 Anita se jubila

SILVIA
MARTINEZ
Llegó muy nerviosa a la redacción. Saludó a todos y subió a
Personal. Lo había pensado mucho, estaba "decidida", pero qué trabajo le
costaba, sentía que cometía una falta. ¿Cómo será a partir de ahora? Pero, "le
hago falta a mi nieta, mi hija estará más tranquila en el trabajo, yo sé que me va a ir
bien, aunque los voy a extrañar".
Anita se jubila. Todos comprendemos su necesidad, pero cuán útil
nos es todavía, cuánto agradecemos su ayuda solícita coordinando una actividad,
llamándonos a la casa para dejar un recado, exigiéndonos la entrega oportuna de un
trabajo, agitando para el pago de la cuota sindical. Extrañaremos a esa Anita que nunca
se olvidaba preguntar por la familia, preocuparse por un enfermo....
La salida de la vida laboral no se improvisa de la noche a la
mañana, es una etapa para la que debemos prepararnos con tiempo. No es este un retiro o
la condena a un paro forzoso, sino uno de los momentos en el cual la actividad del ser
humano desempeña un papel no menos importante a lo que ha ido dejando atrás.
Retirarse de la vida laboral es también una fase apreciable en la
que se conjuga experiencia y sabiduría de espíritu en largos años y debe asumirse de
forma creativa. La continuidad de una actividad fecunda está el saber llenar el tiempo
vacío con acciones útiles para sí y para los demás. Habrá más tiempo para leer un
libro, salvar la deuda con el teatro que siempre se postergó, contemplar la naturaleza,
ayudar a los pequeños de la casa en sus trabajos manuales, sentirse más cerca de la
comunidad, aprovechar el sosiego.
Pero, ¿realmente apreciamos en su justa medida esa plenitud de
espíritu tras la barrera que marca la llegada de la jubilación? Sobran los ejemplos de
cuánta ayuda pueden dar estas personas hasta a los propios colectivos laborales de
procedencia si son bien atendidos y tenidos en cuenta sus conocimientos. Sin embargo,
suman también cientos los errores de falta de tacto, de desconocimiento de su autoridad.
La atención a estas personas no puede quedar en el mero hecho de
aconsejarles a incorporarse a un círculo de abuelos, por cierto lo que más tienen son
abuelas, o facilitarles el almuerzo en el comedor del centro, sino también aprovechar su
sabiduría. En este empeño es notable el esfuerzo que realizan los sindicatos, pero para
que sea efectivo necesita el concurso de todos.
Llegar a la jubilación, no significa guardar los años de trabajo
en un baúl. ¿Puede imaginar el brillante ingeniero de 30 años que cuando le llegue ese
momento, todos sus conocimientos tan duramente adquiridos deberá echarlos al olvido
porque no habrá quien se sensibilice con su obra?
"A mí la jubilación, me decía un amigo, me ha preocupado
desde que era joven, al fin y al cabo uno desde que nace es un proyecto de viejo".
Anita se jubila, pero no se retira, y es también un deber de
nuestro colectivo laboral, junto a la familia y la comunidad, preservar que el tiempo,
como fue durante sus largas jornadas de trabajo, les brinde vida a sus años. |