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María Teresa Castillo: con
Cuba en el corazón

Luis Suardíaz

El diálogo entre María Teresa Castillo y nuestro país fluye sin interrupción desde que nos visitó, junto a su esposo, el intelectual Miguel Otero Silva, por vez primera en la década del cincuenta. Cubanos de muy distintas profesiones y ocupaciones no pasan por Caracas sin hablarle por teléfono al menos, o visitarla en su trinchera del Ateneo, fundado hace cerca de setenta años, pero congelado durante la dictadura de Pérez Jiménez, cuyo derrocamiento marcó una época.

Desde entonces, en la órbita del 23 de enero de 1958, María Teresa fue nombrada presidenta y ya entonces comenzó a trabajar por la Cuba rebelde que se enfrentaba al batistato, de modo que esta vez ha venido una breve semana con el galardón de haber vivido cuarenta años irradiando desde el Ateneo, desde la Cámara de Diputados, cuya Comisión de Cultura ha estado a su cargo, o bien en las páginas del diario fundado por el padre de Miguel Otero, dirigido luego por él y siempre en la órbita familiar, El Nacional y en congresos, encuentros, talleres y moviendo voluntades entre todos los sectores del país para la causa de la cultura venezolana y por la justeza de la Revolución Cubana.

Mas, no solo eso sino que entre nosotros, la Presidenta de la Fundación de la Casa Bolívar de La Habana acaba de llegar a sus noventa años sin pensar en el retiro. Así la vimos el pasado domingo bajo el arco del mediodía en la Casa del Libertador, celebrando el día nacional de su país, como el pasado viernes en el homenaje en otra Fundación querida por ella, la del Nuevo Cine Latinoamericano.

Varias medallas cubanas han vibrado en su pecho, entre ellas la que lleva el nombre de su gran amigo Alejo Carpentier, y la Orden Félix Varela de Primer Grado, que le fue impuesta en octubre de 1991 en la Casa de las Américas. Mas, en vísperas de su regreso a la cuna de la independencia de nuestra América ha vivido la más grande emoción cuando el Comandante en Jefe Fidel Castro le impuso la Orden José Martí, un honor que la conmueve por diversas razones: José Martí es uno de sus más admirados maestros, así en su pensamiento político como en sus letras fundadoras; la Revolución Cubana ha tenido en María Teresa una defensora sin fatiga; a Fidel lo considera un líder muy entrañable y familiar, y a Cuba, como nos ha dicho siempre, la quiere como a su propia patria.

 
 
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