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 Unión Monetaria Europea
Próximos pasos del euro
FIDEL VASCOS GONZALEZ
 DESDE 1951 se viene trabajando en Europa hacia un proyecto
de integración, el cual devino, en 1992, la creación de la Unión Europea, formada por
15 países. En 1993 entró en vigor el mercado único de la Unión, suprimiéndose las
barreras que entorpecían la libre circulación de capitales, bienes, servicios y
trabajadores. Con ello se crearon las condiciones para abordar la eliminación de los
riesgos cambiarios y el costo de transacción de una moneda a otra, que se erigían como
las últimas trabas para lograr plenamente la fluidez de los intercambios.
La transformación integradora de la economía en los países de la
Unión Europea y la creación del mercado único constituyen requisitos previos e
indispensables para avanzar hacia la unión monetaria, la cual, a su vez, puede
considerarse como la culminación del mercado único.
Sobre la base de los avances integradores ya alcanzados, once
países de los 15 que conforman la Unión Europea, tomaron la decisión definitiva para
adoptar una moneda única, lo que requería, en los marcos del mercado único, acercar sus
economías en un proceso de convergencia.
Los criterios de convergencia económica acordados y que deben
cumplir los países para integrar sus monedas abarcan temas de inflación, déficit
presupuestario, tipos de interés bancario, deuda pública y la estabilidad cambiaria. La
tendencia hacia un nivel homogéneo en estos campos constituye la base para establecer la
unión monetaria.
En materia de inflación, ésta no puede superar la media de los
países con menor tasa, más 1,5 puntos, mientras que el déficit presupuestario debe ser
inferior al 3% del Producto Interno Bruto (PIB).
Por su parte, el límite de la deuda pública se situó en el 60% el
Producto Interno Bruto y la divisa nacional del país analizado debe haberse mantenido
durante dos años en la banda cambiaria de fluctuación normal del Sistema Monetario
Europeo.
De los 15 países de la Unión, tres de ellos (Inglaterra, Dinamarca
y Suecia) decidieron no participar, por ahora, en este empeño integrador; mientras Grecia
no cumplió los parámetros de convergencia.
El trabajo desplegado por los 11 gobiernos participantes ha avanzado
según lo planificado y el primero de enero de 1999 entrará en funciones la nueva moneda:
el euro. En esa fecha, el euro se utilizará plenamente en las relaciones financieras y
comerciales, aunque no tendrá existencia propia en billetes. La circulación física de
los euros se completará el 30 de junio del año 2002, como resultado de un proceso de
introducción que comenzará el primero de enero de ese propio año 2002. La causa
principal por la que habrá que esperar más de 3 años para ver circulando al euro y los
cents (un euro es igual a 100 cents) reside en el gran trabajo de impresión material y
distribución ordenada de los billetes, operación muy compleja y costosa. Los billetes y
monedas fraccionarios del euro ya están diseñados y se comienza su impresión.
Aunque hasta el 2002 no circulará el euro, el paso que se dará en
enero de 1999 es el más importante y decisivo. En esa fecha quedarán fijadas
definitivamente las tasas de cambio irrevocables con el euro de las once monedas
involucradas en el proceso. La relación cambiaria de estos signos monetarios con el
dólar USA, el yen y otras divisas ya no será directamente sino a través del euro, el
cual flotará libremente frente al resto de las divisas internacionales. De esta forma,
las once monedas nacionales continuarán existiendo físicamente por tres años más, pero
su relación de intercambio ya no dependerá de la economía nacional en cuestión que
hasta ahora respaldaba el valor de esa moneda, sino que será la economía conjunta e
interrelacionada de los once países la que influya en la tasa de cambio del euro con las
demás divisas; las monedas nacionales, por su parte, quedarán prisioneras de una misma
tasa fija con el euro.
En estas condiciones, se abre un período de doble contabilidad
monetaria. Los once países del euro registrarán sus saldos bancarios, sus documentos
comerciales y su información económica y financiera en esta nueva moneda y también en
el signo monetario nacional. Por ejemplo, en España, las cuentas en los bancos y los
estados que se emiten a los clientes se medirán simultáneamente en euros y en pesetas,
con una tasa de cambio fija entre ambas. De esta forma, desde enero de 1999 existirá una
sola moneda real, el euro, y las monedas nacionales vinculadas solo serán distintas
expresiones de esa única moneda real.
Las monedas nacionales envueltas en este proceso y que
desaparecerán como tales en junio del año 2002 son el marco alemán, el chelín
austriaco, el franco belga, la peseta española, el franco francés, el marco finlandés,
el florín holandés, la libra irlandesa, la lira italiana, el franco luxemburgués y el
escudo portugués. También desaparecerán, más adelante, si se incorporan al área euro,
la libra esterlina inglesa, la corona danesa, la corona sueca y el dracma de Grecia. En
Europa, solo el franco suizo quedará junto al euro como importante moneda dura del
continente para el intercambio monetario internacional.
La existencia del euro dentro de unas pocas semanas reviste especial
importancia para Cuba. Nuestro país está sujeto a un férreo bloqueo económico y
financiero por parte de la administración norteamericana, que impide a las entidades
cubanas la utilización del dólar estadounidense en los intercambios monetarios
internacionales. El Departamento del Tesoro de los EE.UU. ha dispuesto una serie de
prohibiciones, incluyendo la confiscación, lo que entraña elevados riesgos para Cuba si
ejecuta sus relaciones económicas exteriores en USD. Esto nos obliga a utilizar
diferentes divisas extranjeras en el movimiento monetario de nuestros valores comerciales,
con el riesgo cambiario que significa comprar y vender en el mercado internacional
utilizando varias monedas.
Con el euro, Cuba puede emplear esta moneda en sus transacciones
externas, reduciendo el riesgo de la pérdida de valor al cambiar de una a otra divisa.
Según el Anuario Estadístico de Cuba correspondiente al año 1996, nuestro comercio de
exportación e importación con los países de la zona del euro sobrepasó ese año los
mil quinientos millones de dólares, lo que significa casi el 30 por ciento del
intercambio comercial total externo de nuestro país.
A su vez, el arribo a Cuba de visitantes procedentes de esos países
constituye más de la mitad de todos los residentes extranjeros que nos visitaron en 1996.
Todo ello determina una importante influencia del euro en nuestra economía.
Entre los resultados de la introducción del euro, se subraya que
incrementará su participación como reserva internacional, aunque no superará de
inmediato al dólar USA, el cual respalda un 70% de esas reservas. También se espera que
el euro desarrolle el comercio interno entre los países europeos que lo adopten como
moneda única, en detrimento, al menos en el corto plazo, de las relaciones económicas
externas de esta área con el resto del mundo.
Los especialistas aseguran que el euro traerá una mayor estabilidad
monetaria mundial, promoverá en los países miembros una tendencia hacia tasas de
interés más bajas, ampliará la oferta de créditos por parte de los integrantes de la
zona del euro y facilitará las relaciones financieras, pues existirán solo tres monedas
suficientemente fuertes como divisas internacionales: el dólar USA, el euro y el yen.
Debido a ello, algunos financistas adelantan la posible supresión del resto de las
monedas nacionales, según los países giren alrededor de una u otra de estas divisas,
aunque la mayoría de los analistas califican como muy prematura esta consideración.
Otros economistas subrayan que el éxito del euro estimulará el
surgimiento de otras posibles uniones monetarias regionales. Ya en Argentina se planteó
avanzar hacia una moneda común en el Mercosur, agrupación económica que hoy integran
Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay que aspira incorporar a toda la América Latina.
En general, la comunidad internacional considera factible la
creación de la zona euro, aunque no todos los factores que pudieran entorpecer su
desarrollo están plenamente superados. Uno de ellos es la alta tasa de desempleo en
Europa, que constituye una permanente amenaza para la estabilidad económica y social de
la región.
Asimismo, el desarrollo exitoso del euro requiere de una mayor
integración política en el Viejo Continente, con una actuación común en sus relaciones
exteriores y de defensa, lo cual aún está por lograrse.
Entre los temas en discusión, los analistas expresan diferentes
opiniones acerca de los resultados que traerá la aplicación de una política monetaria
única en los países del euro, mientras se mantiene una política fiscal independiente de
cada país. La coordinación entre estas dos políticas es objeto de inquietud por lo
difícil de su consecución.
El primero de junio de 1998 entró en funciones el Banco Central
Europeo (BCE), que tiene el principal objetivo de mantener la estabilidad de precios en
los países del euro. Para ello, el BCE fijará los tipos de interés, la política
monetaria, la emisión de billetes, y coordinará las relaciones con los bancos centrales
de los países que no forman parte de la Unión Monetaria Europea. Los Bancos Centrales de
los países del euro perderán las funciones que asumirá el BCE y actuarán como
sucursales en cada país de la autoridad monetaria central. Mantendrán vigentes algunas
atribuciones, pero fundamentalmente de inspección y control de las directrices emitidas
por el BCE.
Por su parte, no existirá una política fiscal común para todos
los países del euro, los cuales mantienen una independencia relativa en este campo,
aunque el Consejo de Ministros de Finanzas, en su reunión de diciembre de 1997, aprobó
un código de comportamiento que limita las diferencias en materia fiscal y promueve su
armonización en importantes áreas.
Con factores a favor y factores en contra, lo cierto es que el euro
ya tiene asegurados sus próximos pasos.
América Latina en general y Cuba, en particular, deben prestar
especial atención a los resultados de la introducción del euro. El éxito de esta moneda
única en los once países europeos que la han adoptado puede repercutir favorablemente en
las relaciones financieras y monetarias de las economías latinoamericanas en la medida
que sus políticas económicas se adapten inteligentemente a esta nueva realidad del mundo
contemporáneo. |