 Un Jigüe a las puertas de Bayamo
SERVANDO VALDES SANCHEZ
Instituto de Historia de Cuba
A MEDIADOS del mes de noviembre, de acuerdo con las instrucciones
impartidas por el Comandante en Jefe Fidel Castro, todos los frentes y columnas del
Ejército Rebelde se disponían a avanzar sobre los pueblos y ciudades del país, en una
ofensiva final contra el régimen de Fulgencio Batista.
Por esos días, fuerzas del I Frente José Martí, al mando directo
de Fidel, partieron de la Comandancia General, en La Plata, rumbo al poblado de Guisa,
donde el líder revolucionario había previsto librar la primera batalla de la Campaña de
Oriente.
La ocupación de Guisa era vital para el futuro desarrollo de la
guerra, pues estaba situada a solo 12 kilómetros del puesto de mando de Bayamo, defendido
por 5 000 efectivos de las tropas gubernamentales en operaciones. Además, constituía un
paso decisivo para continuar la ofensiva sobre el resto de los enclaves militares ubicados
en el eje de la Carretera Central.
En la batalla participarían también una escuadra del pelotón
femenino Mariana Grajales, así como hombres del III Frente Mario Muñoz, a las órdenes
del capitán Calixto García Martínez.
Fidel decidió cercar el cuartel y rechazar los refuerzos que
seguramente serían enviados. Hacia esta última dirección destinó el mayor número de
hombres, quienes ocuparon posiciones a ambos lados de la carretera que enlazaba las
localidades de Bayamo y Guisa. Asimismo, con el objetivo de impedir ser envuelto por la
retaguardia ordenó el minado y la destrucción del puente de Monjarás, en el camino de
Bayamo al Corojo.
Al amanecer del 20 de noviembre, las fuerzas rebeldes estaban listas
para entrar en combate.
COMIENZA LA BATALLA
En la mañana de ese día fue interceptada una pequeña unidad del
ejército que diariamente patrullaba el tramo Bayamo-Guisa y luego de un breve intercambio
de disparos, la neutralizaron. De esa forma se inició la batalla.
Poco después, el puesto de mando de Bayamo solicitó la cobertura
de la Fuerza Aérea del Ejército (FAE) y envió su primer refuerzo por tierra. Cuando
este se aproximó, los combatientes hicieron estallar una poderosa mina, que inutilizó el
tanque T-17 de la vanguardia, y a su vez, abrieron fuego con todas las armas. El combate
se prolongó hasta el final de la tarde, cuando la tropa batistiana fue rechazada.
El 21 de noviembre, pese a la fuerte resistencia rebelde, otro
refuerzo apoyado por tanques logró penetrar en Guisa. Dos días después, una compañía
de infantería avanzó en cuatro camiones por el camino del Corojo, pero la destrucción
del puente de Monjarás y el enérgico rechazo de las unidades guerrilleras frustraron sus
propósitos.
Mientras tanto, el cuartel de Guisa se mantenía cercado y bajo
constante hostigamiento.
Entre el 25 y 26 de noviembre se desarrollaron violentos
enfrentamientos en la carretera de Bayamo a Guisa contra un batallón de infantería
encabezado por dos tanques T-17. Las fuerzas rebeldes emboscadas a dos kilómetros del
poblado lograron fijarlo en el terreno.
Ya entrada la noche, el Comandante en Jefe ordenó a una batería de
morteros de 81 mm atacar a los efectivos del batallón que se protegían alrededor de los
tanques. Simultáneamente, reclutas rebeldes cumpliendo sus indicaciones, cavaron una
zanja en la vía para obstaculizar la salida de los medios blindados. Así, el refuerzo
quedó definitivamente rodeado.
Por esos días Fidel escribió: "...Tenemos una fuerte línea
de defensa entre Bayamo y Guisa. Es como un Jigüe a las puertas de Bayamo." (1)
Temprano en la mañana del 27 de noviembre dos batallones
procedentes de Bayamo, reforzados con tanques M-4 Sherman, llegaron al lugar de la
acción, generalizándose otro encarnizado combate que duró varias horas. En la retirada,
las tropas batistianas pudieron rescatar uno de los tanques del batallón cercado. Fidel
ordenó su persecución y cerca del entronque de la Carretera Central, esas unidades
volvieron a ser hostigadas.
Ese día el ejército de la tiranía tuvo numerosas bajas y en poder
de los rebeldes quedaron armas, parque y un tanque T-17.
De inmediato, el Comandante en Jefe decidió aprovechar el poder de
fuego del tanque para acelerar la rendición del cuartel. Durante la noche del 28 de
noviembre dos pelotones apoyados por el T-17 -cuya tripulación fue seleccionada por él
mismo- partieron hacia Guisa.
Por la madrugada llegaron y, en una muestra de audacia, detuvieron
el tanque frente al objetivo militar y comenzaron a disparar ininterrumpidamente. Un
proyectil de bazuca hizo blanco en el blindado, pero la tripulación no lo abandonó hasta
que se le agotó el parque.
Ese mismo día la jefatura de la Zona de Operaciones intentó una
vez más la ruptura de las defensas guerrilleras, al enviar cuatro batallones por
diferentes direcciones, todos los cuales fueron rechazados.
El 30 de noviembre, mientras proseguían los combates entre las
fuerzas revolucionarias y los refuerzos, la guarnición de Guisa huyó y el pueblo quedó
de hecho en poder del Ejército Rebelde.
La Batalla de Guisa tuvo resultados muy favorables para los
rebeldes, quienes le ocasionaron más de 200 bajas a las tropas de la dictadura y
ocuparon, además del tanque, alrededor de un centenar de armas de infantería de
diferentes tipos, dos morteros calibre 60, un mortero calibre 81, una bazuca, 55 000
proyectiles, 130 granadas de Garand, 70 obuses de mortero calibre 60 y 25 de mortero
calibre 81.
En el transcurso de 10 días de intensos combates, las unidades
rebeldes rechazaron enérgicamente nueve refuerzos apoyados por la aviación y unidades
blindadas y de artillería.
Un total de ocho combatientes perdieron la vida y otros siete
resultaron heridos. Entre los caídos se encontraba el capitán Braulio Coroneaux, uno de
los oficiales más bravos del Ejército Rebelde.
La victoria militar de Guisa permitió -como lo había previsto el
Comandante en Jefe- continuar la ofensiva sobre el resto de las guarniciones militares
hasta el objetivo final: Santiago de Cuba.
Citas:
(1) Partes de Radio Rebelde, en Archivo de Asuntos Históricos
del Consejo de Estado. |