño país del Tercer Mundo puede o no escoger su propio camino y construir a su manera un futuro de igualdad y bienestar para sus hijos.

Rechazo con profundo desprecio la acusación contra Cuba, fabricada por Estados Unidos, e impuesta mediante salvajes presiones en el seno de esta Comisión. Sostengo con toda firmeza, mirando a los ojos de cada uno de ustedes, que no existen violaciones de los derechos humanos en Cuba; que no tiene absolutamente ninguna justificación el intento de singularizar a Cuba en esta Comisión; que tal aseveración es solo posible debido a la incapacidad patológica de Estados Unidos de aceptar a Cuba como un país independiente, que ya no le pertenece. Después de más de cuarenta años de genocida bloqueo y guerra económica, invasiones, actos terroristas, intentos de subversión, sabotajes, planes de asesinato de dirigentes cubanos, guerra biológica y muchas otras agresiones, la Comisión de Derechos Humanos es el más reciente campo de batalla entre el intento opresor de Estados Unidos contra Cuba y nuestras ansias de independencia, justicia y desarrollo.

No voy a emplear tiempo en explicar la realidad cubana y en probar la naturaleza injusta y selectiva de las acusaciones de Estados Unidos. En realidad, no hace falta. Ustedes, lo reconozcan o no, lo saben. Me limitaré a decir que Estados Unidos es el país con menos autoridad moral para juzgar a Cuba en materia de derechos humanos y de democracia.

No puedo dejar de preguntar: ¿Ha visto alguien en Cuba siquiera una vez a la Policía golpeando a los trabajadores o a los estudiantes en una manifestación, disparando contra ellos balas de goma, lanzándoles perros, caballos o gases lacrimógenos, como ocurre diariamente en no pocos rincones del mundo de hoy? Ustedes saben que en Cuba los dirigentes marchan junto al pueblo en las manifestaciones.

Hasta el reciente informe del Departamento de Estado norteamericano sobre la situación de los derechos humanos en el mundo, al que, por supuesto, no reconozco legitimidad alguna, y en el que, como sabemos, del único país que no se habla es de los propios Estados Unidos, reconoce que no hay muertes ni desapariciones por motivos políticos en Cuba. Pese a su odio visceral contra nuestro país, su obsesión por condenarnos y su falta de escrúpulos, Estados Unidos no se ha atrevido a mentir, al menos, en este asunto. ¡Es tan límpida y humana nuestra obra, que es imposible negarla!

¿Alguien en esta sala puede mencionar un solo caso de tortura, asesinato o desaparecido en Cuba? ¿Alguien en esta sala conoce un solo caso de periodista asesinado en Cuba, o de secuestro de niños, como no sea el intento fallido de secuestrar a un niño cubano en Estados Unidos, o de venta de niños, o de esclavitud infantil? ¿Alguien oyó hablar alguna vez de un escuadrón de la muerte en Cuba? ¿Alguien ha visto en Cuba una manifestación de madres y abuelas clamando por sus hijos y nietos asesinados o desaparecidos? ¿Ha oído alguno de ustedes que el gobierno cubano, a espaldas del pueblo, haya impuesto un programa de ajuste del Fondo Monetario Internacional o que haya regalado las riquezas del país a las transnacionales? ¿Se han preguntado ustedes por qué tras 40 años de bloqueo y 10 años de gravísimas dificultades económicas conservamos, y crece por día, el apoyo abrumador de nuestro pueblo?

La respuesta está en que la Revolución le pertenece al pueblo, no a una élite obsesionada con el poder.

Los dirigentes en Cuba vemos en nuestras responsabilidades un deber, una actitud ante la vida, no un medio de vida. Nuestra autoridad se basa no sólo en nuestra elección democrática y transparente, sin dinero ni corrupción, sino en la convicción de nuestro pueblo de que no robamos, que no nos sentimos por encima de sus necesidades y sueños, que compartimos sus dificultades, que no renunciamos a una vida austera y comprometida.

¿Debe interpretarse entonces que nos creemos una sociedad perfecta? No, no estamos satisfechos. Solo estamos empezando. Estamos tratando de borrar siglos de marginación e injusticias. Intentamos elevar la educación y la cultura hasta planos nunca antes alcanzados por nuestro pueblo. Nos esforzamos por lograr para nuestros hijos niveles de igualdad, justicia social y participación ciudadana, como los de ninguna otra sociedad.

Haremos todos los esfuerzos necesarios para seguir perfeccionando nuestra obra, hacer todavía más eficiente y participativo nuestro sistema político, que es -lo sabemos bien- incomparablemente más democrático que el de nuestros falaces acusadores.

En Cuba luchamos por una sociedad cada vez más tolerante y humana. Soñamos con un pueblo cada vez más culto e instruido, que equivale a decir un pueblo cada vez más libre. Aspiramos a todo el conocimiento posible para todo el pueblo, y no solo para una élite. Soñamos con un pueblo de profunda sensibilidad social, liberado de egoísmos, con arraigadas convicciones humanistas. Soñamos, y cada vez estamos más cerca de alcanzar esos sueños, con un pueblo para el que la Patria sea la Humanidad. Una sociedad como la nuestra, en la que el hombre y su dignidad son el centro, no comulga con la violencia, la represión o el engaño.

No se nos puede presionar. Hacemos lo que creemos justo y conveniente. Tenemos ética. Tenemos moral. Y debo decirlo con toda claridad: ¡no aceptamos ni aceptaremos presiones ni amenazas!

Es hora de definiciones. Quien secunde a Estados Unidos en su inicuo proceder contra Cuba, no tiene autoridad moral para hablarnos de derechos humanos. No se puede rechazar el bloqueo a Cuba y al mismo tiempo ser cómplice de Estados Unidos en la maniobra con que intenta justificarlo.

Tenemos el aliento y la simpatía de los pueblos de América Latina, que saben que nuestra lucha es también por sus derechos, que recuerdan el apoyo solidario de Cuba en los tiempos en que las dictaduras sostenidas por Estados Unidos torturaron, asesinaron y desaparecieron a cientos de miles de personas en Nuestra América.

Sabemos también que la lucha de Cuba es por el respeto a los derechos de todo el Tercer Mundo, para que cese el menosprecio, el desconocimiento de nuestro derecho a un mundo más equitativo y justo, de nuestro derecho al desarrollo y a la vida.

Señor Presidente:

A Estados Unidos le molesta que Cuba quiera ser libre e independiente. ¡Y Cuba no va a renunciar a ser cada vez más libre y más independiente!

A Estados Unidos le molesta que Cuba sea socialista. ¡Y Cuba va a ser cada vez más socialista! A Estados Unidos le molesta que en Cuba mande el pueblo. ¡Y en Cuba cada vez el pueblo será más dueño de su destino!

A Estados Unidos le molesta que Cuba salga al paso de sus aspiraciones imperialistas y hegemónicas. ¡Y Cuba será cada vez más antimperialista y solidaria con las causas justas!

Estados Unidos quiere organizar en una Cuba fragmentada y débil el partido que pida la anexión a Estados Unidos. ¡Y en Cuba seguirá existiendo el partido de la unidad y la independencia, de la justicia social y la dignidad, de la igualdad real y la solidaridad verdadera entre todos los hombres y todos los pueblos, sin lo cual no puede haber ni libertad ni democracia ni paz!

Cuarenta años de heroica resistencia sostienen nuestras ideas, nuestra razón, nuestra verdad, nuestra invencible fuerza, nuestra irrenunciable e indestructible libertad.

Los gobernantes de Estados Unidos no saben ya qué hacer con Cuba. En un campo o en otro seguirán sufriendo derrota tras derrota. Lo que trata de alcanzar en esta Comisión, sobre la base de humillantes presiones a sus miembros, y a un altísimo costo político, demuestra que olvidan aquella famosa reflexión del Rey Pirro: "Con otra victoria como esta, estoy perdido."

Nos han convertido en el pueblo más libre de la Tierra, que nada depende ya de su comercio, de sus créditos y de sus inversiones. Disfrutamos hoy del raro privilegio, casi único, de poder decirles toda la verdad y destruir cada una de sus mentiras, desde esta o cualquier otra tribuna.

No acusamos a su pueblo, capaz de ser noble e idealista; acusamos a un sistema hegemónico de dominación, y a un orden político y económico egoísta y rapaz, impuesto al mundo, que es insostenible.

Algunos nos piden un gesto para complacer a Estados Unidos. El gesto que hago, a nombre de mi pueblo, es levantar el puño y decir bien alto las palabras que durante cuarenta años hemos repetido los cubanos ante cada uno de sus crímenes y agresiones contra Cuba:

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(versión en inglés)