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El idioma del carbón
ORLANDO GUEVARA NUÑEZ
EUSIQUIA Y Omar son dos santiagueros con el don de descifrar los secretos del monte y del carbón. Solo con la ayuda del viento y el eco pudimos encontrarlos en su quehacer de doblegar árboles que luego de talados deberán ser cargados hasta el patio de su casa, donde los hornos comenzarán otra fase de la historia carbonera.
El amor los unió en la vida y el esfuerzo carbonero.
Omar Gendis Borrero (El Moro) tiene ahora 56 años. Hace 13 que la dirección de la empresa le dijo: "Hay un problema serio con el combustible doméstico y es necesario hacer carbón". La respuesta no necesitó más que tres palabras: "Yo soy uno". Y así nació un carbonero poco común.
Cuando di mi disposición me dijeron: ¿Tú estás loco?, ¿tú puedes cumplir con eso? Así comencé a hacer carbón, un trabajo muy duro que como a todos, hay que buscarle la vuelta hasta que te acostumbras. Eusiquia afirma que eso es cierto, pues "cuando se llevan cuatro o cinco años haciendo carbón eso se convierte en una cosa normal. Ya si él no coge el hacha por la mañana, no se siente bien".
En estos 13 años El Moro ha producido 26 000 sacos de carbón, de ocho latas cada uno y 12 veces ha resultado Vanguardia Nacional.
¿Compromiso para 1998? Ahora estoy armando un "caballo" (horno horizontal, al cual llaman caballo muerto) que dará mil sacos, como saludo al 26 de Julio. ¿Después? ¡Seguir!
MANOS DE FLOR Y CARBON
Eusiquia Cabrera Liens ya sobrepasó la edad requerida para la jubilación. Lleva ocho años como carbonera y ha producido unos 9 000 sacos. Vanguardia Nacional desde que comenzó, cadena interrumpida este año por la necesaria atención a un hijo gravemente accidentado, sobre ella el mejor testimonio lo ofrece El Moro: "Es la única mujer carbonera que existe por aquí y pocos hombres pueden hacer lo que ella hace, porque entra el año y sale el año sin parar de trabajar".
En mis 32 años de trabajo -afirma Eusiquia- el más fácil fue el tiempo como maestra cocinera, desde las madrugadas hasta el anochecer.
Meses atrás, escuché al Moro la afirmación de que era Eusiquia quien le había enseñado los secretos del carbón. La curiosidad me condujo a conocer que antes de ser cocinera, ella fue carbonera y por eso -ante el llamado- regresó a los montes y a los hornos. En sus manos, un pétalo de una flor, la marca del hacha y el tizne no rechazan, sino que aprisionan a la ternura.
CUANDO LOS HORNOS ARDEN
Después que el horno se prende uno no duerme -afirma El Moro- porque si te descuidas y das un pestañazo, fácilmente se "vuela" y en lugar de carbón recoges cenizas. El secreto está en armarlo bien sellado, sin huecos, para que queme parejo y no haga "bocas".
Eusiquia y Omar saben descifrar los secretos del monte y de los hornos.
A veces -dice Eusiquia-, cuando el horno está ardiendo nos han asignado un hotel para el disfrute como vanguardias y no hemos ido porque eso sería perderlo todo.
El orgullo más grande que puede tener un trabajador es cumplir y ayudar a resolver los problemas y necesidades del pueblo. Así piensan estos gigantes del carbón.
EL ARTE DEL CARBONERO
Eusiquia y Omar forman un matrimonio de artistas. El hacha, el machete, el monte y los hornos tienen su peculiar idioma, que necesita de buenos intérpretes. Hay reglas y leyes inviolables y habilidades sin las cuales nadie puede llamarse carbonero.
El movimiento de los brazos para que el hacha caiga con fuerza y agote menos, hacer caer el árbol hacia donde uno quiere, sortear las amenazas de las espinas, cortar las especies escogidas y preservar las demás; situar en el horno cada pieza en su lugar, que el fuego no tenga brechas por donde hacer estragos; saber unir la luz de las estrellas con la del sol en una sola jornada, jugarle una mala pasada al sueño, impedir al tizón que toque más allá del límite del zapato o a la mano que le cayó apagado, restarle fuerza al tizne que busca refugio en los ojos y los pulmones. Sin ese arte no habría carbón.
Así viven ellos, en la finca Viet Nam, de la Empresa Forestal de Santiago de Cuba, a menos de diez kilómetros de la Ciudad Héroe, donde hoy el carbón es imprescindible como combustible doméstico. Solo una pregunta fue respondida con pocas palabras: La atención de la empresa y del sindicato ha descendido mucho y no es lo que esta actividad demanda. En sus planteamientos no aflora rencor, aunque sí nostalgia por tiempos recientes. De todas formas, como dicen los dos, ¡aquí seguimos!