BAJO
LA mirada asombrada de la soldadesca, Camilo traspasó los límites del cuartel y saludó
con la naturalidad de siempre al oficial que lo esperaba.
-Caramba, compadre, desde Oriente vengo persiguiéndote, le comentó el capitán
enemigo al Señor de la Vanguardia.
-Sí, unas veces atrás y otras delante -interrumpió Camilo-, pero si quieres esto se
acaba ahora mismo y riéndose entraron a la oficina que hacía apenas pocas horas había
ocupado el capitán Alfredo Abón Lee, en su condición de nuevo jefe del Escuadrón 37 de
todas las fuerzas sitiadas en Yaguajay.
Era el 24 de diciembre de 1958 cuando la Cruz Roja de la localidad logró negociar la
primera tregua en la que sería la batalla más larga de toda la campaña de Las Villas.
Abón Lee mantuvo la propuesta que ya le había formulado al capitán Antonio Sánchez
(Pinares) de retirarse hacia Santa Clara con todas sus fuerzas y el armamento, lo cual fue
desestimado categóricamente por Camilo.
Sobre las cinco de la tarde el jefe de la Columna 2 Antonio Maceo volvió al cuartel
con mazos de tabaco y ruedas de cigarro que los guardias le habían pedido, los repartió
personalmente y según testimonios de Roberto Calderón, de la Cruz Roja, les comentó que
si se rendían se les pagarían los meses que les debía el Ejército y esta misma noche
comemos veinte lechones asados, todos juntos, ustedes y nosotros.
Ya de regreso, regaló a los soldados que lo abordaban con admiración la bufanda, el
bolígrafo, la cadena y el pañuelo. Eran casi las seis de la tarde. La tregua estaba por
terminar y el empecinamiento de Abón Lee, quien alegaba esperar una orden del mando
superior, indicaba con toda claridad el reinicio de las acciones.
EL PUEBLO QUEDA LIBRE
Consumada la toma de Mayajigua, Perea, Venegas, Iguará, General Carrillo, Buena Vista,
Jarahueca, Meneses y Zulueta por fuerzas del Frente Norte de Las Villas comandadas por
Camilo, la batalla de Yaguajay era inminente.
El 20 de diciembre tropas rebeldes al mando del Comandante Félix Torres y el capitán
William Gálvez -en total unos 130 hombres- iniciaron el cerco a Yaguajay, donde además
del cuartel, ahora reforzado por las tres compañías que habían huido de Mayajigua con
Abón Lee a la cabeza, el enemigo se defiende en el Hotel Plaza, el Ayuntamiento y la
Planta Eléctrica.
Las tropas rebeldes no tardan mucho en ocupar los centrales Narcisa y Victoria,
cercanos a la cabecera municipal, y el día 22 en horas de la tarde y la noche se
incorporan Pinares y Camilo, respectivamente, con más de 100 hombres, procedentes del
segundo combate por la liberación de Zulueta.
Ese propio día, aprovechando la incertidumbre que cundía en la región, el Comandante
Roger Rojas Lavernia, jefe del Escuadrón 37, abandonó su tropa y
"justificándose" con que padecía de una hernia estrangulada se fugó de la
fortaleza en un avión militar que despegó de la pista adjunta, lo que determinó que
Abón Lee asumiera le jefatura de las fuerzas batistianas.
El 23, Camilo recibe la visita del Comandante Ernesto Guevara, máximo jefe militar del
Ejército Rebelde en Las Villas y el 24 cuando regresaba de su campamento de Alicante,
adonde se había dirigido con el Che para hablar con Fidel, en la Sierra Maestra, recibe
la buena nueva del repliegue del enemigo hacia el cuartel. El pueblo quedaba libre.
Félix, William, Pinares, Orestes Guerra, Walfrido Pérez y sus restantes oficiales y
soldados lo esperaban ansiosos.
EL CUARTEL SE CONVIERTE EN UN INFIERNO
En acuciosa investigación, los historiadores locales Osiris Quintero y Gerónimo
Besánguiz, coinciden en reconocer que fracasado el intento enemigo de abandonar por mar
el recinto sitiado y ante la resistencia de Abón Lee, quien se negaba constantemente a
aceptar la rendición, Camilo y sus hombres comenzaron a poner en práctica una verdadera
guerra psicológica para desestabilizar al adversario y lograr una victoria rápida, con
poco gasto de parque y sin pérdidas humanas mayores, con vistas a su participación
futura en la batalla de Santa Clara.
Así aparecen un tren dinamitado que destruyó la caballeriza, el famoso Dragón I,
especie de tanque rudimentario, hijo de la inventiva de los obreros del central Narcisa
que atacó el cuartel durante tres noches consecutivas, los M-26 o Sputniks, lanzados con
un fusil, y los altoparlantes instando a la rendición.
Sobreviene una segunda tregua y el enemigo continúa reacio a claudicar, vuelve el
combate, la atmósfera interior del cuartel se hace más difícil: faltan el agua, la luz,
los alimentos, las comunicaciones, las medicinas imprescindibles para los heridos; los
animales muertos por doquier ofrecían una imagen infernal. De poco valía la superioridad
en armamentos y el apoyo de la aviación que no cesaba de bombardear las defensas
rebeldes.
El Che, preocupado quizás por el temperamento de Camilo y al ver la resistencia de los
sitiados, ya en medio de la batalla de Santa Clara decide volver a Yaguajay el día 30 (ya
había estado el 23 y el 25). Esta vez trae una bazooka y promete enviar un mortero horas
después.
-Para tomar a Yaguajay voy a tenerte que prestar mi boina, bromea el argentino.
-Mejor llévate tú mi sombrero para Santa Clara responde Camilo.
Las armas recién llegadas comienzan a surtir efecto, los soldados del régimen
continúan desmoralizándose. Camilo amenaza con derrumbar el cuartel sobre sus cabezas.
No hay más tregua que la rendición, dice el jefe rebelde. A Abón Lee no le queda otra
salida. Seis de la tarde del 31 de diciembre: bandera blanca. Más de 400 bajas entre
muertos, heridos y prisioneros. Parque abundante y valioso armamento en manos
revolucionarias. Yaguajay era historia y con él, Camilo.
LA MEMORIA DE FELO
Ahora el viejo Rafael se reclina para atrás en el balance mientras sostiene al nieto
de meses que lo estremece en cada embestida. A mí una vez los guardias hasta me pusieron
una soga en el pescuezo porque decían que yo colaboraba con los rebeldes. Muchacho, no
quiero ni acordarme.
Y no quiere acordase tampoco del ensañamiento con los revolucionarios, del tiempo
muerto, de las calles tristes del pueblo, de los prostíbulos del barrio de "Sal si
puedes", de los bohíos sin esperanzas y de los pordioseros al por mayor.
Y así, en la búsqueda de sus recuerdos, encuentra también al cuartel del Escuadrón
que hace rato es hospital en Yaguajay, la escuela que Camilo prometió en Meneses pintada
como el primer día, el pueblo de Juan Francisco como dibujado en medio del monte y las
carreteras nuevas sin emboscadas. Y contando y contando, levanta otra vez al nieto: Caramba,
si ya hace 40 años que los libertadores pasaron por Yaguajay.