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La TV ¿se agota?

PEDRO DE LA HOZ

Todos vivimos tiempos difíciles. Lo sabemos, asumimos y tratamos de vencer, o al menos aminorar, el peso de esas dificultades. La TV Cubana no es ajena a ese proceso ni a esa actitud. Nadie podrá negar logros evidentes: aun en las peores circunstancias de este período, que se extiende casi a una década, la TV no ha dejado de salir al aire para informar, orientar y entretener. Y en los instantes más álgidos y decisivos -esos acontecimientos que han marcado estos años- no se ha limitado a estar presente, sino que los ha registrado desde un compromiso de servicio público inestimable.

También sabemos que la TV es una industria, maquinaria devoradora de cuantiosos recursos tecnológicos y materiales; que cada capítulo de telenovela extranjera cuesta; que la madera y la pintura para la escenografía pesan en divisas; que las cámaras y los equipos para edición y efectos especiales caducan; que las filmaciones exteriores dependen del combustible; en fin, que cada minuto al aire es oro.

Esto presupone que los encargados de la programación hagan verdaderos malabares para mantener viva la oferta, sobre todo en lo que respecta a las tan apetecidas producciones dramáticas, lo cual no quita también que de vez en cuando pierdan el equilibrio.

Así parece suceder con el contenido de la pequeña pantalla después del último verano. Las insatisfacciones de la teleaudiencia son manifiestas a lo largo y ancho del país. La redacción de Granma ha recibido cartas y llamadas procedentes de nueve provincias, contentivas de un mensaje coincidente: casi todos los espacios de nuestra preferencia, dicen los televidentes, ya los hemos visto. Se refieren a la novela cubana -una reposición de la que apenas nos separan pocos años de su estreno-, y las aventuras.

Hay que comprender a estos televidentes, pues si bien ellos pueden admitir que por limitaciones en la producción no están listas las telenovelas Si me pudieras querer y las aventuras La leyenda del Rayo, también es cierto que tales ausencias, objetivamente, equivalen a horas de aburrimiento y malestar para quienes cuentan con la TV como medio principal para el esparcimiento en el tiempo libre, después de arduas jornadas de trabajo y de lucha contra las vicisitudes de nuestra dura cotidianidad.

A partir de esta situación se hace prácticamente insostenible la defensa de lo que pueden llamarse reposiciones necesarias, como la de la serie Lorca, pertinente por su dimensión estética y contingencia histórica; o admisibles, como la de Las aguas mansas (la gente que trabajó las tardes de verano quieren lógicamente verla, aunque sea a costa de no sé cuántos domingos sacrificados), la que ocupa los tradicionalmente sábados muertos de Tele Rebelde con la revista de los espacios veraniegos o la de Lo bueno no pasa.

Estos dos últimos casos -dedican segmentos a producciones de cierto valor que merecen ser repasadas- responden a prácticas comunes en otras televisoras, con la diferencia de que entre nosotros se tratan de vender como opciones estelares -el horario define- y no como complementos.

De hecho, nuestra TV está demostrando una preocupante incapacidad para dinamizar su política de programación. Se van espacios del aire sin tener con qué sustituirlos. Otros agotan su ciclo vital y no se hallan soluciones para renovarlos.

Añádanse las carencias del humor -solo Pateando la lata y a pescar Mr. Bean el sábado por TR-, la falta de costumbre de apreciar documentales históricos en el momento cumbre de los sábados en la noche, la baja natural de la programación deportiva después de los eventos estivales (hasta se reponen los partidos de la Copa Mundial de Fútbol Francia'98), y el decaimiento del interés por la telenovela brasileña, y se verá un panorama desolador en la pequeña pantalla de septiembre.

El máximo deseo de los televidentes y, estoy seguro, de los propios directivos de la TV, se cifra en que esta calamidad sea solo un paréntesis coyuntural. Unos se lo merecen y los otros han demostrado y tienen que seguir demostrando que existe en nuestro medio una reserva de talento y consagración capaz de superar escollos por muy difíciles que sean.

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