Jazz Plaza'98 ya es historia. Una buena historia con un final
demasiado feliz, como para que la envidien Montreaux y Chicago, Newport y París: los
dúos de Chucho Valdés con los invitados al encuentro clasifican, sin el menor alarde,
entre los hechos clásicos del género en estos tiempos y le confirieron una categoría al
evento que muchas sedes jazzísticas del mundo quisieran. ¿Razones? La capacidad de
entrega de los huéspedes, desde sus diversas posibilidades expresivas, en plena sintonía
con el anfitrión: el tenorista de origen boricua David Sánchez haciendo gala de un
discurso introspectivo de bruñida belleza; el flautista cubano Orlando Valle (Maraca) con
su torrente silábico y sus desbordados recursos que avalan una limitada capacidad
improvisatoria; el colombiano Ray Rodríguez, portador tanto en la flauta como en el
saxofón, de la sabiduría de los tiempos del Cotton Club; el trompetista norteamericano
Roy Hargrove poniendo cada nota donde es con la intensidad precisa y el duende poético de
los maestros (hoy por hoy junto con Wynton Marsalls, no hay prácticamente quien se les
compare); y el dominicano Michel Camilo, con su toque alucinado, vertiendo al espacio las
más increíbles volutas de sonido que se puedan concebir.
El enorme mérito de Chucho, quien recorrió en el concierto todos los formatos
incluyendo a Irakere y el cuarteto que le ha dado nueva fama en Estados Unidos por sus
presentaciones en vivo y las grabaciones para el sello Blue Note, está en servir y
prodigarse al mismo tiempo soporte para los invitados y creador de fantásticas
variaciones, a base de clusters inimaginables, citas románticas y clásicas,
re-ferencias culturales de la más variada estirpe y mucha invención propia -recuérdese,
ahora que tanto se habla de la timba, que el precursor de esa forma de asumir el tumbao
cubano fue precisamente él-, todo ello con un estricto sentido del equilibrio.
El festival es un hecho consolidado y único, asentado en una trama que convierte a la
ciudad en escenario ideal para el suceso. Tanto La Zorra y El Cuervo como el club
Imágenes constituyen plazas atractivas no solo para el evento, sino para la continuidad
de la vida jazzística en la capital. Lo propio cabría decir de la casa de la Prensa
(UPEC) donde funciona el Club Cubano de Jazz y se atienden a valores tradicionales y en
desarrollo.
Jazz Plaza volverá en el 2000. Allá nos vemos.