Discurso pronunciado por Ricardo Alarcón de Quesada, Presidente de
la Asamblea Nacional del Poder Popular, en la clausura del II Período Ordinario de
Sesiones de la V Legislatura, celebrado el 21 de diciembre de 1998.
Compañeras y compañeros:
Permítanme unas reflexiones para concluir este período de sesiones. Con la jornada de
hoy hemos culminado cuatro días de intenso y fructífero trabajo. Las comisiones
permanentes discutieron y aprobaron sus planes para el próximo año, recibieron a varios
ministros y dirigentes administrativos con quienes examinaron importantes temas y
analizaron las propuestas presupuestarias en las áreas concernientes a ellas. Además en
esta misma sala comparecieron cuatro ministros con los que sostuvimos sendos y prolongados
intercambios. En conjunto fueron decenas de horas de trabajo y centenares de
intervenciones. Sin contar las reuniones previas realizadas en todos los territorios.
Sobre esa base hemos aprobado los Lineamientos Económicos y Sociales y el Presupuesto
para 1999. Lo hemos hecho con seriedad, rigor y amplitud como corresponde a una verdadera
democracia a pesar de que estamos en medio de una guerra. Es evidente el contraste con el
modo en que en Estados Unidos adoptaron su último presupuesto sin discutirlo, sin haberlo
leído siquiera sus propios congresistas.
Pronto llegará la noche que para buena parte de la humanidad marca el inicio de un
nuevo año, asociado generalmente a sentimientos de alegría y optimismo.
Para muchísimos cubanos, durante mucho tiempo, no fue así. Celebraban la fecha, en
sus lujosas mansiones y clubes exclusivos, los pocos que tenían algo que celebrar. El
pueblo humilde y trabajador, la inmensa mayoría, la veía con una mezcla de nostalgia y
amargura.
Dentro de diez días se cumplirá exactamente un siglo de aquel Primero de Enero en que
se alzó en El Morro la bandera del imperio y pasamos a convertirnos oficialmente en
protectorado yanki. Se concretaba así el pérfido plan de apoderarse de Cuba concebido en
tiempos de Jefferson, desenmascarado tempranamente por Céspedes y llevado a cabo, como
temía Martí, del modo más cobarde y con la "maldad más fría".
Con la imborrable afrenta parecía terminar la lucha más heroica y abnegada, la más
sangrienta, prolongada y solitaria, la Revolución más profunda y justiciera por la que
habían ofrendado sus vidas, durante treinta años, centenares de miles de cubanos.
Disueltos el Partido Revolucionario, el Ejército Libertador y la Asamblea de
Representantes, los invasores se posesionaron del país y sus recursos. Ellos serían,
durante seis largas décadas, los verdaderos amos, directamente o por medio de testaferros
corruptos y verdugos amaestrados en inglés.
Sesenta años vergonzosos en los que el pueblo no dejó de padecer y combatir hasta que
llegara, de verdad y para siempre, el enero que buscaba afanosamente desde La Demajagua.
Jamás hubo un año más nuevo que el iniciado aquel primer día de 1959. Empezaba una
nueva era, culminaba un siglo de hazañas y sacrificios que son la sustancia de nuestra
identidad como pueblo y el eje de su marcha desde el surgimiento de la nación.
Largo ha sido el camino también desde ese amanecer inolvidable. Mucho ha habido que
luchar en estos cuarenta años para defender la libertad y realizar la justicia en nuestra
tierra. Hermosa, limpia y noble es la obra que entre todos hemos sido capaces de edificar.
Hemos hecho realidad los sueños que animaron la pelea de sucesivas generaciones de
cubanos, los que siguen soñando todavía miles de millones de personas en todo el mundo.
Hemos sabido perseverar en la ruta iniciada por los forjadores de la nación y como
ellos, hemos tenido que hacerlo arrostrando los mayores obstáculos, en medio de la
hostilidad más feroz y sistemática del perenne enemigo de la Patria.
Porque el año que se acerca marcará también el número cuarenta de la guerra
económica, política e ideológica que nos ha impuesto el imperialismo yanki y que
empezó también en enero del 59. Desde entonces acogieron en su territorio y dieron
protección a los asesinos y ladrones que instalaron en Miami y convirtieron en el núcleo
central de una contrarrevolución que no han cesado de dirigir y financiar un solo día.
Desde entonces comenzaron una campaña de calumnias y mentiras que no ha conocido reposo
en cuarenta años. Desde entonces han intentado sobornar y matar; organizaron invasiones
mercenarias e incontables sabotajes y actos terroristas; amenazaron con el ataque nuclear;
promovieron asesinatos y planearon provocaciones; se asociaron con la mafia y emplearon
matarifes alquilados.
Desde entonces trataron de aislar a Cuba y aplicaron contra ella una guerra económica,
comercial y financiera cada vez más intensa.
En su empeño contra Cuba el imperialismo ha derrochado miles de millones de dólares.
Ha destinado para ello cifras comparables a lo que ha dedicado a su supuesta
"ayuda" para el desarrollo de América Latina en el mismo período. Para tratar
de destruir a la Revolución cubana ha gastado más recursos que los que hubieran podido
aliviar la miseria y el desamparo de decenas de millones de norteamericanos.
Nunca contra pueblo alguno, durante tanto tiempo, se han utilizado tantos recursos como
los que el imperialismo ha usado en su vano esfuerzo por destruirnos.
Pero aquí estamos y aquí permaneceremos. Cuando se cumple una década del inicio del
derrumbe del campo socialista. A pesar de que en el mismo período se han incrementado el
bloqueo, la propaganda enemiga y la subversión interna. Aunque son muchas las carencias y
las dificultades que nos crea un enemigo cruel y carente de moral.
Aquí estamos, de pie y firmes, salvando nuestra dignidad y nuestra obra. Luchando por
hacerla mejor y más bella, incluso, en esta, la hora más difícil de la Patria. Nuestros
médicos en Centroamérica, en Haití y en Sudáfrica y su disposición a ir a cualquier
parte, ilustran la actitud de nuestro pueblo. Su importancia ha sido subrayada por el
intercambio realizado hace unos momentos en esta propia sesión.
Los Lineamientos Económicos y Sociales y el Presupuesto para 1999 que hemos aprobado
en esta sesión, indican cuánto hay que seguir luchando, convocan a multiplicar el
esfuerzo, a redoblar el empeño por la eficiencia, el ahorro, el uso racional de los
recursos. Su análisis, realizado en las comisiones y en este plenario y basado en
numerosas discusiones en todos los territorios y en los diversos sectores, muestra, con
datos muy precisos, que la resistencia es el único camino hacia la victoria.
Hay escollos y problemas que nos dañan y que tenemos que enfrentar y resolver con
energía y determinación.
Existen obstáculos creados por el enemigo y que agregan dificultades enormes a cada
esfuerzo nuestro. Tenemos que afrontarlos, como hasta ahora hemos hecho, con firmeza y
sabiduría, con más trabajo, con mayor rigor y control en todas las actividades. Lo
seguiremos haciendo bajo la dirección ejemplar, sabia y consecuente de Fidel.
Ya hemos demostrado que la resistencia conduce, inevitablemente, a la victoria. Nuestra
economía se recupera y continuará haciéndolo. Ese es el sentido principal del Plan y el
Presupuesto aprobados.
Su realización práctica, está en esencia, en nuestras manos. Vencer, en las
dificilísimas condiciones que nos impone el enemigo, es posible, está siendo posible,
con la participación de todos.
La hazaña colectiva, el heroísmo compartido, la unión indisoluble de todos fue ayer
y será siempre nuestra ruta.
Compañeras y compañeros:
Nuestra pelea tiene lugar en una situación internacional muy compleja. Las fuerzas que
en los países desarrollados propugnaban el neoliberalismo, afirmaron su hegemonía y
pudieron extenderlo a escala planetaria. El neoliberalismo es la expresión más agresiva
y descarnada del capitalismo que rechaza todo control o regulación, reduce el Estado a
mero servidor de sus intereses, liquida la idea del gobierno democrático y la solidaridad
entre los hombres, impone como única norma el lucro ilimitado y la codicia
individualista. Es una política que acentúa la pobreza y la marginación de cada vez
más amplios sectores en los propios países industrializados, agudiza la miseria, el
atraso y la explotación en el Tercer Mundo, arrasa con las soberanías nacionales, atenta
contra la cultura espiritual de la humanidad y amenaza gravemente el medio ambiente.
La mundialización del neoliberalismo es el problema más serio y el mayor peligro para
su propia subsistencia que haya encarado jamás la especie humana.
Pero si son grandes los riesgos de esta hora, también lo son sus posibilidades. La
globalización neoliberal puede y debe ser la fase final del capitalismo como sistema
mundial.
Si se le permite seguir desenfrenadamente su curso irracional nos llevará a todos a la
hecatombe. Si, por el contrario, se juntan ahora las más diversas fuerzas y sectores que,
por diferentes causas y desde varias perspectivas, se le oponen, si se unen quienes son
hoy la inmensa mayoría internacionalmente y al interior de todos los países, será
posible no solo evitar el desastre universal sino también abrir cauces para transformar
el mundo en un sentido solidario, humanista y racional.
En Estados Unidos dominan hoy las fuerzas principales del imperialismo globalizado.
Allí imponen políticas antiobreras, racistas y excluyentes que afectan a la mayoría de
la población, mientras desatan contra otros países acciones agresivas y discriminatorias
y pretenden someterlos por completo económica, política, cultural y militarmente. El
decidido enfrentamiento a su hegemonismo tiene que ser universal.
El triunfalismo prevaleciente en los círculos imperialistas a raíz del derrumbe de la
Unión Soviética, cede el paso cada vez más a la preocupación generada por la crisis
económica que afecta al mundo y amenaza con ahondarse. Las fuerzas progresistas se
recuperan del severo golpe y tienden a reagruparse en un contexto nuevo donde se
incorporan otros actores y se crean condiciones para la constante ampliación de quienes
afrontan la acometida del capitalismo salvaje. Tienen en Cuba su aliado político más
fiel y confían plenamente en nuestra capacidad de resistencia, elemento decisivo en la
actual coyuntura histórica y principal esperanza para miles de millones de personas en
todo el mundo.
Se reanima el movimiento sindical y el combate obrero frente a los despidos masivos, la
eliminación de prestaciones sociales y la reducción del salario real; aumenta la
protesta de las capas medias ante el constante deterioro de sus niveles de vida; crece la
rebeldía de los estudiantes y los intelectuales en oposición a un sistema que agrede a
la cultura y la mercantiliza; se extiende el accionar de quienes tratan de salvar un
planeta cuyo medio ambiente se degrada cada día; alzan sus reclamos las mujeres, los
inmigrantes, las poblaciones autóctonas, y otras víctimas del chovinismo, el racismo y
la discriminación; se multiplica el número de los que se afanan por salvaguardar los
valores éticos y espirituales de la humanidad.
La lucha de los pueblos del Tercer Mundo por la verdadera independencia, el desarrollo
y la justicia continuarán desplegándose inevitablemente exigiendo el fin de un orden
internacional que les niega el derecho a una vida digna y los condena a la permanente
subordinación, al subdesarrollo eterno, a un nuevo y cruel colonialismo.
Compatriotas:
El próximo año, como siempre, serán numerosos los aniversarios que deberemos
conmemorar. Somos un pueblo poseedor de una historia admirable, que asocia cada jornada a
proezas de un pasado siempre vivo y renovado. Cada día de esta etapa difícil y gloriosa
será recordado también, con respeto y admiración, por las futuras generaciones de
cubanos que vivirán en una Cuba libre, independiente y socialista.
1999 será el del Cuadragésimo Aniversario del Triunfo de nuestra Revolución. Debemos
recordar entonces que, cuarenta años atrás, alcanzamos finalmente la independencia;
eliminamos el racismo institucionalizado que excluía a los cubanos negros de playas,
barrios, escuelas y parques públicos; pusimos fin a la tortura, el abuso y los crímenes
de esbirros uniformados; extirpamos el juego, la droga y la prostitución, vicios cuya
reaparición no toleraremos jamás; eliminamos la inicua explotación de los casatenientes
y promulgamos el 17 de mayo la Reforma Agraria que abolió el latifundio e hizo realidad
las aspiraciones por las que habían luchado incansablemente nuestros campesinos. Fue la
fiesta de todos, cuando el decoro y la dignidad se instalaron definitivamente en la Patria
que al fin se lavaba el rostro ensangrentado y sonreía.
Largo y áspero había sido el camino recorrido. Largo y áspero, duro y difícil,
sería el que nos aguardaba.
Pero lo hemos recorrido con honor.
Entre los aniversarios del año entrante hay el de un hecho que ocurrió en la mayor
soledad, oculto en un rincón apartado y muchas veces olvidado. A él debemos regresar, en
el fondo de nuestras conciencias, cada día, los cubanos.
Ciento veinticinco años atrás, junto a un barranco perdido en la Sierra Maestra,
cayó combatiendo el hombre que concibió la Patria libre, justa y solidaria y nos
convocó a todos a conquistarla. Su ruta hasta San Lorenzo fue el más alto ejemplo de
sacrificio personal, de renunciamiento y fidelidad a la causa revolucionaria que él
había iniciado.
Abandonado, completamente solo, casi ciego, compartiendo sus postreros días con los
antiguos siervos a quienes devolvió la libertad, hasta allí fue a buscarlo la columna
enemiga. Sin la ayuda de nadie se batió hasta el último instante.
Alguien dijo que, entonces, cayó "como un sol de fuego que se hunde en el
abismo". Digamos mejor que un sol de fuego, el sol de la lucha infatigable por la
justicia, se sembraba para siempre en la entraña de la Patria.
Por su sacrificio y por el de tantos cubanos que después siguieron su ejemplo, las
llamas de ese sol que él encendió no se apagarán jamás.
Nunca tendremos que pelear, como tuvo que hacerlo él hasta el final, en la más
absoluta soledad, acompañado solo por la dignidad de su pueblo.
Hoy somos millones los hijos de Céspedes. Hoy, mañana y siempre pelearemos juntos. Y
unidos, todos con Fidel y Raúl, alcanzaremos la victoria.
¡VIVA CUBA LIBRE!
¡SOCIALISMO O MUERTE!
¡PATRIA O MUERTE!
¡VENCEREMOS!