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II Festival de Tríos de La Habana
Tocar y cantar bien
Omar Vázquez
Tocar y cantar bien pudo casi ser una consigna para el II Festival de Tríos de La Habana. Si la lluvia no invitada obligó a su extensión para cumplir el programa inicial y el de las agrupaciones del resto del país, el Anfiteatro del Centro Histórico recibió a cambio un público conocedor atraído por nuestra tradición triera.
Los Rodrigo, al igual que Los Embajadores, son expresión de las cualidades por las que se valora a un trío: calidad vocal e instrumental, buen montaje y empaste de las voces.
Aunque antes hubo buenos tríos en Cuba (el de Oscar Hernández, 1914; Fantasma, 1920, con Ismael Díaz, Marcelino Guerra -Rapindey- y Panchito Riset...); fue el Matamoros -1925- el que más trascendió y es lógica su influencia, como es insoslayable la de Alfredo Gil y Los Panchos, no solo por su iniciativa de cambiarle la afinación al que pasaría a ser el requinto, sino por crear unas introducciones para los boleros que se hicieron incambiables: Caminemos, Rayito de luna, Sin ti...
Es admirable por ello escuchar a tríos que sin desconocer esta influencia trazan su propio camino, armados de los conocimientos propiciados por la época que les ha tocado vivir, como Vocal 3 demostró en Madame Caridad, de Alina Torres y Michell (del repertorio de Los Beatles), sirviéndose solo de sus voces a capella; Tres de La Habana, en La ciudad y el llanto, de Tony Pinelli, hasta SBS y su Homenaje al Beny, en una onda rapera, pero muy creativa.
En una línea intermedia, pero también efectiva, se mueven Roca Azul, Damas del Caribe, el santiaguero Ensueño y el Viejo Sauce. Este último, todo un ejemplo de profesionalidad y arrastre, con su interpretación de Mi querencia, de Simón Díaz, hasta Hacheros pa'un palo, de Arsenio Rodríguez, por mencionar algunos.
Los homenajeados: Los Rodrigo (1958), con el concurso del legendario percusionista El Hueso, fueron acertadamente desde Bumbané, de Senén Suárez, hasta El cumbán, de Sergio Siaba; y Los Embajadores reiteraron que la voz de Lázaro González sigue siendo imprescindible, unida a las de Ricardo Arencibia (considerado uno de nuestro mejores requintos) y Chuchi.
El solo hecho de facilitar la alegría del pueblo y su encuentro con nuestro pujante movimiento triero es ya un logro. Como no puede dejar de mencionarse la iniciativa de la Dirección de Música del ICRT de grabarles a los homenajeados su nuevo repertorio. Todo ello hay que agradecérselo también a Alfonso Menéndez, director general del Festival y los que con él colaboraron.