EDITORIAL

Desafío por el hombre nuevo

CUBA INICIA el curso escolar número treinta y nueve desde que triunfó la Revolución en enero de 1959.

Año tras año, la universalización de la enseñanza en el país ha constituido un pilar sobre el cual se asienta el futuro de la Patria. Millones de cubanos hemos transitado por las aulas creadas por la Revolución, desde el preescolar hasta la universidad.

Pocas son las naciones en el mundo que este primero de septiembre pueden darse el lujo de que todos sus niños en edad escolar concurran a las aulas: la enseñanza privada, la falta de maestros, la necesidad de incorporarse al trabajo para el sustento familiar desde edades tempranas, son flagelos que hoy aquejan hasta a las más desarrolladas de las sociedades.

Nuestro país ha defendido y defiende, contra viento y marea, en cualquier circunstancia, el concepto de no cerrar un aula: En medio de la grave situación económica por la que atravesamos, arreciada por el inhumano y despiadado bloqueo al que el gobierno de los Estados Unidos somete a Cuba hace más de tres décadas, el acceso a la educación y sus instituciones, se incrementa año tras año.

Si en otras latitudes, en particular en los países del Tercer Mundo, estudiar se convierte prácticamente en un lujo, en nuestra nación acudir a la escuela es una necesidad y un deber social, donde la familia juega un rol esencial, y a su vez, es parte del proceso de desarrollo y de formación de valores tanto en niños como en jóvenes, quienes encuentran en el sistema educacional el vehículo idóneo que los prepara para el mañana.

En el curso escolar que se inicia hoy abren sus puertas 12 600 escuelas para recibir a unos 2 400 000 estudiantes en las diferentes enseñanzas, es decir, prácticamente una quinta parte de los cubanos hará su debut o continuará estudios en todo el sistema educacional.

Este año, el Estado ha destinado al presupuesto educacional 1 510 millones de pesos, un tres por ciento superior al de 1997, lo que explica cómo, a pesar de las dificultades, en Cuba no se ha cerrado ni una sola escuela, por el contrario, cada año son más las que se remozan y las nuevas aulas que se incorporan al sistema.

Solamente un país en el que sus instituciones gubernamentales concedan semejante prioridad, puede darse el lujo de asumir 30 000 becarios más que inician su preparación en centros docentes; u ofrezca 680 000 plazas en escuelas seminternadas, donde se incluye la alimentación del educando; o garantice la base material para el aprendizaje dentro del universo del proceso docente-educativo.

Si en aquel distante enero de 1959 Cuba disponía de un potencial de unos 10 000 maestros, la inmensa mayoría de ellos sin empleo, hoy exhibe la respetable cifra, casi inigualable en el mundo, de un profesor por cada 42 habitantes.  ¿Qué nación de este planeta globalizado y desigual en que vivimos puede exhibir un ciento por ciento de escolarización en la enseñanza primaria; de 95 por ciento en la secundaria y de más de 98 por ciento en la media y superior? ¿Qué sitio de este universo cuenta con más del 75 por ciento de sus maestros con el título de licenciados o estudiando para ello, donde incluso en los dos últimos años de su carrera se les libera y el Estado asume su preparación manteniéndole íntegro su salario? ¿En qué lugar del globo se atiende a 58 000 niños de la educación especial con limitaciones auditivas, motoras, oculares? ¿Dónde se abre un aula, como en Cuba, para un solo alumno porque reside en una zona intrincada, o los maestros acuden a los hospitales para atender educacionalmente aquellos casos de niños o jóvenes cuyas dolencias los mantienen alejados de las aulas?

Estos ejemplos son más que elocuentes, sin embargo, no constituyen el todo. Lo esencial en el sistema de educación cubano, es la formación de valores morales y patrióticos en los jóvenes mediante el estudio-trabajo, materialización de aquella genial idea de Martí que concibió la escuela como la combinación de la pluma con la azada, revolucionaria concepción donde se prepara al hombre para la vida y lo pone en contacto con el trabajo; en el conocimiento de la Constitución dela República; en la conducción pedagógica y ética de los profesores que se convierten en ejemplo de los educandos; en el papel que juega la familia como célula fundamental de la sociedad y parte activa y vital en el proceso de formación del estudiante; en el sistema de instituciones y organizaciones sociales y de masas donde se desenvuelven los alumnos desde la primera enseñanza hasta su egreso de la educación superior.

Pero además, Cuba puede exhibir hoy lo que pocos en este mundo: escuelas sin drogas, sin violencia, sin enajenación de sus pupilos, y todo ello, encarando con valentía y rigor los grandes desafíos a que la globalización neoliberal nos ha obligado para el desarrollo de la economía nacional y para poder sustentar y mantener todo este sistema educacional.

En el orden institucional, además de la escuela, en nuestro país los educandos tienen derecho a la asociación mediante las organizaciones estudiantiles, desde la primaria hasta la universidad. También tienen el derecho -y el deber- de prepararse para la defensa de la Patria; el derecho y la oportunidad al trabajo una vez que se gradúen. Estas, y otras prerrogativas, forman el universo en el que se desenvuelven los estudiantes cubanos.

Los enemigos de la Revolución no se cansan de combatir lo que con tanto esfuerzo hemos logrado en materia educacional en todos estos años. Apuntan contra lo que es orgullo de este pueblo, y contra lo que más ha formado conciencia en este país.

En el curso que hoy comienza, entrará en vigor un nuevo reglamento escolar -y he aquí otra diferencia de nuestro sistema en relación con el mundo- que será discutido por todos y cada uno de los estudiantes cubanos, donde se analizarán sus derechos, pero también sus deberes como entes de la sociedad socialista que edificamos.

Cuba enfrenta con entereza y vergüenza revolucionarias los nuevos desafíos a que nos somete este mundo globalizado y desigual en que vivimos, y defiende con orgullo patriótico las ideas que nos han llevado hasta aquí. El sistema educacional, no está ajeno a esos retos; si las cifras que exhibimos son difíciles de superar, el gran desafío de la educación cubana radica en la elevación constante de su calidad: maestros cada vez más preparados, alumnos cada vez con mayores conocimientos. Esa es la gran tarea de la educación. Y a ella se consagra un ejército de trabajadores que da lo mejor de sí en la preparación de los educandos, y se consagra también otro ejército de estudiantes que se prepara cada vez con mayor calidad para enfrentar el mañana.

La Patria se siente orgullosa de sus educadores y de sus estudiantes. El mundo detiene sus ojos en esta noble obra que la Revolución ha levantado palmo a palmo, con decisión, con voluntad, con el empeño de quien ha sido el principal pedagogo de todo este proceso: Fidel.

Enfrentar los desafíos y salir victoriosos son los retos de quienes, desde el pizarrón o el pupitre, inician hoy el curso escolar número treinta y nueve de la Revolución. Un curso cualitativamente superior, garantizado en el orden material, y cuya gran divisa es la formación de ese hombre nuevo que crece dentro de cada alumno que este primero de septiembre acude a las aulas.

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