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NACIONALES |
Agricultura urbana
No es un invento cubano
Practicada por naciones desarrolladas y subdesarrolladas, en nuestro país esa tendencia internacional se ha asimilado con métodos y estilos de trabajo propios
Raisa Pagés
Entre el 25 y el 75 por ciento de las familias urbanas del mundo cultiva hortalizas, según estudio efectuado por la Red de Agricultura Urbana -con sede en Washington-, perteneciente al PNUD.
Esa organización investigó en 20 países de América Latina, Africa y Asia y comprobó que la agricultura urbana en los países en desarrollo representa una fuente de ingresos para 100 millones de personas y contribuye a la alimentación de 500 millones de individuos.
Pero no solo las naciones subdesarrolladas ejecutan esta práctica. En la revista Correo de la UNESCO, de abril de 1996, se afirma que, en los Estados Unidos, más de un tercio de los productos agrícolas y ganaderos proviene de granjas urbanas. Se estima que en Nueva York existen más de mil huertos comunitarios y en Berlín, República Federal de Alemania, el cálculo es de unos 80 000.
En China el 85 por ciento de las hortalizas y la mitad de la carne que consumen las 18 ciudades más importantes de ese país, se producen en el propio lugar.
El general de brigada Moisés Sio Wong, durante el recorrido del General de Ejército Raúl Castro en diciembre pasado por organopónicos capitalinos, comentó que en Shanghai -con 6 000 kilómetros cuadrados y una población de 17 millones de habitantes, entre los residentes fijos y los flotantes- por esta vía se autoabastecen de leche y del 70 por ciento de los huevos, hortalizas y granos, así como del 90 por ciento de la carne de pollo.
Por tanto la agricultura urbana no es un invento cubano, sino una práctica internacional, sólo que ese concepto se ha acomodado a nuestras condiciones, para abarcar a todas las formas de tenencia de la tierra y explotar, en cada ciudad, el terreno disponible de forma eficiente.
Algunos han confundido agricultura urbana con autoabastecimiento territorial. Aunque la primera forma parte de la segunda, no son conceptos iguales.
En los municipios cabeceras de los territorios -para acercar alimentos a más amplios núcleos poblacionales- se promueve la agricultura urbana. Sin embargo, en los restantes municipios lo que se impulsa es el autoabastecimiento territorial.
En el caso de Ciudad de La Habana sería imposible pensar que los municipios capitalinos -densamente poblados- puedan autoabastecerse de todo lo que necesitan, pero lo que sí es aconsejable y factible es explotar todas sus zonas periurbanas y solares yermos en función de la producción de alimentos.
La agricultura urbana posibilita, además, que verduras perecederas u otros productos, que pierden calidad en su transportación, lleguen frescos al consumidor.
No es lo mismo comerse una lechuga transportada desde San Antonio de los Baños a la capital -de la cual se perdía hasta un 30 por ciento-, como sucedía en años anteriores, que la recién cortada en un organopónico cercano.
Por ejemplo, en Argentina los huertos urbanos satisfacen el 20 por ciento del consumo alimentario registrado en la ciudad de Buenos Aires.
Como los productos cosechados en los huertos son de un 30 a un 60 por ciento más ricos en micronutrientes que los comprados en los supermercados de las grandes ciudades, las personas tienden a preferir los vegetales cultivados con protección biológica y natural -y lo pagan aun a más alto precio-, sin la peligrosa toxicidad de los sometidos a tratamiento con sustancias químicas.
Es así que Cuba se inserta en una tendencia internacional con sus propios métodos y fórmulas adaptadas a nuestras condiciones que, en buen cubano, es a la criolla.