FABIO

Detrás del gesto, una idea

Tony Piñera

Los estrenos siempre invitan a la reflexión, ponen al espectador en espera inquietante, con los cinco sentidos puestos en la escena. No es fácil conjugar ideas y expresarlas teatralmente, moverse y trasmitir lo que se desea, llegar al clímax de una situación y corresponder con las exigencias y el rigor perseguidos.

Danza Contemporánea de Cuba, con el estreno de Fabio, obra de la joven y original coreógrafa -bailarina Lídice Núñez (Trastornados, La tempestad, Cuida de no caer...)-, en la sala García Lorca del GTH, ha puesto una vez más sobre el tapete, su condición veterana y su pujanza como colectivo ya formado.

Fabio toma como punto de partida la muerte de un joven italiano, quien falleció a causa de una explosión terrorista en un hotel habanero, a finales de 1997, pero sin contar una historia personal. Con ella, ha expresado su autora, quiere denunciar al terrorismo y rendir homenaje a los jóvenes, que en cualquier rincón del planeta se han convertido en héroes casuales de hechos fortuitos, y también a los que luchan por un sueño.

Quien contemple por primera vez uno de los trabajos de Lídice Núñez respirará un aire de improvisación. Nada más falso: cada gesto, incluso el más insignificante, ha estado premeditado, ensayado o fijado. En Fabio, las dinámicas trabajadas por su creadora se forjan realmente por la calidad de los bailarines. La energía física es llevada al límite en una danza atlética que desprende agresividad, ternura, sensualidad y hasta la ingenuidad de los juegos infantiles.

En imágenes cargadas de símbolos, los bailarines danzan hasta dentro del agua, en una "pecera" que representa el vientre, el nacimiento, un pedazo de mar que es el origen. Lo esencial aquí es dejar que el cuerpo hable, desarrollar en la danza una elocuencia para expresar los sentimientos, las esperanzas... En la funcional e imaginativa escenografía de Rafael Miranda -un inmenso telón de fondo representando el cielo y las nubes-, ocho excelentes bailarines (Alexis Fernández, Armando Martén, Víctor Alexander, Ana Beatriz Pérez, Maray Guitérrez, Lídice Núñez y los noveles Jordán Mayedo, Wisley Estacholy y Jeisel del Busto), traspasan límites para alcanzar ese sueño. ¿Signos comunes de Fabio con anteriores coreografías de Lídice? El sentido de nostalgia, de conmoción, de lirismo y ese hálito de esperanza que emerge de cada obra.

Protagonista de esta pieza de poco más de una hora, que tiene como talón de Aquiles el tiempo, es necesario recortarla para evitar una inútil reiteración de movimientos, y el diseño de luces, pues se pierden detalles sobre todo en el fondo de la escena por la oscuridad, es la música de Juan Antonio Leyva/Magda Rosa Galván. Ella aporta una matriz sustanciosa para poetizar con el gesto, y fue interpretada a la perfección por la Orquesta del GTH, sabiamente conducida por la batuta de Anarelys Garriga. Instante emotivo de la jornada lo constituyó el final, cuando Justino di Celmo, padre de Fabio e inspirador del proyecto y de la obra, subió a escena con los bailarines para saludar al público.

 
 
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