Segunda Batalla de Santo Domingo - Aniversario 40

La contraofensiva rebelde Coronel

AMELS ESCALANTE COLAS
del Centro de Estudios Militares

SANTO DOMINGO es un intrincado y hermoso paraje, situado entre imponentes y majestuosas elevaciones de la vertiente norte de la Sierra Maestra.

Las aguas del río Yara, repetidamente evocado por poetas y cantores, baña la región, que en junio y julio de 1958 fuera escenario de importantes acciones militares ocurridas durante nuestra última guerra de liberación.

La inestimable pérdida del capitán Ramón Paz Borroto, uno de los 7 rebeldes que cayeron en la batalla.

Después de contener a las tropas del ejército de Batista, que el 24 de mayo de ese año habían iniciado la tan anunciada y minuciosamente preparada ofensiva de verano, y de desgastar en victoriosos combates a las principales unidades que integraban su ejército de operaciones en la más oriental de las provincias cubanas, el Ejército Rebelde, fortalecido militar y moralmente con las numerosas armas ocupadas en las acciones libradas hasta ese momento, pasó a la contraofensiva, desbordando los altos picachos de nuestra principal cordillera, para avanzar hacia el llano, tras las huestes de la tiranía que, sintiéndose derrotadas, iniciaban una penosa y difícil retirada.

Punto culminante que marcó el viraje definitivo de aquella epopeya, había sido la Batalla del Jigüe. Con las armas ocupadas en esa batalla, nuevas hornadas de combatientes pasaron a engrosar las filas de las unidades rebeldes existentes y permitieron constituir otras nuevas.

Se creaban así las condiciones para la expulsión definitiva de las tropas enemigas que habían intentado infructuosamente aniquilar al movimiento guerrillero que encabezaba la lucha armada del pueblo cubano contra la despótica tiranía que lo oprimía.

Sería ahora Santo Domingo el marco propicio escogido por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz para librar la próxima batalla.

En el caserío de Santo Domingo y sus alrededores se encontraba dislocada una tropa enemiga, bajo el mando del tristemente célebre coronel Sánchez Mosquera, uno de los más capaces y al propio tiempo de los más sanguinarios jefes militares del ejército de la tiranía. Esta fuerza se componía, del Batallón 11, muy castigado y con sus efectivos reducidos debido a los combates precedentes, y el Batallón 22, en composición de dos compañías, también con bajas de consideración.

Contando con el deterioro material y moral en que se hallaba sumida aquella tropa, el Jefe del Ejército Rebelde decidió mover sus fuerzas con el objetivo de asestarle un golpe fulminante que repitiera el triunfo recién obtenido en el Jigüe.

El máximo jefe rebelde comenzó a reagrupar sus fuerzas hacia el lugar escogido. Numerosos destacamentos revolucionarios comenzaron a tomar posiciones a lo largo del río Yara, desde Santo Domingo hasta Providencia. Allí se congregaron destacados jefes guerrilleros de la talla de los comandantes René Ramos Latour "Daniel" y Guillermo García Frías; los capitanes Vitalio "Vilo" Acuña, Ramón Paz, Antonio Sánchez Pinares y Eddy Suñol; los tenientes Félix Duque, Roberto Rodríguez "El Vaquerito" y otros más.

El día 25 el mando de la zona de operaciones ubicada en Bayamo, decidió enviar una compañía de infantería para intentar llevar suministros a las fuerzas que, en situación de semicerco, se encontraban en Santo Domingo. Ese día, la compañía enemiga fue emboscada y prácticamente destruida en el lugar conocido por Casa de Piedra, en el camino de Providencia a Santo Domingo. Se iniciaba así, con esta acción, el conjunto de combates que integran la conocida Segunda Batalla de Santo Domingo.

Ante el nuevo revés sufrido y la posibilidad de caer en un cerco similar al del Jigüe, esta vez con los batallones 11 y 22, el mando del ejército decidió evacuar a las fuerzas de esas dos unidades.

De forma sorpresiva, la tropa enemiga comenzó su movimiento en horas avanzadas de la tarde del día 26. Contrario a los procedimientos que acostumbraban a emplear, esta vez eligieron tres rutas de movimiento, en dirección al noroeste, hacia Providencia, desplazándose a campo traviesa por las laderas de la altura conocida como el Brazón. Durante el tránsito por el Brazón, el enemigo fue insistentemente hostigado por las fuerzas rebeldes, incluso durante toda esa noche, en la que el ejército pernoctó a campo abierto.

Al amanecer del día 27 los soldados reanudaron la marcha, viéndose nuevamente obligados a combatir con las fuerzas rebeldes que se movían por sus flancos y retaguardia, tiroteándolos constantemente. Esa tarde el jefe de la tropa enemiga coronel Sánchez Mosquera resultó herido de gravedad con un disparo en la cabeza.

En las primeras horas de la mañana del día 28, las fuerzas enemigas, que además ahora trasladaban a su jefe herido, se acercaron al caserío de Providencia, asediadas sin descanso por los rebeldes. En ese lugar, cumpliendo indicaciones del jefe del Ejército Rebelde se habían apostado las tropas de "Daniel", Paz, "el Vaquerito" y otros combatientes. Se produjo entonces un nuevo y recio combate. El enemigo que huía, prácticamente ya en franca desbandada, fue apoyado por otras fuerzas que se habían acercado desde Estrada Palma, base de operaciones intermedia establecida en la región, logrando ocupar algunas alturas dominantes en la zona.

En uno de los violentos intercambios de disparos que se produjeron, cayó mortalmente herido el capitán Ramón Paz Borroto, destacado combatiente que había participado en numerosas e importantes acciones antes y durante el rechazo de la ofensiva. El momento de su caída y ante la momentánea consternación que produjo ese hecho en la tropa rebelde, fue aprovechado por el enemigo que alcanzó a evacuar gravemente herido, en un helicóptero, a Sánchez Mosquera, logrando vencer los últimos tramos de su accidentado itinerario y salir a los llanos que más allá de Providencia lo llevaría hasta Estrada Palma.

Las tropas rebeldes, repuestas del momento de conmoción provocado por la muerte de Paz, persiguieron por unos kilómetros más, a las tropas del ejército que velozmente se alejaban del lugar.

Quedaba así liberada una amplia región que pasaba a la condición de "territorio libre de Cuba".

En los diversos combates que se desarrollaron como parte de esta batalla, el enemigo sufrió nuevamente cuantiosas pérdidas en hombres, armamento y pertrechos de guerra, alcanzando la cifra aproximada de más de 100 bajas entre muertos, heridos y prisioneros, lo que aceleró el derrumbe de su precaria moral combativa.

Por su parte, las fuerzas rebeldes tuvieron que lamentar la muerte de 7 valiosos compañeros, incluida la inestimable pérdida del capitán Ramón Paz, así como sufrieron 4 heridos, ocupando también, un valioso botín de guerra.

La Segunda Batalla de Santo Domingo, decisivo triunfo obtenido por las armas revolucionarias, fue dirigida personalmente por el Comandante en Jefe Fidel Castro, desde Casa de Piedra, punto situado en el propio escenario de las acciones, y donde el día 25 había sido aniquilada la compañía de infantería anteriormente señalada. Una vez más, el jefe del Ejército Rebelde se hallaba al frente de sus tropas en los lugares donde se desarrollaban los combates más importantes.

Este nuevo éxito se sumó a los alcanzados anteriormente y creó las condiciones para culminar, en los días que se avecinaban, la expulsión definitiva del enemigo de los territorios por donde el ejército de la dictadura había decidido asestar su golpe principal en la ofensiva que ya fenecía, acelerando con ello la formidable victoria que representó derrotar a la agrupación principal del ejército de operaciones en la antigua provincia de Oriente.

A 40 años de este destacado hecho de armas, recordamos que tan significativo éxito fue logrado, contra un enemigo cuantitativamente muy superior, gracias al heroísmo demostrado por los combatientes del Ejército Rebelde y a la eficaz dirección de esas acciones por el Comandante Fidel Castro. Ese mismo heroísmo que sin escatimar sacrificios, nos impulsará nuevamente a la lucha, bajo la dirección del Partido Comunista de Cuba y con nuestro invicto Comandante en Jefe al frente, contra cualquier enemigo que intente hollar el suelo patrio, por poderoso y pérfido que este sea.

 
 
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