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Compay Segundo y el Septeto Habanero

¿Los últimos son los primeros?

Francisco Repilado, Compay Segundo, cumplió noventa y un años de edad y tres de darle la vuelta al planeta sin cesar, de Nueva York a Madrid, de París a Londres, con su armónico a cuestas, su voz añejada de bajo, y unos sones y boleros que mantienen intacta la pureza del origen.

En la Casa de la Música, donde la EGREM lleva adelante un proyecto de significación cultural que alterna con las necesarias sesiones bailables para satisfacer una legítima demanda turística, fue el curioso homenaje, porque, en primer lugar, se lo dio él mismo, cantando y gozando como si tuviera quince años, mostrando un arte sin concesiones comerciales -sabia lección: cuando más riguroso se es, más se vende, eficiencia promocional aparte, entre las tantas personas sensibles de este mundo-, y curioso también porque allí estuvo el Septeto Habanero, que parece reverdecer laureles de lo que fue a la distancia de seis décadas, cuando Guillermo Castillo fundó el sexteto mítico que inspiró a Nicolás Guillén los Motivos de son; y porque Cotó, ese eléctrico tresero oriental, se sumó a su tropa para dar un toque contemporáneo a la tradición.

No lamentemos más el redescubrimiento tardío de Compay, oro bruñido desde que unió su voz a la de Lorenzo Hierrezuelo, pues lo importante será, en lo adelante, no perdérnoslo. Saquemos cuenta, eso sí, de los muchos valores tradicionales que hoy se hallan a la vanguardia de la difusión de la música cubana, junto a los que expresan la renovación. Hay espacio para todos. Solo es menester cultivarlo. (P. de la H.)

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