NACIONALES

Voces desde la Acrópolis


RAUL VALDES VIVO

AL FINALIZAR la conferencia internacional de los representantes de 59 partidos comunistas y obreros, convocados por el Partido Comunista de Grecia (PCG), en festejo de su aniversario 80, todos fuimos a la Acrópolis. Allí nació la cultura occidental, hace 25 siglos.

Pero si las columnas del Partenón, desafiantes del tiempo, hacían evocar el largo camino del hombre en nuestro hemisferio, con repercusiones en toda el planeta, las deliberaciones apasionadas de los comunistas examinaron dónde se encuentra hoy ese camino y cómo enderezarlo mediante la lucha mancomunada de todos los pueblos, para evitar que conduzca al abismo.

En términos políticos debatimos, con criterios unánimes, sobre la globalización neoliberal que, como águila inmensa, le saca las entrañas a la humanidad, Prometeo de hoy.

No hay que decir que hasta Atenas, no solo por la cercanía geográfica, sino por tanta conciencia alerta y tanto espíritu revolucionario que encerraban, llegaban los ecos de las intervenciones en Suiza del Jefe de la Revolución Cubana pletóricas de verdades.

A lo largo de los tres días de sesiones plenarias de nuestra conferencia, continuadora de la efectuada en octubre último en La Habana sobre las perspectivas del socialismo, retumbó la solidaridad con la espartana resistencia de los cubanos. Desde las palabras iniciales de Aleka Papariga, secretaria general del PCG hasta el último de los oradores. También se expresó el apoyo de todos a palestinos, coreanos, comunistas perseguidos por negarse a traicionar, cuando la traición no ha faltado en el derrumbe de un modelo de socialismo.

Este último hecho anuló la situación creada con los resultados favorables a los pueblos a raíz de la Segunda Guerra Mundial, de la cual emergió la Unión Soviética como la gran vencedora sobre el fascismo, tropa de choque de los sectores más reaccionarios del imperialismo, mientras Estados Unidos quedó como la única superpotencia imperialista.

El derrumbe del mundo colonial, las revoluciones populares de China, Viet Nam, Corea y Cuba marcan también este período que bien pudo conducir al fin del capitalismo.

Una imprevista y muy diferente situación surgió entonces, y en ella estamos, con la derrota del modelo soviético de socialismo como consecuencia de la acumulación de errores izquierdistas y derechistas y labor de zapa enemiga, produciéndose el absurdo desplome del Estado soviético y sus aliados europeos.

El imperialismo pasó a impulsar la globalización neoliberal y Estados Unidos pensó que podría imponer el mundo unipolar, su vieja aspiración, la cual había quedado frustrada por la épica victoria vietnamita, el logro de la paridad militar por los soviéticos y las luchas de los pueblos en Africa y América Latina, a las cuales contribuyó el internacionalismo revolucionario de Cuba socialista, con el Guerrillero Heroico, Ernesto Che Guevara, de símbolo.

Ahora empieza a gestarse una nueva situación mundial, cuyo contenido definitivo todavía no está definido y, por tanto, tampoco sus perspectivas más concretas.

En sentido general se trata de nuevas manifestaciones de la crisis integral del imperialismo, a partir del fracaso ya evidente del neoliberalismo, y de la exacerbación de todas sus contradicciones.

Objetivamente hay elementos que, de continuar desarrollándose, dejarán dos grandes opciones: la del fascismo (incluso con disfraz demoliberal) y la de nuevos procesos revolucionarios.

No es casual que los auspiciadores de la mano dura, tipo Helms-Goebbels, alienten con la xenofobia, el racismo y el odio a cuanto signifique progreso democrático y social, la agresividad en todo y para todo como línea de conducta de las grandes potencias del imperialismo. La pretensión en época de Martí -según él denunció, en alusión a los conquistadores de Grecia y el mundo de comienzos de nuestra era- fue hacer de Washington la Roma americana. Ahora es más exacto calificar tan demencial y criminal proyecto como hacer de Washington, el Berlín del fascismo del dólar.

La opción revolucionaria empieza por enfrentar y finalmente derrotar esa conjura contrarrevolucionaria que busca aniquilar, desde fuera y desde dentro, por una vía u otra, todo poder socialista y que también pretende ahogar toda lucha efectiva de los pueblos en cualquier medida y cualquier lugar.

En estas condiciones los comunistas del mundo han decidido en Atenas concentrar sus esfuerzos en el estudio de maniobras como el Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI), con vistas a fomentar las acciones populares capaces de darle el parón indispensable. Es de esas cuestiones en las cuales, para decirlo con lenguaje martiano, a todos va la vida.

El AMI, en el que de contrabando Estados Unidos trata de incluir sus odiosas leyes hegemonistas, como la Helms-Burton, representa el punto culminante de la ofensiva neoliberal yanki.

De ser adoptado llevaría a cambios que destruirían el derecho de gobiernos y pueblos de cada país al control soberano de sus economías y sus destinos. Crearía de nuevo en el Tercer Mundo un status de colonialismo y, en el Primer Mundo, de neocolonialismo con Estados Unidos de insolente Metrópolis.

En pronunciamiento conjunto los comunistas de Estados Unidos, Canadá y Australia dijeron que el AMI significa más desempleo, pobreza y dificultades para los trabajadores, inestabilidad y mayor peligro de crisis terribles.

De Atenas, reviviendo la sabiduría que la ha dejado de símbolo del indoblegable espíritu humano, resuena el llamado a la unión de todos por derrotar la globalización neoliberal, por liberar a Prometeo de las cadenas sobre las rocas.


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