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 Hablar de Montecristi es pensar en Gómez y Martí, en
el Manifiesto
Se restaura la casa donde vivió Máximo Gómez y fue firmado el
histórico documento del Partido Revolucionario Cubano

SUSANA LEE
MONTECRISTI ES de esos sitios que su sola mención nos recuerdan la
historia de la Patria.
Hablar de Montecristi es pensar en Gómez, en Martí, en el
Manifiesto que plasmó las ideas, los principios, las perspectivas de la contienda del
95..., es pensar en el Partido Revolucionario Cubano y en la unidad que su Delegado
forjara para que la revolución de independencia, iniciada en Yara después de
preparación gloriosa y cruenta entrara en un nuevo período de guerra...

Vista del frente de la pequeña casa donde vivió Máximo Gómez en Montecristi,
República Dominicana, entre 1888 y 1895. Aquí se firmó el 25 de marzo de 1895 el
Manifiesto.Desde hace décadas es un museo que se encuentra hoy en restauración.
Y es también pensar en internacionalismo y en internacionalistas
porque ya desde el inicio de nuestras gestas mambisas hombres como Gómez, Modesto Díaz,
los hermanos Marcano Luis, Francisco y Félix y Dionisio Gil, entre otros dominicanos, se
unieron al Ejército Libertador; y en cuanto tenemos en común con esa isleña nación
vecina, de cuyo pueblo, dícese que en el concierto de nuestra América somos los más
parecidos.
En el antiguo comedor de la vivienda y
el resto de sus espacios (sala, saloncito, habitación) fueron colocadas fotos y
documentos, con los recursos propios de la municipalidad. Durante muchos años se
expusieron gráficas de nuestra Guerra de Idependencia, en buena parte tomada de revistas.
Situada a 290 kilómetros al noroeste de Santo Domingo, Montecristi
fue la localidad de su país de nacimiento escogida por el Mayor General Máximo Gómez
para establecerse con su familia, tras la Guerra de los Diez Años.
Hasta allí, luego de frustrados intentos de distintas agrupaciones
revolucionarias por reanudar la batalla, llegó Martí años después en septiembre de
1892, ya fundado el Partido Revolucionario Cubano y sentadas las bases para impulsar el
reinicio de la guerra necesaria, a conversar con el experimentado jefe militar y a pedirle
que renovando el sacrificio con que ilustró su nombre, ayude a la revolución como
encargado supremo del ramo de la guerra, a organizar dentro y fuera de la Isla el
Ejército Libertador que ha de poner a Cuba, y a Puerto Rico con ella, en condición de
realizar, con métodos ejecutivos y espíritu republicano, su deseo manifiesto y legítimo
de su independencia.
Salón principal del museo (era
utilizada como sala de la casa) como se mostraba hace un par de meses. En la actualidad
son transformados totalmente sus espacios de exposición.
Allí, en la finca La Reforma donde trabajaba por el sustento
familiar, el héroe de tantas batallas gloriosas en suelo cubano, ofreció al Delegado su
concurso para la Revolución que organizaba en todo y para todo lo que se me considere
útil, prometiendo servir a esa Revolución, con el mismo desprendimiento, desinterés
personal y lealtad con que la serví en el 68.
A Montecristi volvería Martí dos veces más. Una menos de un año
después, en junio de 1893, para informar a Gómez sobre la marcha de los preparativos y
dejar resuelto, de común acuerdo, el modo y manera de auxiliar la Revolución
inmediatamente que surgiera en Cuba, lo cual implicó que el General en Jefe del Ejército
Libertador, nombrado por el Delegado del Partido, pasara una circular a todos los jefes
principales de la pasada guerra que estaban fuera de la Isla, para que estuvieran
preparados.
La tercera y última fue la más larga y trascendente porque desde
allí partiría a Cuba el 1 de abril, junto a Gómez y otro grupo de patriotas, los
cubanos Francisco Borrero, Angel Guerra, César Salas y el dominicano Marcos del Rosario,
en su viaje final, a ocupar su puesto en el Ejército Mambí.
En los casi dos meses que permaneció en tierra dominicana, haciendo
estancia principalmente en Montecristi, resultó este el escenario donde escribió
importantes documentos, entre ellos, el reconocido como primer programa público de la
guerra necesaria: El Partido Revolucionario a Cuba, denominación original que diera al
que trascendió en la historia como Manifiesto de Montecristi, suscrito el 25 de marzo de
1895 por el Delegado del Partido, creado para ordenar y auxiliar la guerra actual y el
General en Jefe electo en él por todos los miembros activos del Ejército Libertador,
como afirma en el texto.
Desde allí redactó también varias cartas de despedida a su madre
y su hijo, entre muchas, y algunas consideradas con posterioridad como sus testamentos
político a Federico Henríquez y Carvajal, fechada el propio 25 de marzo, y literario, a
su entrañable Gonzalo de Quesada y Aróstegui, a quien detalló con fecha 1 de abril, la
forma en que, si insistía en poner juntos sus papeles, debía ordenarlos en tomos.
PERO NO ES SOLO HISTORIA NUESTRA
Sin embargo, Montecristi no solo está inscrito en nuestra historia
con ribetes dorados. Los varios miles de habitantes de la ciudad (hoy pasan de 20000),
muestran con orgullo la casa de Gómez y Martí, conservada desde hace
décadas como un modesto museo con patrocinio de las autoridades locales, hasta que diez
años atrás pasó a Bienes Nacionales y es propiedad del Estado dominicano.
Luis Céspedes, asesor del Ministro de Educación Superior, informó
a Granma de la restauración de que es objeto la institución (donde residió Máximo
Gómez y se firmó el Manifiesto de Montecristi), en una acción conjunta del MES y el
Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, de Cuba, y la Secretaría de Educación, Bellas
Artes y Cultos y el Consejo Nacional de Cultura, de República Dominicana.
Ya la obra civil, explicó, a cargo de una entidad constructora
dominicana, concluyó y se está ahora en la fase de instalación de los documentos y
objetos museables. La reparación del inmueble fue completa pues ya con el paso de los
años se había deteriorado mucho. Se ha preservado tal y como era originalmente en los
tiempos que en ella vivió Gómez.
Prácticamente, añadió, todos los elementos que serán expuestos
en el museo se encuentran en Montecristi o en proceso de ser enviados para allá.
Por su parte el arquitecto José Linares, quien tuvo a su cargo el
proyecto museográfico señaló que el propósito que lo presidió fue respetar el
ambiente de sencillez y modestia característicos de la vivienda, una casa campesina
típica caribeña de la parte septentrional del valle del Cibao, pequeña, de madera y
techo de zinc, muy abierta, en la que serán utilizados tres espacios como área de
exposición, correspondiendo a tres etapas, desde la llegada de Martí a Santo Domingo en
febrero de 1895 hasta su caída en Dos Ríos. La muestra incluye fotografías, documentos
y textos, así como algunas réplicas de objetos personales de Máximo Gómez, como la del
Machete del Generalísimo, que anualmente entrega el Ministro de las FAR a personalidades
e instituciones destacadas de la cultura, el arte y el periodismo, conservándose para su
exhibición una lámpara que se cuenta como la única pieza que pudiera ser original de la
vivienda, y una mesita semejante a las que se utilizaban en la época para rememorar el
mueble donde se firmó el Manifiesto.
Entre los documentos figura la reproducción fascimilar a gran
escala de las 15 páginas del Manifiesto (igual número de paneles), para lo que se usó
la misma técnica de impresión que la utilizada en textos similares en el Memorial José
Martí; de las cartas de despedida del Apóstol a su madre y su hijo, a Federico
Henríquez y Carvajal y a María Mantilla; la Orden de Alzamiento a Juan Gualberto Gómez,
de enero 29 de 1895; la carta a Manuel Mercado, de 18 de mayo de 1895 y la nota a Gómez,
de mayo 19, lo último que escribiera el Apóstol antes de su caída en Dos Ríos.
Habrá también dibujos, mapas y bocetos que completarán
resumidamente todo cuanto aconteció en los meses previos a la firma del Manifiesto y
posterior a esta.
Tanto Céspedes como Linares coincidieron en la relevancia
histórica que concede la población de Montecristi a este sitio, en el cual se dan cita
historiadores, estudiantes e interesados en la historia de Cuba, y cuya restauración y
nuevo acondicionamiento por estos días es seguida de cerca por sus habitantes.
Hoy, al proclamar desde el umbral de la tierra veneranda el
espíritu y doctrinas que produjeron y alientan la guerra entera y humanitaria en que se
une aún más el pueblo de Cuba, invencible e indivisible, séanos lícito invocar, como
guía y ayuda de nuestro pueblo, a los magnánimos fundadores, cuya labor renueva el país
agradecido, y al honor, que ha de impedir a los cubanos herir, de palabra o de obra, a los
que mueren por ellos. |