Alfonso Nacianceno

FINALIZARON las competencias importantes del voli. Comienza el último mes del año. Recuerdo que a la sazón del triunfo en la Liga Mundial hubo un pequeño encuentro con los jugadores, en el salón de reuniones de la Presidencia del INDER.

Allí se habló de los venideros compromisos, del gigantesco esfuerzo que les restaba a los elencos femenino y masculino, pues tenían por delante el Grand Prix, los Centroamericanos de Maracaibo y los Campeonatos Mundiales. Lealtad, modestia, entereza, entrega sin límite a los entrenamientos fueron las palabras dominantes en las mentes de aquellos jóvenes, algunos de los cuales se veían tímidos al hablar, pero resueltos en el hacer.

Quedaban los días más difíciles, porque si brasileñas, rusas y chinas se perfilaban como rivales de alto nivel en el Grand Prix, era de suponer que se hallarían en superior forma durante el Mundial de Japón. Similar compromiso afrontarían los varones ante los ojos de Italia, Holanda, Yugoslavia y otros grandes. Las citas del orbe, con las que concluirían los compromisos esenciales de 1998, les exigirían a los dos equipos caribeños el máximo de concentración en busca de excelentes cosechas.

La Patria, una vez más, los recibe victoriosos. Primero correspondió a las muchachas reeditar el oro de 1994 y tras ellas los varones dibujaron en el contexto universal su medalla de bronce, ambos triunfos en competencias de extrema rigurosidad, sin apenas tiempo para el descanso.

Ganadores por tercera vez de la Copa Paul Libaud, premio al país de mejores resultados en los Mundiales, los voleibolistas se convierten en fortísimos aspirantes al título de Deporte Colectivo del Año, además de tener muchas posibilidades para ser, en el caso del femenino, el Equipo del Año.