| NACIONALES |
Tratado Permanente de 1903
Garantía y eternización
de la Enmienda Platt
PEDRO A. GARCIA
Una vez le preguntaron al ensayista Noam Chomsky las causas de que EE.UU. no tratara de anexarse a Cuba después de 1898. "Para los inversionistas estadounidenses fue una buena decisión permitirle a Cuba una forma nominal de independencia bajo la dominación estadounidense. Existen varias técnicas de control y la anexión, de ninguna manera, es la más eficiente".
Símbolo e instrumento eficaz de la intervención directa norteamericana en Cuba, legitimada por el Tratado Permanente.
Entre esas técnicas de control, Chomsky probablemente se refería a la Enmienda Platt, mediante la cual el Gobierno de Cuba consentía que EE.UU. pudiera ejercitar el derecho de intervenir en la Isla cuando lo estimara conveniente, a la vez que la obligaba a arrendarle parte de su territorio para el establecimiento de bases navales yankis.
La Enmienda Platt surgió como un apéndice que el gobierno norteamericano impuso a la Constitución de 1901. Pero como tal cesaba cuando esa ley de leyes fuera derogada o sustituida. No por gusto, en su octava cláusula, se dejaba bien claro "que para mayor seguridad en lo futuro, el Gobierno de Cuba insertará las anteriores disposiciones en un Tratado Permanente con los Estados Unidos".
Así, para dar cumplimiento a lo anterior, el 22 de mayo de 1903 suscribían los cancilleres de ambos países dicho Tratado, el cual reproducía las siete primeras cláusulas de la Enmienda Platt. Este Tratado no dependía de la vigencia de una constitución, sino que solo dejaría de tener validez por acuerdo entre las dos partes contratantes. Es decir, por un acuerdo de Estado a Estado.
Para el pueblo cubano, así como para muchos historiadores e investigadores, la Enmienda Platt y el Tratado Permanente eran tan similares que muchas veces cuando se referían al segundo, mencionaban la primera. Así, de jure, la Enmienda Platt fue derogada en 1928, cuando el desgobierno de Machado sustituyó la Constitución de 1901 por un engendro seudoconstitucional que permitía al tirano entronizarse en el poder hasta 1935.
Para EE.UU. no significó cambio alguno que desapareciera como apéndice de la constitución, ya que con el Tratado Permanente se mantenían las prerrogativas imperiales sobre la Isla. Pero corrían ya otros tiempos y se requerían nuevos métodos de dominación.
La llamada intervención preventiva, es decir, la amenaza de intervención directa como arma de amedrentamiento, la intromisión de los embajadores yankis en los asuntos internos cubanos, incluso en ocasiones (como hiciera Enoch Crowder con Zayas) en que devenía suplantación del presidente de la Isla por el embajador, que de hecho dirigía al Gobierno y aconsejaba a la oposición a través de memorándum, resultaba mucho menos costosa que el desembarco de marines y la ocupación militar del país.
A la vez, otros mecanismos neocoloniales como el Tratado de Reciprocidad Comercial, renovado en 1934, permitían a EE.UU. conservar su condición de metrópoli económica de Cuba y sobre esta base, influir decisivamente en la política interna de la Isla.
Por ello, el 31 de mayo de 1934, el gobierno de Mendieta (donde en verdad ejercían el mando el embajador yanki Caffery y el sargento devenido general Fulgencio Batista) y el de Franklin Delano Roosevelt derogaban el Tratado Permanente de 1903.
La supuesta renuncia de EE.UU. a la prerrogativa de intervenir militarmente en Cuba con el consentimiento de sus gobernantes ha sido sublimada y sobrevalorada por la historiografía burguesa. Antes de 1934, sin Enmienda Platt ni Tratado Permanente, el coloso del Norte intervino en Panamá, Haití, Santo Domingo, México y Nicaragua.
Después de esa fecha, intervino en Guatemala y otra vez más en Santo Domingo, sin necesidad de apéndices constitucionales; invadió Granada y Panamá sin apelar a supuestas cláusulas reproducidas en un tratado.
Y como recuerdo hiriente del Tratado Permanente de 1903, permanecen ocupando ilegalmente el territorio de la Base Naval de Guantánamo, a pesar de las innumerables reclamaciones de devolución del gobierno y pueblo cubanos.