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La historia detrás de una
carta a Bohemia
ENRIQUE VILLUENDAS CALLEYRO
Algunas personas que peinan canas parece que han olvidado, y muchos jóvenes no conocen, la verdadera faz de la Cuba de los 50. Por eso vale la pena traer a estas páginas la carta y la foto que un avileño envió a Bohemia, y se publicó en diciembre de 1954. Tenía entonces la revista una sección atendida por Guido García Inclán denominada "En la feria de la actualidad". Allí veían la luz misivas como esta, que reproduzco textualmente:
Los trillizos recién nacidos.
"Amigo Guido: tenemos que llamarlo así, porque lo queremos, porque lo leemos, y porque lo escuchamos por las ondas del Circuito Nacional Cubano, y porque sabemos que es amigo, y es patriota.
"Yo le suplico ponga atención a lo que seguidamente le voy a referir, soy persona pobre, sin recursos de ninguna clase y veo que el único camino a tomar es redactarle a usted unas líneas con el ruego de su benévola atención.
"Hace cerca de dos meses que estamos escribiendo a muchas personas, pero siempre sin resultados. Se hace difícil encontrar un corazón abierto a la cooperación, y a la ayuda, y por eso le escribo a usted. Mi señora dio a luz trillizos hace cuatro meses, y debido a la pobreza en que vivimos, esos niños, cuya fotografía le adjunto, no han podido desarrollarse con el vigor de un niño nacido dentro de la normalidad, o hijo de un hombre que puede trabajar y ganarse su pan.
"Ni siquiera tengo la alimentación para mis hijos, nacidos de un solo parto, y que están en estado famélico. ¿No lo ve usted?
"No soy hombre que pide para sí o para su esposa, estoy suplicando ahora por segunda, tercera o cuarta vez para ¡MIS HIJOS! Sirva dirigir la correspondencia a mi nombre y a la dirección indicada al pie de esta carta. Muchas gracias por su atención, su cooperación, por su ayuda (firma) Alejandro Hernández Trejo. Tienda El Guajiro. Marcial Gómez, extremo Norte, Ciego de Avila, Camagüey."
COMENTARIO A DOS VOCES
Cuando leí esta carta confieso que se me oprimió el corazón. Tras una búsqueda que parecía infructuosa logré localizar a Alejandro. Labora como sereno en una placita del reparto Vista Hermosa de la capital avileña.
Alejandro Hernández Trejo.
Entre lágrimas rememoró su infancia de niño huérfano desde los 10 años, recordó cómo "cuando muchacho tenía que trabajar o me moría de hambre: yo no sé cuántos trabajos he hecho en mi vida".
Me habló de las dos hembras que tuvo y de la noche en que le nacieron tres varones de un porrazo. De la tragedia de quedar sin trabajo y no tener con qué alimentarlos. De cómo en su desesperación se le ocurrió escribir a Bohemia y un amigo le hizo la carta ("yo no tenía letra para escribir"). Con agradecimiento recordó a los que en respuesta al reclamo del periodista le enviaron algún dinero y ropita para los niños. Y me contó de su alegría cuando consiguió un corte de caña. "Antes uno tenía hasta que suplicar por el derecho a picar caña, porque no había trabajo, y yo lo que quería era eso, poder trabajar. Fíjate que el 3 de mayo cumplí 75 años y aquí estoy, sin cruzarme de brazos todavía".
Cuando indagué por los trillizos me explicó que Lázaro ha seguido el camino paterno y es CVP en una unidad de Correos. Se le nublaron los ojos al evocar a los dos restantes, que ya fallecieron: Marcelino, que trabajaba en los preuniversitarios en el campo de la zona de Ceballos, y Ramón. De este último dijo: "Cumplió misión en Angola, luego fue rector del Instituto Superior Agrícola (ISACA). Tenía un problema cardíaco y murió en La Habana, antes de que lo pudieran operar. Yo le estoy muy reconocido a Vecino, el ministro, que tanto se preocupó personalmente por él. Imagínate, un ministro interesado por el hijo de un hombre sencillo como yo".
El hablar pausado de este viejo militante del Partido se anima cuando conversamos sobre sus 10 nietos, que sí han podido "tener letra" y no sufren las vicisitudes por las que atravesaron sus padres y abuelos. "Mis nietos, por suerte, no vivieron aquellos tiempos, pero sí saben lo que pasamos: se lo hemos contado. Los jóvenes tienen que saber de estas cosas".
Salí reconfortado del encuentro con Alejandro. Porque estos 40 años no han sido en vano: por lo cotidiano, a veces ni nos percatamos de cuánto se atiende hoy a una embarazada (¡y qué decir si trae gemelos o trillizos!), o de todo lo que se hace por un niño o un anciano.
Pero, por más común que nos parezca, no podemos olvidar que no siempre fue así. Hay que conocer historias como la de Alejandro y otros tantos. Debemos valorar todo lo que tenemos, para no darnos el lujo de perderlo. Por eso es útil oír a los mayores que conservan la memoria, a los jóvenes que han aprendido y también, por qué no, es bueno releer esas revistas Bohemia de los 50.