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Puntos sobre las íes camino a Winnipeg

Miguel Hernández

No hay dudas: Cuba va a cosechar otro gran racimo de medallas, de todos los colores, y protagonizará un nuevo duelo con la potencia olímpica que lidereó Atlanta, Estados Unidos, en los Juegos Panamericanos de la ciudad canadiense de Winnipeg, el próximo verano.

Mil 24 deportistas en más de una treintena de preselecciones nacionales están enrolados en una preparación controlada muy de cerca por las autoridades deportivas, las que temporalmente convocan a todos los federativos, técnicos y capitanes de equipos para pulsar cómo van las cosas.

Así ocurrió ayer en el "cuartel general" del Cerro Pelado, donde estimulan las labores para mantener bonito el centro deportivo y se mencionó como destacado a un jardinero que también lo era, y muy bueno, en las praderas de los años 60, el expelotero Ramón Quijano.

Las condiciones para el entrenamiento de algunas disciplinas, el estado de las instalaciones, la atención médica integral a los atletas y su balance alimenticio y la situación de las lesiones, fueron evaluados en aras de garantizar la eficiencia de la delegación cubana para dentro de ocho meses.

Pero lo que más llamó a la reflexión no tuvo que ver con las medallas, cuyo brillo en ocasiones, ciega. Y fue el toque de atención ante el panorama docente actual de cierta parte de los futuros olímpicos. Entonces quedó bien claro, que a cualquier federativo o entrenador le es prohibitivo hacer presión alguna para justificar las inasistencias a la escuela de sus discípulos en pos de una presea.

El hombre-atleta ha de saber que los tiempos de aplausos en los estadios pasan, que cuando ponga punto final a su carrera deportiva otra comienza, y esta sociedad no cambia medallas por calidad humana. De los músculos del alma no podemos olvidarnos en este camino a Winnipeg.

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