 Jamaica, un refugio
        para la forja
          
        NIDIA DIAZ  
        Enviada especial de Granma
        KINGSTON, 27 de julio.-Sería
        imposible visitar Jamaica sin traer con una en la memoria
        algunas de las muchas evocaciones que sobre este país y
        sus gentes hizo José Martí, porque en ellas, como en la
        mayoría de su obra, pareciera que el tiempo no ha
        transcurrido. 
        Tengo ante mí, dijo, y toda el
        alma se me va en él, uno de los dos periódicos que se
        publican en el campo de la insurrección en Cuba. El que
        yo tengo es un suplemento a la Estrella Solitaria,
        editado en el Camagüey, claramente dice cómo, a
        despecho de la constante vigilancia de las costas, las
        cañoneras españolas no pueden impedir el movimiento y
        la comunicación entre la Isla y Jamaica... 
        Dos veces en su vida, José Martí
        visitó Jamaica. La primera, en 1882 y la segunda, en
        1894. Fue en esta tierra hermana que labró sus sueños
        junto a los veteranos mambises emigrados. Porque aquí
        llegaron, entre los primeros al concluir la contienda en
        1878, el Mayor General Máximo Gómez y el también Mayor
        General, Antonio Maceo, tras la protesta contra el
        infamante Pacto del Zanjón. 
        Dónde sino aquí, besó el
        Apóstol por última vez la frente de la madre de todos
        los cubanos, de esa Mariana Grajales cuyos restos fueron
        sepultados en tierras jamaicanas como forja de una
        hermandad probada contra el tiempo y las dificultades. 
        Sólo los desmemoriados o los que
        se empeñan en desconocer o subestimar la historia de los
        pueblos, podrían intentar reeditar el fracaso de las
        cañoneras españolas en el siglo pasado cuando
        pretendieron interrumpir por la fuerza los lazos de
        amistad y solidaridad que desde entonces unían a Cuba y
        Jamaica. 
        Razones suficientes para que
        patriotas jamaicanos como Michael Manley se pusieran al
        lado de la Revolución Cubana y desafiaran las iras del
        vecino poderoso no sólo al establecer relaciones
        diplomáticas y ampliar la colaboración con nuestro
        país, sino al invitar, además, al amigo rebelde cuando
        mayor era el asedio contra su mandato presidencial. 
        A Jamaica llegó Fidel el 16 de
        octubre de 1977. Arribó en barco porque en barco, diría
        un colega por aquellos días, sólo te puede visitar tu
        vecino, tu hermano, aquel que vive junto a las puertas de
        tu casa. 
        De aquellas jornadas de amistad,
        son muchos los recuerdos que por acá se conservan, y eso
        lo percibe el viajero. 
        Manley lo dijo entonces: "El
        camino de la Revolución no avanza en una línea recta. A
        veces el camino dará una vuelta, habrá obstáculos.
        Algún día miraremos hacia atrás, hacia ese camino y
        diremos juntos: hemos vencido" 
        En ese camino, como quiso Martí,
        los cubanos y los jamaicanos hemos aprendido a escribir
        con actos, no con letra. 
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