 Pensiones
        alimentarias
        Un derecho de los hijos, 
        no de las madres
          
        SARA MAS 
        Detrás de cada historia familiar
        que se interrumpe con un divorcio o separación, no
        siempre continúan relaciones filiales armónicas. Una
        circunstancia que, de no existir los hijos, no tendría
        quizás mayor trascendencia.  
         Los padres contraen una gran
        responsabilidad con la familia que crean y los niños
        necesitan de ellos todo el amparo y afecto para crecer.  
        La existencia cotidiana confirma,
        sin embargo, las consecuencias del mal entendimiento tras
        algunas rupturas, descendencia por medio: padres que al
        poner fin a su vida marital, parecen divorciarse y
        desentenderse también de los menores; o hijos
        reconocidos por sus padres y que no reciben siempre de
        ellos la atención afectiva y económica adecuada.  
        Aunque por ley -civil y de la vida-
        los padres contraen una alta responsabilidad con la
        familia que crean, la existencia cotidiana evidencia que
        a veces esto no sucede armónicamente y sin
        contradicciones.  
        Abundan los casos y ejemplos de una
        paternidad y maternidad responsables, ejercidas también
        después del divorcio; pero tampoco faltan quienes
        secundan la lejanía física y el fin de la convivencia
        con la distancia afectiva, material y filial. 
        Mientras el Código de Familia
        sentencia el sostenimiento de los hijos menores como
        obligación de ambos padres, lo cierto es que no faltan
        niños reconocidos por sus padres -de quienes muchas
        veces se sabe el paradero- y a quienes no llega
        sistemáticamente o al menos con cierta regularidad, la
        mensualidad para su manutención.  
        En ocasiones, las propias madres no
        exigen ese subsidio por el falso criterio de que están
        solicitando algo para ellas, o por evitarse molestias y
        situaciones desagradables al exigir lo que entienden
        debiera surgir de la propia disposición paterna.
        "Yo de él no quiero nada, ni se lo voy a
        pedir", comentan sin llegar a comprender el derecho
        que asiste a los hijos y la importancia de hacer cumplir
        los deberes paternos. 
        Lo más grave es que cuando
        hablamos de pensiones incumplidas, se trata de padres que
        no atienden adecuadamente a sus hijos. Detrás de un acto
        aparentemente formal -que tampoco lo es tanto si de
        obligación filial y ayuda económica se trata- obran
        actitudes y sentimientos diversos que apuntan hacia la
        responsabilidad, el cariño, la afectividad,
        comunicación y relaciones armónicas entre hijos y
        padres, sobre todo de aquellos que no quedan con la
        guarda y cuidado del menor. Si se falta a la primera
        obligación, posiblemente se incumpla, además, con las
        siguientes.  
        Pero otras veces prima el
        desconocimiento y con todo lo que han logrado en el plano
        jurídico, las madres no hacen valer un derecho que
        poseen, porque ignoran. Tampoco faltan historias de
        continuas evasiones paternas -ocultamiento de paradero,
        justificaciones, cambios reiterados de centro laboral-
        que agotan en un complicado camino donde se alejan las
        soluciones. 
        De 1995 al primer trimestre de este
        año la FMC contribuyó, mediante orientación jurídica
        y gestiones diversas, a la solución de más de 17 000
        casos de pensiones alimentarias. Pero, ¿quedan muchos
        por resolver?... 
        La interrogante todavía carece de
        respuesta conclusiva y por eso en los actuales registros
        de control de la organización femenina en la base
        comienza a recogerse información sobre el asunto: nivel
        cultural de las mujeres, situación de la pensión
        alimentaria, cuántos procesos se han abierto en
        tribunales por tal motivo o quiénes son las madres
        solas. 
        Conocer el dato no resuelve el
        dilema, pero obliga a atender una problemática que debe
        verse de otra manera, desde la detección temprana y no
        como asunto de las madres, sino cual derecho de los
        hijos. 
        En los tribunales, la vía que
        resuelve muchos de estos litigios -hasta llegar a veces
        al embargo del salario del padre en su centro de
        trabajo-, no debe haber situaciones mayores que dilaten
        el proceso, aunque lo cierto es que a veces las continuas
        evasiones paternas lo demoran o aparecen situaciones
        particulares que demandan hoy nuevas respuestas, como la
        de los trabajadores por cuenta propia, a quienes se les
        fija una cuantía de sus deberes filiales por el monto de
        sus ingresos, pero en la práctica no existen mecanismos
        para descontarles la suma determinada si incumplen ese
        pago.  
        Las demoras de las pensiones o su
        pago poco sistemático en los hogares donde hay un niño
        o niña esperando por ellas, son por ahora de las
        problemáticas más atendidas en las Casas de
        Orientación a la Mujer y la Familia. Labor que ha
        revelado, entre otras causas, que se incumplen las
        pensiones porque las madres no quieren exigirlas, no se
        reconocen a los hijos, hay padres que no trabajan o cuyo
        paradero se ignora y falta orientación sobre los
        trámites a seguir o lugar hacia dónde dirigirse para
        ello, en este caso los tribunales municipales.  
        Las Casas, sin embargo, pretende
        ser también un lugar donde, además de orientación
        jurídica, los padres encuentren un espacio reflexivo
        sobre las relaciones paterno-filiales y la
        responsabilidad familiar. Para llegar a entender que,
        después de roto el vínculo matrimonial, quedan muchas
        veces los hijos y ellos merecen todo el apoyo y cariño
        de los adultos. 
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